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"No hay plaga más tremenda que la ignorancia", esto cantaba en una milonga el trovador libertario Facundo Cabral.

En el presente, y parece ser una política de Estado, se dan contrasentidos tales como que el futuro director de la Biblioteca Nacional Argentina, un connotado escritor y editor, anuncie que esa institución dejará de realizar las ediciones en soporte papel.

Increíble pero real, resulta inverosímil que quien será la máxima autoridad de la biblioteca más importante del país haga la apología de soporte informático-digital y deseche los libros impresos en papel que desde Gutemberg, hombre del siglo XV e inventor de la imprenta de tipos móviles que permitieron ilustrarse a generaciones de seres humanos en todo el mundo.

Además la actual jerarca de la Biblioteca Nacional ha decidido cerrar los talleres para la comunidad, herramienta que pone al alcance de miles de personas múltiples expresiones de la cultura.

Leyendo ese magnífico libro llamado Historia Universal de la destrucción de los libros podemos conocer como a lo largo de la historia quienes ambicionaron perpetuar la dominación destruyeron bibliotecas como la de Alejandría, donde la mayoría de los papiros allí guardados sirvieron de combustible para las tropas de conquista, hasta los emperadores impulsores de la construcción de murallas y propiciador de la quema de libros.

En la Argentina de la dictadura cívico-militar se incineraron miles y miles de libros de ediciones populares, al mejor estilo de los nazis. El llamado "operativo claridad" realizó el bibliocidio contemporáneo al genocidio de treinta mil luchadores sociales.

Razón tenía y tiene el trovador citado al comienzo, lo más patético, perverso y espantoso es que siembre la ignorancia y banalidad en nombre de una supuesta modernización.

Walter Benjamin afirmaba que detrás de muchos documentos de cultura también están los de barbarie.

Carlos A. Solero

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