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Martes, 17 de noviembre de 2015

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Diferencias

Que va a ser de nosotros, frase que marca desamparo, desprotección y hasta despojo diría. Dicha frase apareció/ aparece en trabajadores -muchos trabajadores- ante el escenario que se viene. Que puede venir, que todavía podemos evitar.

No es que uno es el infierno y el otro el paraíso. No, no. No pasa por ahí. Calculo que todos a esta altura deberíamos saberlo. Lo que sí me permito plantear es que no todo es lo mismo. Aunque de algún costado lo vean así, y todo es respetable, aunque para mí un poco cuestionable.

Ahora, al plantear que son lo mismo, que da lo mismo, ¿no se está contribuyendo a desestimular, desmovilizar, desalentar, correrse, esperar pasivamente, ponerse en un rol secundario, dejarse fuera de la historia? Quitar el debate, la reflexión, aunque sea mínima. Me parece que sí, que verlo así, igual, con un solo ojo, sin ángulo, sin un zoom expansivo no es lo que se necesita ahora. Definitivamente no.

Que es lo que me permito ver, y a paso seguido plantear: Por un lado, la llamada continuidad, el espacio para consolidar lo bueno.

Y por el otro, sensaciones que me invitan a una fiesta en la que en algún momento (cercano al principio) me rechazarán aludiendo derecho de admisión. Que me alcanzán una linda invitación, la cursan mediante un protocolo estelar, con luces, color, sensación de que se la pasara bien, y luego (cuando ya no sirvo, no les sirvo), en algún repentino acto se apagará la luz, todo será noche oscura, y sin un escaparate para zafar.

Entonces, volviendo a la frase "qué va a ser de nosotros" -que de algún lado viene y merece atención-, denota preocupación y también suena a auxilio, exige ser atendido, indefectiblemente debe serlo.

Aún más, duele que esa frase vuelva a aparecer, que nos toque de cerca, que hasta uno tenga ganas de decirla. Y entonces, no todo es lo mismo, es obligación plantearlo.

Por un lado, no es lo mismo una YPF con bandera nacional o con sus acciones libradas al mercado, que se busque un dólar competitivo o uno al gusto del mercado, tampoco lo es. Sentir a cada comprovinciano como un hermano no es lo mismo que sentirlo menor, subalterno, incivilizado. No da igual, y meterse con el sueldo de un laburante, con la guita de un jubilado, decirle no imagines unos mangos más cada tanto, es muy distinto a los que pasó desde hace varios años a esta parte. Y a lo que puede seguir pasando.

Pensemos, ¿es lo mismo? No, no lo es. Y hay quienes lo saben y no lo dicen. Para mí es dañino, mezquino, indefendible.

Daniel Aristizabal

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