Jueves, 14 de febrero de 2008 | Hoy
PSICOLOGíA › SOBRE EL USO ACRITICO DE MANUALES DE CLASIFICACION
La autora de la nota plantea las terribles consecuencias del uso de estos Manuales vigentes en varios países, que proponen detectar conductas delictuales en los chicos desde la primaria.
Por Marité Colovini*
Recientemente he disfrutado de compartir las primeras vacaciones de mi nieta Camila. Es una niñita de ocho meses, que me regala sonrisas tiernas y acapara mi atención con sus primeras gracias. Una de las noches, mientras la paseaba para que pudiera dormirse, pensé en el título de este trabajo y esperé que pudiera leerse con la ironía que conlleva.
Me imaginé en el papel del profesional o el educador que tuviera que llenar el carnet de trastornos de conducta que la Ley de Prevención de la delincuencia, redactada por Sarkosy antes de su asunción como Presidente, propone en Francia. ¿Cómo cumplir con esa ley anotando en un "prontuario" los signos de conducta de un bebé, a sabiendas que mi anotación inscribiría a fuego la estigmatización de ese niño?
Me pregunto si los expertos convocados por el Instituto Nacional de Salud (Inserm) para redactar el estudio "Alteraciones mentales, diagnóstico precoz y prevención en niños", que propone "detectar alteraciones del comportamiento en la guardería", estigmatizando como patológicos "las cóleras y los actos de desobediencia" y presentándolos como indicadores sobre una futura delincuencia, han podido reflexionar sobre las consecuencias políticas, sociales y éticas de su accionar.
De la lectura del informe, que recomiendo realizar, voy a destacar el uso, por los expertos, de las clasificaciones diagnósticas llamadas DSMIV y CIE 10, justamente para poner de manifiesto el uso político que poseen y analizar los efectos sociales de su utilización a escala global. Es interesante remarcar que los once expertos, más los siete auditores, pertenecen a centros de investigación y de docencia universitaria de Francia y Canadá, cubriendo un amplio abanico de orientaciones y especialidades profesionales y clínicas.
Para todos ellos, el Manual de Diagnóstico de Trastornos Mentales funcionó sin cuestionamientos como el "esperanto" que pudo aunar concepciones y criterios diagnósticos. Evidentemente, esta es la intención que animó a los estadounidenses que en la década del 50 crearon esta herramienta tan poderosa. Podemos decir que a más de medio siglo de creada, la empresa es altamente exitosa. Igualmente, es lamentable relevar los efectos de su utilización.
Esta herramienta aparentemente técnica, oculta tras su pretendida ateoricidad, ahistoricidad y validez "global", el fuerte contenido ideológico y político que conlleva. No es casual que los expertos hayan "coincidido" en su utilización, consensuando además la impronta organicista y determinista de sus pronósticos.
A partir del carnet propuesto para los niños franceses, me propongo realizar una crítica del uso "globalizado" de este instrumento: el DSM, considerando el modo en que es perfectamente funcional al control social y al biopoder, en su faz más negativa.
En un artículo aparecido en Le Monde, el 3 de marzo de 2006, Gérard Wajcman, psicoanalista y crítico de arte, advierte sobre el uso de las tablas sobre trastornos de conducta en bebés. Reflexiona "Sobre el pequeño niño difícil, vemos surgir la figura del bebé delincuente. En consecuencia, los expertos preconizan proceder a una investigación médica sistemática de bebés de 36 meses". El artículo define así, lo que llama una empresa de medicalización de la infancia, en tanto cada bebé será acompañado a lo largo de su vida y de su paso por la escolarización por un dossier donde se anotarán sus conductas y sus comportamientos. Wajcman, alerta sobre las consecuencias de esta medida, situando el modo en que la población aparece para la medicina como de riesgo y potencialmente peligrosa. Y concluye que se trata de un efecto de criminalización generalizada de la sociedad.
