Martes, 18 de noviembre de 2014 | Hoy
Exclusión
Los altos niveles de violencia social no son epifenómenos surgidos en las sociedades por generación espontánea. No hay casualidades sino causalidades. Una policausalidad, múltiples factores, entre los que se destaca la desigual distribución de recursos materiales y simbólicos.
La desigualdad genera violencia, la ampliación en las últimas décadas de la brecha entre los que mucho tienen y los que a poco o nada acceden es un factor determinante de violencia social.
Una sociedad en la que abundan residencias de lujo para unos pocos, vehículos de alta gama y un paroxismo consumista va transformando a las ciudades en verdaderas "junglas de asfalto". Conviven por decirlo de algún modo y de manera forzada la opulencia y las miserias materiales y morales.
Se amplían los mecanismos y dispositivos de control social sobre la mayoría de la población y reina la impunidad de los responsables de crímenes atroces que afectan por lo general a los más desfavorecidos.
Perversa lógica del sistema imperante del capitalmercancía, para el cual las vidas humanas son meros instrumentos para perpetuar la acumulación y la explotación.
Las muertes, de jóvenes principalmente de condición indigente son meros números en las estadísticas que reflejan en parte las crónicas de sucesos de las páginas de la prensa gráfica o los noticiarios. Solo un dato del estado de anomia que se va tornando descomposición social.
La aniquilada trama social de solidaridades básicas refleja un enfrentamiento cotidiano que ya no puede ser ocultado con discursos. Las palabras de los funcionarios se diluyen frente a la contundencia de los acontecimientos.
El luctuoso hecho ocurrido en Iguala (México), que despertó la imparable furia popular se da en un grado quizá menor en esta latitud del mundo. La comparación vale en este caso para confirmar que somos contemporáneos a una situación que debería agitar las conciencias. Cerrar los ojos a estas crueles realidades es una peligrosa actitud de indiferencia y egotismo.
Desigualdad, exclusión y anomia social no son "daños colaterales", al decir del sociólogo Zygmunt Bauman, sino las raíces de la violencia social dirigida hacia los más vulnerables, mujeres, niños y jóvenes de las clases subalternas.
Carlos A. Solero
Miembro de APDH Rosario
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