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Lunes, 6 de septiembre de 2010

SOCIEDAD › EL CENTRO CULTURAL GOMECITO FUNCIONA DENTRO DEL HOSPITAL NEUROPSIQUIáTRICO AGUDO AVILA

Un espacio colectivo para la expresión

Durante las mañanas, dentro del centro de salud mental, los usuarios funcionan en asamblea, producen el programa de radio Tardes Nuestras, la revista Renacimiento 22 y el taller de Derechos Humanos. También hacen talleres de lo más diversos.

 Por Pablo Fornero

Fernando no pronuncia muchas palabras. Encogido de brazos, vergonzoso, recula frente al grabador. Sin embargo, no se acobarda al reconocer que las tardes en el Centro Regional de Salud Mental Agudo Avila se tornan "aburridas". "Se vuelve muy difícil, muy largo, con mucho manicomio y cigarrillo", amplía José María Alberdi, integrante del grupo que dirige las instancias colectivas que se desarrollan en el Centro Cultural Gomecito, dentro del ámbito del hospital neuropsiquiátrico. Allí, durante las mañanas, nace el "rescate". Los internos logran apropiarse de la cultura y la traducen en un espacio colectivo de expresión y liberación. Como lugar propio, intrínseco a la vida de los internos, el nombre del centro responde al reconocimiento a la historia de vida de un paciente y fue elegido a partir de la votación colectiva de los participantes y usuarios. Es el único ámbito hospitalario de Salud Mental en el cual la denominación no es el nombre de un médico.

Las instancias colectivas proponen erigirse en una alternativa asistencial a la lógica manicomial. El grupo de trabajo que las comanda considera fundamental dar voz a los usuarios, en la comprensión de que supone una especial contribución a la mejora de las condiciones de asistencia y a la lucha por condiciones de vida más dignas para los pacientes del Avila. Bajo este propósito, el centro cultural ubicado en San Lorenzo casi esquina Richieri alberga la Asamblea de Usuarios, la producción del programa de radio Tardes Nuestras, la revista Renacimiento 22 y el taller de Derechos Humanos, entre otros espacios. Siempre a la mañana, también se desarrollan talleres de pintura, restauración de muebles, musicopetaria, artesanías y deportes.

En la Asamblea de Usuarios, los internos tratan de "mejorar los imperfectos", explica Jorge, quién estuvo alojado durante unos años en el hospital, pero recibió el alta y ahora vive en un geriátrico. De todos modos, el "afuera" no le impidió retornar al "adentro" y participar en cuanto espacio pueda. Disfrutó mucho vestirse de doctor en la última fiesta de fin de año. También dejó su huella interpretando a Bólido, el amante de la velocidad, en un cortometraje. Deja la risa y señala: "Nos preocupamos por el mantenimiento, que es deficiente". Lalo, mucho más joven, asegura que algunos de sus pedidos llegan a una instancia de resolución. "En otros casos tenemos que ir más allá, llegar a la directora o a los encargados del comedor para que la comida llegue caliente". Al igual que Jorge, muestra lucidez y análisis en sus conceptos. Sin embargo, permanece todo el día en el Avila y maldice las largas tardes muertas. "Las cosas se podrían mejorar. Se quiere que la gente se rehabilite, vaya en progreso y pueda salir y hacer su vida normal", pero "durante la tarde no hacemos nada". Los pedidos no son excesivos. Se limitan a una mesa de ping pong, el burako "para las chicas" y un mazo de cartas.

Quince días atrás, los pacientes viajaron a la ciudad de Santa Fe para retirar los 400 ejemplares de la nueva edición de Renacimiento 22, la revista cuyos costos de impresión fueron solventados por el gobierno provincial, y producen, redactan y venden los mismos internos. De los cinco pesos que cuesta, cuatro son para los "rebusques" y uno va a engrosar un fondo para desarrollar nuevos proyectos. Silvina, entre las infinitas pitadas que le da a su rubio, alcanza a decir que deposita "mucha expectativa" en la venta. José se encarga de hacer la cuenta de la cantidad de revistas que se lleva cada uno. Sergio es el que más vende, lleva 45 en sólo unos días. Pide 5 más y en veinte minutos les vuelan de las manos. Lo conocen como el Capitán Suitty, ya que a todos lados lleva una gaseosa cola bajo el brazo. La semana próxima irán a venderlas a las puertas de las facultades.

Los miércoles a las 13, por FM Aire Libre 91.3, conducen Tardes nuestras. Durante la semana, se encargan de la producción y de elegir el personaje que representará cada uno a lo largo del envío radial. Mariana hace de Moria Casán y lee el horóscopo. Jorge, personaje, se le anima a un Manosanta. Hernán prefiere hablar de Metallica, Guns N'Roses y AC/DC, las bandas de rock internacional que le gustan. Beatriz, Carlos y El poeta loco ofician de locutores. La coyuntura política suele aparecer en escena con las polémicas entre kirchneristas y antikirchneristas.

El Gomecito no alberga solamente a las expresiones artísticas y los oficios, porque el centro cultural funciona, también, "de reclamo de algún plan social", revela Celina Pochettino, integrante del área de coordinación de los talleres. "Existe un deterioro socioeconómico de este sector poblacional, que agudiza y complejiza todo lo que sea el abordaje de un tratamiento. Más del 50 por ciento podría vivir afuera del hospital, pero no tiene vivienda y trabajo", agrega, con severa sinceridad, Alberdi.

Siempre con la finalidad de "hacer retroceder el manicomio", los internos actúan en cortometrajes realizados por Aguditos Producciones. Pueden apreciarse en http://aguditosensintonia.blogspot.com/ y allí, cada uno de los pacientes pone a prueba sus dotes actorales, pero, más allá de eso, suma un peldaño en el tratamiento para combatir el malestar y el sufrimiento. Avalando la finalidad de "no quedar encerrados" en el hospital, les otorgaron un espacio dentro de la grilla del Festival Latinoamericano de Video para exponer sus cortos el lunes 13 de septiembre a las 18 en el Salón de Sarmiento 763.

"Uno trata de humanizar la asistencia sabiendo los límites y dificultades de personas con crisis, con historias fuertemente trágicas, con el acompañamiento de enfermería y con las condiciones muy deterioradas que tiene el hospital", cuenta Alberdi. Con una mochila pesada en la espalda, pretenden que los pacientes, a través de la apropiación de los ámbitos culturales, puedan rearmar su "cotidianeidad". "Acá no hay finales hollywoodenses", avisa. Sin embargo, Jorge vuelve a dejar su marca: "Valoro mucho los sentimientos y el capital humano que tenemos. Todo lo hacemos con amor, es como una terapia".

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José María Alberdi, coordinador, con los usuarios que concurren al Centro Cultural Gomecito.
Imagen: Alberto Gentilcore
 
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