Las tablas de la que habla Wajcman, no son muy diferentes que la conocida Escala de Conners para Maestros y Padres, que en nuestro país se distribuye en escuelas públicas y privadas y permite "diagnosticar" el ADD: Trastorno de déficit de atención con hiperactividad. Se trata de escalas o test construidos sobre la base de los criterios diagnósticos del mentado Manual DSM.
Diversas publicaciones científicas y también de divulgación las promueven, lo que permite a padres, educadores y otros profesionales o cuidadores de niños realizar un diagnóstico que se asocia a futura delincuencia, así como a otros pronósticos y predicciones alarmantes. Así es que proliferan los pedidos de atención para estos niños, realizados principalmente a médicos pediatras y neurólogos infantiles o paidopsiquiatras, dado que junto a la información sobre los signos y síntomas y las predicciones sobre el futuro, se remarca la etiología neurobioquímica, y por ende el tratamiento medicamentoso.
Como vemos, a partir de un instrumento que presenta las "mejores intenciones", el mencionado Manual de trastornos Mentales, se genera una cascada de efectos y prácticas sociales que convergen en la medicalización de la sociedad, lo que ya Foucault ha designado como la característica principal de la forma del Poder que denomina Biopoder. O sea: a partir del diagnóstico del trastorno, los expertos concluyen en la asociación de ADD y TOD (Trastorno Oposicional Dominante) con un futuro de conductas asociales y delincuencia y los legisladores proponen como prevención de la delincuencia observar y consignar, obviamente para tratar precozmente, a los niños desde su nacimiento. Como vemos, la lógica es impecable: la medicina propone condiciones de legitimación y verdad para que la política opere controlando a la población, y lo que es más importante sin siquiera medidas disciplinarias, ya que la misma población se ofrece al control y se "controla". Ahora bien: ¿cómo llega la Psiquiatría y también la Psicología, y sus instituciones, a adoptar el Manual de Trastornos Mentales como instrumento diagnóstico confiable y valedero?
Como diría Canguilheim: "Sin conceptos de normal y patológico el pensamiento y la actividad del médico resultan incomprensibles". Nosotros podemos hoy agregar que también parece que la actividad y el pensamiento del psicólogo requieren de conceptos de normal y patológico. El concepto de normalidad es una invención de la Modernidad, que se instaura como una categoría que rige la mirada de médicos, educadores y criminólogos a partir del siglo XIX. Pero es una categoría construida desde su propia negación, esto es: desde lo anormal. Una categoría que confirma lo Uno, el reino de lo mismo e instala un control que permite expulsar, aniquilar, corregir, censurar, moralizar, domesticar todo lo que exceda sus propios límites, todo lo Otro.
Según Foucault, la fuerza clasificatoria y productiva de la normalización de la sociedad moderna se sostuvo en dos estrategias complementarias: la constitución, en el plano del discurso, del concepto de "anormal" y la medicalización de la sociedad. Esta construcción de lo anormal produce la figura de un Otro que encarna nuestro más absoluto rechazo y temor a la incompletud, a la incongruencia, a la ambivalencia, al desorden, a la imperfección, a lo innombrable, a lo caótico.
Lo más preocupante es que en esta tarea se comprometen cada vez más profesionales, animados por "intenciones benéficas", pero que permanecen ignorantes de los presupuestos ideológicos en los que fundan su práctica.
La prueba de ello es que hay en nuestro país, más de un estudio con pretensiones de cientificidad que se ha dedicado a evaluar con tablas y test a niños en escuelas públicas con la intención de acercar conclusiones epidemiológicas acerca del estado de la salud mental en los niños argentinos. Es por esto mismo que una práctica no depende de las declaraciones o intenciones iniciales de sus practicantes, sino que es preciso que se lean sus efectos para poder, a posteriori, nombrarla.
Ante la evidencia del uso del DSMIV sin ninguna crítica ni reflexión ética en la formación; ¿cuáles serán las consecuencias respecto a la salud mental? ¿Por qué este retroceso respecto al sujeto de la salud mental? ¿Por qué la instauración de evaluaciones y medidas para lo que no puede medirse?.
*Doctora de la UNR. Psicoanalista, Investigadora y Docente.
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