CORREO
Dos preguntas
Ante lo que parece nuevo, pero no lo es: la homoparentalidad, hay dos preguntas que parecen quitar el sueño a algunas personas. La primera, es cómo van a ser designados los roles materno y paterno en esas "nuevas" formas de familia. La respuesta es sencilla: como en todos los casos, se construirán sobre la marcha.
A diferencia de lo que imponen ciertas corporaciones conservadoras, como la Iglesia, que pretenden ostentar el monopolio sobre lo moral y el orden natural de las cosas, esos a los que llamamos "Madre" y "Padre" no son seres inequívocos; sino roles dinámicos, construcciones gestadas en la práctica cotidiana del núcleo familiar.
Otra pregunta es qué responderle a ese chico de cinco años cuando dice que "Juancito tiene papá y mamá, y yo no". Cómo mitigar la angustia que supone esa diferencia. Pues bien, la ausencia de la figura materna que se sospecha cuando dos hombres homosexuales crían a un niño, nada tiene que ver con que haya o no una "mujer" en la familia. Lo mismo sucede cuando la parentalidad está a cargo de dos mujeres lesbianas. La visión Mamá=Mujer y Papá=Hombre resulta reduccionista y lineal.
Esta pregunta trae consigo una característica muy marcada de la educación tradicional: subestimar a los "menores de edad" (una ironía). Sobre esto hay que decir que los pibes entienden más de lo que creemos. Un pibe de cinco años comprende el mundo que le rodea, y naturaliza lo que hay en él, en su experiencia cotidiana con el mismo. Frente al imaginario que se genera ante esta situación, un pibe de cinco años no volvería a su hogar con esta pregunta, con esta contradicción, si no hubiese doble discurso en el propio núcleo familiar, en su relación con las demás familias, así como en las instituciones educativas. Es evidente que los que no entendemos somos los "adultos", claramente somos nosotros los que necesitamos explicaciones.
Si el pibe registra una ausencia, si dice que le falta el papá o la mamá, lo que falta en esa familia es otra cosa, no una mujer o un hombre. Faltan figuras, y cuándo no: padres inteligentes, responsables y con la cabeza abierta, comprensivos y con capacidad de comunicación. Sobre todo: con voluntad de cortar con la hipocresía. Porque la diferencia sólo produce angustia cuando es tramitada como trauma. Si es tramitada en el sujeto como virtud o potencia, la cosa cambia. A ver si logramos sacarnos de la cabeza el pensamiento único que baja de la Iglesia y demás instituciones moralistas.
Lisandro Werbin
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