Jueves, 18 de marzo de 2010 | Hoy
PSICOLOGíA › TODA CULTURA NECESITA RESPUESTAS SOBRE LA DIFERENCIA DE SEXOS
La autora, que dictará el seminario "¿En qué consiste la sexuación en el ser que habla?" rescata las polémicas definiciones de Freud y Lacan sobre la mujer, para recordar que es "la ética del deseo" lo que define la praxis psicoanalítica.
Por María Cristina De Biasi*
Es innegable que la barrera de los géneros está construida culturalmente y que la ciencia de hoy posibilita que alguien pueda traspasar esa barrera cambiando hasta cierto punto su sexo anatómico. Ahora bien, ese mismo hecho nos revela la necesidad ineludible para toda cultura, y en diferentes épocas, de construir sus respuestas respecto de algo que va más allá de esa diversidad, atravesándola: el enigma de la diferencia de sexos. Punto de no respuesta o de inconsistencia del orden simbólico al que queda sujeto todo ser en tanto que habla.
Dos cuestiones anticipaba Freud en el Malestar en la cultura: en el inconsciente no hay inscripción de la diferencia de sexos -la misma carece de todo contenido, permanece enigmática , y la sexualidad tiende hacia un pleno de satisfacción siempre inalcanzable. Hallazgos que, articulándose a sus hipótesis teóricas, arrojan luz no sin generar sus propios lugares en sombra.
Así, por ejemplo, la noción de "fase fálica" forjada por el fundador del Psicoanálisis como aquello que domina el proceso de sexuación, sea en el varón o en la niña, fue fuertemente cuestionada por algunos de sus discípulos -en su mayoría mujeres , dando lugar a un célebre debate en el mundo psicoanalítico de los años 30.
Podemos decir que, aunque en otros términos, la noción de falo -indisolublemente ligada a la cuestión Paterna no dejará de retornar en nuevos cuestionamientos, dentro mismo del campo psicoanalítico o más allá de él. A fines de la década del 40', Simone de Beauvoir publica El segundo sexo, texto en el cual, partiendo de la pregunta "¿qué es la mujer?", la autora analiza exhaustivamente el lugar de esta última desde el andamiaje que le proporciona su conocido aforismo: "la mujer no nace, se hace". Desde esta perspectiva, y sin ahorrar críticas a las concepciones freudianas, sostendrá que históricamente el hombre se ha planteado como lo Uno, la esencia, definiendo negativamente a la mujer, y desde esos parámetros, como lo Otro de dicha esencia.
Muchos años después, refiriendo a este texto, Lacan dirá provocativamente: "el segundo sexo no existe", "el Otro no existe". Claro que allí la categoría de Otro designa algo diferente. Réplica de Lacan que, resonando en su célebre aforismo "La mujer no existe", no implica en absoluto la inexistencia del sexo femenino, sino la de un significante que lo defina. Punto de enigma que impide al mismo tiempo que la relación sexual pueda escribirse lógicamente, lo que para nada significa que no haya encuentro entre los cuerpos sexuados.
Tesis de Lacan cargadas de consecuencias y que ponen en cuestión los mismos términos freudianos: ¿es que hay una sola libido?, sesgo por el cual el autor construye su hipótesis de un indecible goce femenino, más allá del falo. Del mismo modo este último será precisado como semblante, no remitiendo por cierto a ninguna esencia masculina. El semblante fálico es un significante sin significado, carece de todo contenido que pueda dar respuesta última a la falta inherente al deseo.
Aún así, y esto es muy saludable, el debate continúa. Se cuestiona fundamentalmente el ideal de heterosexualidad que se desprendería de las hipótesis de Freud o de Lacan. Michel Tort ironiza contra "el episcopado psicoanalítico", toda vez que el Complejo de Edipo se convierte en una verdadera Pastoral analítica. Por otro sesgo, Jean Allouch critica -y con razón la indiferencia de los analistas frente a las nuevas cuestiones de la erótica actual, sin dejar de leer en cierta argumentación de Lacan "el fin de la heterosexualidad".
Podemos coincidir con estas posturas: no se trata de que el psicoanalista se erija en guardián de ningún orden establecido. Lejos estaría en ese caso, como defensor de algún ideal, de la ética del deseo que define su praxis. Sin embargo, según entendemos, no se desprende de las hipótesis lacanianas aquel ideal de heterosexualidad, ni mucho menos una norma macho en la cual se sustentaría: nada más lejos del amo, sostenía Lacan, que el lugar del Padre.
Precisar que la heterosexualidad o la homosexualidad no definen per se una estructura, ni mucho menos una norma y/o su desviación; interrogar lo que la erótica de nuestro tiempo llama los transgéneros; definir en sentido estricto la noción de Perversión para el Psicoanálisis, serán las temáticas que irán trazando nuestro recorrido en el trabajo de este año.
*Psicoanalista.
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