Viernes, 16 de noviembre de 2012 | Hoy
Portogalo
Así como Lisandro de La Torre fue el fiscal de hecho denunciante del tenebroso negociado de las carnes que dejó al desnudo las cláusulas secretas del Pacto Roca-Runciman durante la presidencia del general Agustín Pedro Justo, José Portogalo fue con su libro Tumulto el iconoclasta poético de ese tiempo de persecuciones y encarcelamiento a luchadores sociales. La publicación, en 1935 por la editorial anarquista Imán, de los poemas de Portogalo reunidos en Tumulto generó una reacción de censura contra su autor, a quien hasta le fue quitada su ciudadanía.
La iniciativa de requisa inmediata de las librerías del libro de poemas fue lanzada por el entonces intendente del régimen del "fraude patriótico" en la Capital Federal, el escritor y jurisconsulto Mariano de Vedia y Mitre. José Portogalo nació como José Ananía en Savelli (Italia) en 1904, emigró hacia América con su madre y desde pequeño, obligado a procurarse el sustento, fue ejerciendo diversos oficios: fue lustrabotas, vendedor ambulante de flores y hasta pescadero por las calles. No es casualidad que el régimen represivo imperante desde el golpe cívicomilitar de 1930 que aplicó la ley marcial a disidentes políticos (como los obreros anarquistas Joaquín Penina, fusilado en Rosario a pocos días del derrocamiento de Yrigoyen, y un año después ejecutara a Severino di Giovanni y Paulino Scarfó), castigara con la censura a un poeta libre pensador y no complaciente con la clase dominante como Portogalo. La década infame se caracterizó por su feroz saña con todo atisbo de rebeldía, persecución, y encarcelamiento y tortura de militantes sociales. La reedición del libro Tumulto, con las ilustraciones del gran artista plástico Demetrio Urruchúa, es un acontecimiento cultural que debemos recibir con entusiasmo. Gana las calles nuevamente un libro con potencia suprema en la palabra encendida que contiene versos como estos: "Me trepan los insultos, mareas numerosas, como trepan los hijos al cariño del hombre. Tengo las ansias llenas de ganarme en un grito. Grito ¡la vida es nuestra! y abro los horizontes. Puertas de bronce viejo, de hierro remachado, caerán cuando se agrupen las voces en un puño. Hombres desvencijados, de espaldas a la vida: así dancen las balas no seréis de este mundo. A los calvos de ideas con sangre de pantano. A los viejos que ensucian las palabras más altas, les hago una advertencia: conmigo están los brazos de aquellos que arrancaron de sus ojos las lágrimas. La vida es de nosotros, los que hacemos la vida a gotas de sudor, de ímpetu y de fuerza y que jamás -o nunca- tenemos una cama donde cavar la hondura de un vientre en primavera". José Portogalo vuelve con sus letras redivivas a conmover los ánimos y sensibilizar las conciencias.
Carlos A. Solero
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