rosario

Jueves, 9 de febrero de 2006

PSICOLOGíA

De la marca al cuento, la apuesta a un trabajo posible

Publicamos a continuación parte del interesante e instructivo trabajo de la psicoanalista Mónica Aráoz, que muestra una clínica nueva sobre la psicosis, que sigue a Lacan.

 Por Mónica Aráoz *

En los niños la escritura comienza con el nombre propio, pero a condición de servirse de él para fragmentarlo en letras. Con esas letras se introducirán en la operatoria de la lectura, del descifrado, del cifrado. Se valdrán de ellas algún día para dar cuenta de lo que les falta, si todo marcha. Pero, ¿Qué pasa cuando esto no marcha?

Aquello que anuda los registros, decía Lacan, de la estructura subjetiva (real, simbólico, imaginario), es el Nombre del Padre. Decir que el NP anuda es decir que su función es nombrar. Nombrar es un acto, al tiempo que nombra, agujerea, es decir le da nombre al borde del agujero, o dicho de otro modo le da nombre a la pérdida de goce. "La nominación es la única cosa que estamos seguros hace agujero".

Al no haber en la psicosis aquello que hace las veces del Nombre del Padre como cuarto nudo, la cuestión para el sujeto psicótico será encontrar un modo de anudamiento, de suplencia. Uno de los caminos posibles será lo que llamamos "el trabajo de la psicosis", (una idea delirante, un acto creativo, un pasaje al acto, etc), entendiéndolo como un modo de tratamiento particular y propio del goce del Otro, de los retornos de lo real. El niño psicótico puede ser acompañado por el analista en este trabajo de la psicosis, en tanto que allí, hay emergencia subjetiva. La pregunta es: ¿podría pensarse este trabajo de la psicosis como una elaboración de saber sobre las marcas, los S1 de 'lalengua' (escrito así todo junto) materna? Si de allí se produjese una suplencia, esto conllevaría al descompletamiento del Otro, y habría un nombre posible para la pérdida, y acotamiento del goce del Otro.

El niño autista no puede operar, generalmente, con el significante de esta manera, porque no cuentan con ese 'libro en blanco' donde pueda escribirse/inscribirse esa primera letra, esas primeras marcas (S1) que será soporte de toda escritura posterior. Entonces, el autista queda convertido en ese personaje verboso que sólo se escucha a sí mismo, repitiendo ecolálicamente, sin voz, todas las palabras. Queda entonces desde su mutismo, recitando un 'saber imposible e impronunciable', que lo ensordece y lo deja fuera del mundo y fuera del tiempo, es el verbo hecho carne, el Verbo en lo real, sin anudamiento alguno en lo simbólico.

Es desde ese lugar inexistente para la escritura, que el autista dice: "no me leerás", y no se lo dice a cualquiera, se lo dice, tal como lo señala Lacan, a quienes se ocupan de él. Por lo tanto, por qué no pensar que con relación al tratamiento de un autista, éste convoca a un analista al lugar de un lector que no ha aprendido o que ya no sabe leer allí, en ese libro "disparatado". Pensar en una letra ausente, y no cualquiera, en tanto la letra es el sostén del significante, en una letra que no acude al llamado, en una letra impronunciable, en tanto Nombre sin Padre.

¿Qué lugar ocupa este sujeto en relación al deseo de la madre? Al decir de Lacan, queda en un lugar de objeto o falo de la madre, en algún sentido, formando parte del cuerpo de la madre. Recuerdo los dichos de una madre: "... para mí él ya estaba muerto...", me pregunto ¿qué se puede hacer con eso que es como un resto del que ese sujeto debe deshacerse para seguir viviendo? Podemos decir, que en relación al autista, el deseo de la madre es un deseo anónimo, un deseo que no pudo inscribirse en el Otro.

¿Qué lugar ocupa el padre en relación al deseo de la madre, respecto de estos niños? Una respuesta que se me ocurre como posible es: "da lo mismo". Nada más lejano a una respuesta teórica, nada más próximo a una verdad a ser trabajada. Otra madre dice: "nunca le dí importancia a los nombres..."

