CORREO
"Money, money, money..." era el estribillo de aquella canción que hizo famosa la película Cabaret, formidable fresco sobre la decadencia moral de Alemania que la precipitaría en el infierno nazi. Por estas horas Santa Fe vive un patético remedo de aquel precipicio ético. El gobernador Obeid anunció el pago "por única vez, en negro y sólo para los que se porten bien" de un miniaguinaldo electoral de 300 pesos a todo empleado público de la provincia (eso sí "para el que no haga huelga" como ratificó con ejemplar cinismo su ministro de Hacienda). La oferta es tan groseramente demostrativa de un acto demagógico que supera los peores antecedentes y de un claro chantaje hacia los gremios en conflicto para detener protestas antes de las elecciones, que resulta difícil definir el sentimiento que prevalece ante ella: si el de la indignación o el de la vergüenza. O quizás también la pena. Porque es de preguntarse qué razones pueden conducir a un hombre a semejantes traiciones. Más allá de errores y diferencias sabíamos de un Obeid comprometido con la justicia y la dignidad de los seres humanos y que su accionar en la vida política, por caminos muchas veces no compartidos, siempre respondió a tales premisas.
¿Habrá imaginado alguna vez que la desesperación de una previsible derrota electoral lo llevaría a esto? La decisión parece más próxima a las que pueden tomar los Rovira u otros esperpentos de la política feudal que la de hombres de Santa Fe. Confiamos en que la reacción de los santafesinos sea igual a la que tuvieron hace un tiempo los misioneros. Será el triunfo de la dignidad frente a la "guita".
Angel M. D'Ambrosio
A los niños pobres les robaron el día. El mercado de consumo y el eficiente "merchandise", logró desvirtuar el Día del niño, originalmente parido para subrayar la Declaración de los Derechos del niño y la niña. La consigna era, crear un día para ayudar a los niños del mundo, deprivados de lo esencial, para sus desarrollos físicos, mentales y sociales. El mercado del consumo, cavó más profundo el abismo del deseo imposible y la rabia del marginado a edades tempranas. Mi nietita de 4 años preguntó: ¿adonde nacen los niños pobres? y no tuve palabras para explicarle que se gesta, por el matrimonio de la hipocresía y la injusticia. Tampoco pude señalarle que 21 millones de niños, coterráneos de la América Latina y Caribe, donde ella se cría, están amenazados de muerte, por falta de agua y condiciones de insalubridad ambiental (35,3% de la población menor de 18 años!). Ni siquiera intenté mostrarle "La melancolía", de Durero y describir sus símbolos, como hubiera hecho con mis hijos. No utilicé la mentira ni la frase pretexto: "cuando seas grande, te lo explicaré". No le relaté ninguna leyenda, ningún mito, ningún cuento para que comience a pensar y tal vez pergeñar ideas que rescate a la infancia, porque temí apagar sus sueños y esperanzas. Creo que el descreimiento me está envejeciendo.
Mirta Guelman de Javkin
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