Martes, 28 de marzo de 2006 | Hoy
Los chicos, padres y maestros que concurren y trabajan en la Escuela especial Lidia Elsa Rousselle nº 2081 ubicada en San Lorenzo 2356 en Rosario, conocen muy bien de batallas perdidas, de parches, de obstáculos y de esperas eternas, pero como tantas otras minorías sociales excluídas del sistema, no bajan los brazos ni el tono de sus justos reclamos, aunque por los pasillos de algún que otro ministerio sean catalogados de promotores de una "irresponsable explosión mediática". ¿Es irresponsable solicitar un edificio que cuente con las mínimas condiciones arquitectónicas que contemplen la seguridad y la adaptación de un niño ciego o disminuido visual? Esta pregunta obvia parece un chiste pero no lo es, y ante estos ofensivos y erróneos rumores surge una vez mas, en el ámbito de la educación especial, la idea casi utópica de la coherencia entre teoría y práctica. Funcionarios públicos que se llenan la boca hablando de integración, protección y soluciones a la orden del día, que mas tarde, en la acción tangible, olvidan lo enunciado y convierten en chivo expiatorio a los que verdaderamente ponen cada día el cuerpo y el alma en pos de una verdadera integración y un mutuo aprendizaje. El profundo abismo entre lo dicho y lo hecho, entre el discurso igualitario y la práctica concreta, parece abrirse y profundizarse cada vez mas, en especial, a la hora de poner manos a la obra, a la hora de que aquellos a quienes corresponda la solución de una problemática, acompañen sus discursos con algo mas que las palabras bonitas y las incontables promesas. Si bien las currículas y los documentos hablan de la construcción del aprendizaje a través del juego o de la actividad lúdica, no siempre existen espacios adecuados para este importante proceso, en ocasiones se torna hasta peligroso, Mas cuando el patio lugar de recreación por excelencia está ubicado en la terraza del edificio escolar. Los chicos que concurren a la 2081 realizan una peligrosa travesía a diario, ya que para llegar a las alturas deben emprender un turismo aventura colmado de innumerables obstáculos que atentan contra su integridad física. Pero las barreras arquitectónicas no se reducen a escaleras empinadas y a patios en la terraza, hay muchas mas, para todos los gustos y de todos los tamaños ... puertas de vidrio, aulas reducidas, ausencia de salidas de emergencia, y como frutilla del postre, la inhabilitación de Bomberos, quienes describen al establecimiento como una trampa mortal en caso de siniestro, en una palabra, la escuela no tiene nada de "especial en cuanto a la adaptación, la movilidad y la seguridad" de niños ciegos o disminuídos visuales, mas bien es un perfecto laberinto en el que sus participantes, en cualquier situación que los sorprenda, por mas ingenio y concentración que pongan, por mas vueltas y vueltas que den, no encontrarán el camino hacia la salida. Como suele ocurrir, los que públicamente deberían buscar y proponer este camino hacia la salida, hacia la solución definitiva de esta vieja problemática, están adormecidos, inmunes a los reclamos de los que menos tienen y mas necesitan, pero eso sí, muy preocupados por la "explosión mediática" que en buena hora está sacando a la luz los reclamos mas que justos de docentes, padres y otras organizaciones sociales que comparten y apoyan este pedido. Estos funcionarios públicos están también muy preocupados y muy atentos a la hora de elevar un discurso pro integración de las personas con capacidades diferentes, pero que en la práctica, en la acción, en la reparación encuentra el ocaso, el silencio y el olvido.
María Eugenia Tabacco
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