Un hijo reconoce a un padre, no por su cuerpo sino por su nombre, y un padre reconoce a su hijo nombrándolo, ¿qué sucede con la paternidad y la filiación en el autismo? ¿Cuál es el legado, cuál es la herencia?, y en caso de haberla, cómo se recibe para ser gastada y hacer con ella?

Entonces, teniendo en cuenta el lugar que el autista ocupa en relación al deseo de la madre, el lugar que el padre ocupa respecto de ese deseo, ¿qué se puede hacer en relación a esa letra ausente, cómo hacer para que ese llamado deje de ser el llamada a una letra ausente? Cómo conseguir ese espacio en blanco necesario para que esa letra se inscriba primero y se pierda después, dejando allí marca de su paso?

¿Cuál es la apuesta al trabajo con ellos?

A partir de empezar a pensar algunas cuestiones relativas a la escritura, como esa marca inicial y fundante, me pregunté ¿qué valor tendría el garabato y las marcas para el analista y para el autista?, ¿cuál es su valor?

Pero, ¿qué es un garabato? Etimológicamente, en la antigüedad significaba palito; también en varias lenguas tenía la acepción de roble y de rama. Ahora bien, en realidad la palabra correcta es garrapato, pero ha habido una superposición garrapato/garabato. ¿Qué es una garrapato? Letras o escrituras torcidas, excedidas en sus trazos, desordenadas, desarrapadas sobre una hoja de papel. Pienso que es posible ubicar el garabato del lado de una imagen virtual, en el sentido de que este dibujo tiene un valor y un efecto de representación. Podemos decir que parte del cuerpo se pone afuera, como objeto "a". En relación al autista, la meta a alcanzar, si esto fuera posible, es que el garabato pase a tener un valor para él. Esta virtualidad apunta a que el garabato tenga valor de sin sentido y no fuera de sentido.

¿Cómo opera el deseo del analista en ese lugar? Apostando a que algo pueda leerse allí, la necesidad de producir una nueva mirada, una visión diferente, una nueva forma de pensar, de leer viejos textos y antiguas trazos descubriendo en ellos una nueva frescura, sin apela a una saber sabido que vendría aquí a cerrar caminos.

Si pensamos el garabato como un trazo, ¿qué es entonces, un trazo? "...Un trazo es una forma estática que anuda el movimiento de una mano". Es también un acto gráfico fundamental, es una escritura; y en el caso del garabato una escritura muy particular.

Es posible relacionarlos un surco trazado en lo real, del que Lacan nos enseña que es un producto escritural de ese acto, que revela y sanciona el punto ﷓justo﷓ de nuestra presencia, si hay transferencia. Ese trazo sancionará entonces, para otro, el punto de una presencia, no de un significado sino de una presencia allí donde para el autista podríamos pensar que no la hay.

¿Qué será entonces, en relación a la escritura, lo que producirá un niño autista? Y, ¿cuál será la importancia de este producto para el analista y para él mismo?

Respecto de lo simbólico, en tanto es posible pensar a este sujeto, como fuera del tiempo y fuera del mundo, me pregunto ¿Será acaso en el punto preciso en que ese ser es llamado a ser, convocado en el tiempo y en el mundo?

¿El por qué de la marca y el garabato? La apuesta de trabajo apunta a que el garabato, ese trazo ilegible en el campo del Otro, pudiera ser el primer paso hacia el acto de parir un ser, del nacimiento de un ser; si esto es factible de ser escrito como acto, Uno. Tal como lo planteara Lacan cuando se refería al rasgo unario, marca de que allí hay Uno, que abre a las condiciones para que luego haya un sujeto, marca fundante que inicie la cuenta, que posibilite la historia, en la que ese sujeto pueda ser contado.

* Fragmentos Del Trabajo Central Publicado En El Nº 1, Agosto 2005, De La Revista ""a" La Letra" De La Sociedad De Psicoanalista De Rosario, Refundada En Agosto De 2004. El Trabajo Completo Puede Leerse En [email protected]

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El niño autista no puede operar con el significante.
 
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