La ciudad que no quiero

Cuando el Estado está ausente, el desconcierto en los ciudadanos es total. Lo vivido el viernes 1 de marzo es la clara prueba de lo afirmado anteriormente. Fue un caos. Rosario estuvo colapsada y mostró una cara que se repite con mayor frecuencia.

El centro rosarino mostró una imagen lamentable. Una protesta social que cortó, durante nueve días, dos calles como Sarmiento y Rioja, un paro municipal que dejó las calles sin inspectores y por la calle Corrientes fue imposible transitar donde se está pavimentando. Esto es el retrato político y social actual de la ciudad y del país.

Ante esta dura realidad, si no hay inspectores en las calles, nadie se hace cargo de la situación y se produce el caos. Eso se evidenció en el tránsito, donde cada uno hizo lo quiso. En las otras calles del centro los automovilistas utilizaron los carriles exclusivos y no respetaron las normas de tránsito, por lo cual cruzar en algunas esquinas para el peatón fue toda una aventura.

El piquete obligó a cambiar el recorrido de 11 líneas de colectivos (algo increíble). Además, obligó a cerrar la sede céntrica de la Ansés, lo que derivó en la paralización de unos 4800 trámites. La protesta social, por más legítima que sea, debe respetar la Constitución Nacional. La Corriente Clasista y Combativa (CCC) instaló durante nueve días un acampe que obligó a cerrar cuatro manzanas a la redonda, con el consiguiente perjuicio para vecinos y comerciantes. Condeno este recurso repetido de piquete que se contradice con la misma esencia del reclamo. Ellos reclaman pero, a su vez, no respetan los derechos del prójimo. Más que reclamo, fue una chicana política debido a este año electoral.

La peatonal Córdoba fue un mercado persa donde apenas se podía caminar. Los vendedores ambulantes sitiaron dicho lugar y se apropiaron de ese espacio como si estuvieran en La Salada. Nos ha invadido la falta de respeto hacia el prójimo y a la ley, el caos, la intolerancia, el odio, la violencia. Pobre Argentina.

Maximiliano Reimondi