"El hombre moderno vuelve a la noche a su casa extenuado por un fárrago de acontecimientos divertidos o tediosos, insólitos o comunes, atroces o placenteros sin que ninguno de ellos se haya convertido en experiencia". Lejos de transformarse en una condena, el pensamiento de Agamben nos permite interrogarnos acerca de la posibilidad o no de introducir en la época la dimensión de "la experiencia", es decir una experiencia del sujeto, de un sujeto que en tanto tal registre, se conmueva, se interrogue, haga historia con lo vivido y pueda en tanto tal transmitirla.

El arte y su creación aparecen justo allí donde se interrumpe la palabra, donde ya no es posible decir, donde lo insoportable se hace presente. Al decir de Miller, "la obra de arte comienza donde lo que no puede ser dicho puede ser mostrado, incluso exhibido".

El cine tiene el privilegio de recrear mundos, crear otros mundos, climas donde meterse, nos hace despertar, sin temor a ser cursis, emocionarnos, lugares que al modo de los sueños más reales, nos acercan a los rincones más oscuros del propio mundo del artista y del nuestro.

Nos despiertan, nos interpelan, logran convertirse en "la esfinge que espera a los caminantes a la entrada de la ciudad arrojándoles preguntas enigmáticas". Enigma que hace existir al cine en tanto arte, no como un mero objeto de consumo, reglado por las leyes del mercado, que adormece al público con dosis cada vez más altas de violencia, de crueldad, de segregación, naturalizando el estado de las cosas para que aceptemos lo habitual como necesario.

En un escenario de violencia generalizado podemos reconocer que algunas películas, lejos de ser una mera exhibición, o una mera técnica de lo imaginario como lo demuestran algunos directores con sus obras , tocan algo de lo real. Para decirlo con las palabras de un director de cine: "hay momentos de un cine excelso que sostiene la banalidad de la narrativa". Incluso lo banal de un relato se hace experiencia con aspiración a lo real en la pantalla, en las escenas, no para ser entendido, analizado, sino para aprender de lo que muestra esa escena sin apelar al sentido. Es esto lo que al psicoanálisis le interesa del cine, no la narrativa adormecedora, sino la serenata del sentido.

Es esta aspiración, a lo real, la aspiración que el psicoanálisis comparte con el artista.

*Secretaria de Biblioteca de la EOL Sección Rosario. Miembro de la EOL y la Asociación Mundial de Psicoanálisis. El viernes 26 se proyectará la película El otro, de Ariel Rotter, con Julio Chávez, dentro del ciclo de cine "Seis películas, seis miradas", que se realiza en el auditorio del Colegio de Psicólogos (Espacio de Cultura), en Dorrego 423. Los comentarios estarán a cargo de la autora de este artículo. Para informes se puede llamar al teléfono 4474460.