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Miércoles, 6 de abril de 2016

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Fiesta

Un argumento remanido por estos días es el de la fiesta que hay que pagar. No se explica muy bien por qué los ricos sí pueden disfrutar el dinero y exhibirlo en la TV. No se interroga mucho sobre cuál es el origen de demasiadas fortunas. Pero la fiesta es un carnaval perpetuo de los negros, insostenible y en cierto modo pecaminoso y obsceno. Sobre la recurrencia en caer en lo de la fiesta, me parece que en muchos es argumentación para no reconocer que fueron engañados.

Es gente que estaba molesta con muchas cosas de nuestros gobiernos, y que creyó que los beneficios de una década eran producto de su propio esfuerzo individual. Una concepción individualista que ignora que pocos pueden realizarse en una sociedad que no se realiza. Y torpeza para no poder ver que lo principal se debe priorizar sobre lo secundario.

En otros muchos hay un impacto al ver que para los oligarcas, ellos son tan negros como los negros que desprecian. Y ahora pagan el costo de apoyar a quien no debían, con nula conciencia de clase.

Era Atahualpa Yupanqui quien decía que: "hay diferentes montones,/

unos grandes y otros chicos;/ si va pal montón del rico/ el pobre que piensa poco,/ después de los equivocos/ se vienen los perjudicos".

Esa gente, individualista y presumida, está molesta y busca (actitud protofascista) enemigos y chivos expiatorios.

Y luego hay propagandistas lisos y llanos que, por un lado, lanzan argumentos a los anteriores, para mantener la confusión.

La corrupción es parte de esa comida envenenada.

Sobre la fiesta, hay propaganda de los periodistas alquilones y convicción de los oligarcas verdaderos, sus mandantes. No es nuevo, y los argumentos son siempre iguales en la literatura argentina.

Las acusaciones a Liniers fueron por corrupción administrativa y por el desenfado de su amante, "La Perichona".

De Yrigoyen dijeron que no se había recibido de abogado, que era un autoritario y un demagogo, que eran ladrones (su ministro de Hacienda, Salaberry, se suicidó por no soportar las calumnias).

Y de Perón que dilapidaba los ahorros de la oligarquía en industria liviana y consumo, en vez de invertir en el desarrollo del país (cosa que ellos no hicieron ni antes ni después). Y por entonces apareció la idea de la fiesta que hay que pagar, con mejor pluma que las de hoy pero igual afán, en, por ejemplo "La fiesta del monstruo" de Borges, aunque con más orientación hacia la demagogia y el disfrute de la violencia revanchista, que a la corrupción y el hedonismo.

Sergio Rossi

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