Jueves, 16 de marzo de 2006 | Hoy
El investigador y psicoanalista Juan Litmanovich, residente en Méjico ensaya sobre la verdad material y la verdad histórica en Sigmund Freud a través del pensamiento de Michel de Certeau.
Por Juan Alberto Litmanovich *
La historiografía tiende al llenado de las lagunas en la memoria y no a dejarlas vacías, dejar ese casillero vacío. La historiografía no tendría por qué dejar abiertos los casilleros. Podría jugar con las dos posiciones. En cambio el psicoanálisis opta por la segunda porque algo perdido funda al sujeto. Aunque lo imaginario cierra, lo simbólico abre. Es un doble juego del análisis. Es la relación con lo real que perturba a de Certeau. El discurso no alcanza a apresar lo real. Lo sabe. Sus colegas ¿a quién les hablará?), parece, no lo saben.
Sobre apresar lo real gira la investigación de De Certeau. Para la historiografía el pasado es escribible. La historiografía nace con la escritura. Es de la época escriturística. Pero también de Certeau afirma que el historiógrafo podría de hecho es lo que hace crear ausencias. Es decir: él no dice: "no se puede hacer historiografía"; señala cómo él quiere la historiografía. Se levanta sobre cierta forma de escribir la historia. Creo que Freud oscila entre estas dos propuestas y de Certeau dice: no. Freud abre y cierra. Hace luz y sombra. Carencia y obturación.
El problema central de la operación historiográfica es ese doble juego de mostrar la carencia y ocultarla. El investigador va a la fuente, al archivo, a caminar sobre las ruinas o los campos de exterminio. Por allí se puede pasar. Pero pasar como tocar, respirar, oler. Son restos de un acontecimiento. Es precisamente en esos restos que de Certeau dice que siempre faltará algo por apresar, y ese algo constituye la investigación. La hace, la define en forma silenciosa. De Certeau propone presentificar la carencia, dejar el casillero vacío, trabajar con el vacío. Y este problema se le presenta a Freud ante los dos textos: el del pintor Haizmann y el de Moisés. ¿Freud hace lo mismo con los dos textos? No. En el primero entra desde los manuscritos: lee, investiga, busca archivos. Entra como historiógrafo. El trata de descifrar el enigma de este pintor Bávaro. Para eso se instala varios siglos antes con las armas, las herramientas del ahora. En todo caso, por más que el texto nos resulte atrapante, Freud cumple, en parte, con lo que de Certeau señala de la historiografía: "(...) procedimiento que niega la pérdida, concediendo al presente el privilegio de recapitular el pasado en un saber. Trabajo de la muerte y trabajo contra la muerte (...) en occidente, desde hace cuatro siglos, 'hacer historia' nos lleva siempre a la escritura".
Freud parte del presente, con las armas del presente, en busca de lo pasado. "La historia es una forma de esta 'extrañeza', pues no es ni un dato inmediato ni un a priori, es el producto de un acto científico, que en este caso proviene del psicoanálisis". Frued toma el manuscrito del siglo XVII y con su arma, su "elucidación", su Aufklärung, su modelo interpretativo, hace una lectura. Todo parece ser llevado a una superficie. Freud también toma el texto que publicó el Dr. PayerThurn, ex director de la biblioteca antiguamente Imperial y Real, de los Fideicomisos de Viena, "Fausto en Mariazell" (1924). No son hechos en sí, sino fabricaciones. ¿Freud tiene la misma actitud frente al material que recibe de los historiadores que frente al material que recibe de sus pacientes? ¿Qué hace, entonces, con el material del pintor? ¿Interpreta? ¿Describe? ¿Hace relato, como diría de Certeau?... Freud sorprende porque toma distancia, a la vez, de la historiografía. En otro nivel se aleja de esta operación inicial, al suponer un sujeto que trasciende a la historia. Coloca ahora el pasado junto al presente; es como si dijera: "aquellos temas son mis temas, los de hoy, se trata de lo mismo".
En el segundo texto, "Moisés...", Freud parte las aguas. Precisa el punto exacto de la verdad material y la verdad históricovivencial; dónde hay un real y donde ficción, juego simbólico. Freud, en la tercera parte de Moisés y la religión monoteísta, diferencia el acontecer históricoobjetivo de la verdad históricovivencial. En el primero se trata del resto irrecuperable de la historia, del archivo donde sólo hay huella, traza, marca. Es lo reprimido primordial, lo efectivamente sucedido; en el segundo se trata de lo recuperable, el retorno, la construcción, el síntoma, desfiguración, producción, disfraz. Inclusive en Construcciones en análisis, texto de 1937, también retoma estos dos factores.
Para Freud, en el Moisés, hay una parte que es comprobada históricamente. La llama historia real o verdad material (Geschichte) o el acontecer históricoobjetivo (Geschichtliche), y otra parte que la llama verdad históricovivencial. Tiempo atrás, en 1927, en El porvenir de una ilusión, o sea 10 años antes del "Moisés...", nombra a la historia real Geschichte refiriéndose a la cultura, distinguiéndola de la verdad histórica Historisch. Esta es una transformación de aquella, una vestidura, un disfraz simbólico. En Sobre la conquista del fuego, de 1932, Freud hace referencia al "núcleo histórico del mito". En el posfacio escrito en 1935, correspondiente al texto Presentación autobiográfica, Freud hace referencia al trabajo de El porvenir de una ilusión. Afirma: "En El Porvenir de una ilusión, formulé un juicio fundamentalmente negativo sobre la religión; más tarde hallé la fórmula que le hacía mejor justicia: su poder descansa, sí, en su contenido de verdad, pero esa verdad no lo es material, sino histórica".
* Litmanovich estudió Psicología en Rosario. Reside en Méjico. Publicó el libro "Cuando el archivo se hace acto. Ensayo de frontera, entre dos, psicoanálisis e historia: Michel de Certeau y Jacques Lacan" (Ediciones de la Noche).
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