Jueves, 8 de julio de 2010 | Hoy
PSICOLOGíA › PUNTOS DE CONTACTO ENTRE LA FILOSOFíA ANTIGUA Y EL PSICOANáLISIS
La filosofía practicada en la antigüedad consistía en mostrar formas de vivir y modos de actuar. Los filósofos eran, en algún sentido, activistas que proponían conversiones no religiosas dirigidas a modificar concretamente la vida cotidiana.
Por Andrés Cappelletti*
La Filosofía antigua era por cierto una actividad bien diferente de la que hoy se practica en Escuelas y Universidades. Lejos de este confinamiento al que hoy se la somete, y en el que se la ha reducido a la enseñanza de teorías abstractas y a la exégesis interminable y tediosa, la filosofía practicada en la antigüedad procuraba establecer una proximidad con lo real y su tarea consistía, fundamentalmente, en mostrar formas de vivir y modos de actuar, y también en enseñar ciertas "técnicas de existencia". Los filósofos de la antigüedad eran, en algún sentido, activistas que proponían conversiones no religiosas dirigidas a producir modificaciones concretas en la vida cotidiana, a tal punto que conocer a un filósofo implicaba, en muchas ocasiones, la crítica y la transformación de la propia existencia. Sin estrados, escritorios ni cenáculos, la filosofía hallaba el lugar apropiado para su práctica en los lugares públicos, a metros de un mercado, entre vendedores y comerciantes, los filósofos ofrecían sus palabras a quien quisiera escucharlas y examinaban entonces todas las cuestiones posibles: la vida, la naturaleza y la muerte de los dioses, el amor, el placer, la eternidad y el tiempo, la desdicha, la felicidad y el destino.
La filosofía antigua se diferencia de todas las que la sucedieron en que, precisamente, propone diversos ejercicios espirituales con el objeto de producir una transformación en la condición del sujeto que los practica. El propósito que se imponen las escuelas filosóficas de la antigüedad con tales ejercicios es la realización y el mejoramiento de uno mismo, puesto que el hombre, antes de esta conversión filosófica, se halla constantemente poseído por la desdicha y por preocupaciones vacuas, está sometido a la inquietud y acechado por pasiones que no sabe gobernar, y en definitiva no vive auténticamente y no es él mismo. Pero el hombre puede liberarse de ese estado, y puede con ello mejorarse, transformarse y alcanzar un estado de perfección.
Pitagóricos, estoicos, epicúreos y escépticos, el propio Sócrates y por supuesto, más tardíamente, Lucrecio y después Plotino, con todas las diferencias que separan a unos de otros, muestran la misma preocupación por lo concreto, por la vida cotidiana y por la voluntad de promover una existencia regulada o construida por la filosofía. En tal sentido Lucrecio cree que la filosofía, lejos de constituir un saber que puede justificarse a sí mismo y que tiene en sí su razón de ser, es siempre un instrumento de liberación interior, que adquiere una función catártica y soteriológica en tanto es un intento de purificación del alma y de la mente de las concepciones que aterrorizan y abruman a los hombres. Y aún Plotino, a pesar del carácter místico de su pensamiento, no escapa al proyecto antiguo de practicar la filosofía como una metodología de la propia metamorfosis en la que se combinen la ética y la estética; "No dejes de tallar tu propia estatua", nos aconseja el neoplatónico. Las prácticas morales rigurosas y austeras que muchas de las filosofías de la antigüedad proponen implican una actitud especial con respecto a uno mismo, una serie de técnicas y disposiciones que constituyen, como lo denomina Foucault, el "cuidado de uno mismo", la épiméleia heatou, indispensable en el proceso de transformación de sí como condición de posibilidad para el acceso a la verdad.
Porque sucede que en toda la filosofía antigua la verdad no se le ofrece al sujeto de pleno derecho, puesto que para acceder a la verdad el sujeto debe transformarse a sí mismo en algo distinto a lo que era; el precio que debe pagar por la verdad es, por así decirlo, su propia conversión. En el mismo sentido, la verdad no puede reducirse solamente a aquello que le es dado al sujeto a manera de resultado del acto de conocimiento; la verdad es algo que 'ilumina' al sujeto y que, al hacerlo, le proporciona la tranquilidad del espíritu.
¿Qué tiene que ver el Psicoanálisis con todo esto? Digamos solamente que el Psicoanálisis no es una ciencia; la ciencia, tal como se presenta en Occidente desde hace siglos, no exige ni propone ninguna conversión del sujeto ni le promete nada a nivel de una posible "iluminación" a la hora de los resultados. Y tampoco es una religión ni una actividad vinculable a la magia -aunque en algunas de sus formas, que no dicen por otra parte demasiado, se les parezca en algo . La idea de Foucault, que puede aquí servirnos de inspiración intelectual, es que muchos elementos del Psicoanálisis (especialmente en Lacan) pueden ser entendidos como reelaboraciones de exigencias que corresponden a la espiritualidad de las escuelas filosóficas antiguas.
*Doctor en Psicología. Docente Psicología UNR.
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