PSICOLOGíA › PARA LACAN, LO PROPIAMENTE MASCULINO ES UN ASUNTO QUE ESTá POR VERSE
Los cuerpos no terminan en el borde de las uñas o en el contorno que dibuja la piel. Una parte de cada humanidad reposa en esa amada presencia que alberga sus más preciados objetos, aunque con distintos alcances según el portador.
› Por Sergio Zabalza*
Más de una vez, Lacan deslizó que lo propiamente masculino es un asunto que aún está por verse. ¿Por qué no apelar a los poetas para ubicar los rasgos del macho en el siempre conflictivo encuentro entre los sexos?
Me duele una mujer en todo el cuerpo es el verso de un hombre. A menos que la frase connotara otro campo de significaciones, sería difícil imaginar una formulación similar para el caso de una dama. El clima de encierro y temor que Borges plasmó en "El amenazado"(2) delata la especial vulnerabilidad del macho en las vicisitudes del amor.
Por el contrario, en lo que a ellas compete, suele suceder que el dolor en el cuerpo también advenga como resultado de la felicidad, ese gozo -que no es masoquismo ni está exento de ternura a la que muchas se entregan gustosas, como si la plenitud de saberse deseadas les bastara para ofrecerse como un campo pronto a ser surcado por su compañero. (Así, por ejemplo, lo testimoniaba el personaje de Anita Perichon la abuela de Camila en el homónimo y célebre film de María Luisa Bemberg , al relatarle a su nieta los rastros que la pasión de su amante, Santiago de Liniers, dejaba en su cuerpo).
En uno y otro caso pareciera que nuestros cuerpos no terminan en el borde de las uñas o en el contorno que dibuja la piel. Una parte de nuestra humanidad reposa en esa amada presencia que alberga nuestros más preciados objetos, aunque con muy distintos alcances según quien sea el portador.
Los datos de la clínica suelen ser implacables en este punto: "Mi mujer dice que..."; o "Mi señora no está de acuerdo porque...", son -por ejemplo frases paradigmáticas a partir de las cuales muchos varones confían sus más íntimas tribulaciones.
Así, la mujer es la referencia a partir de la cual el hombre piensa y se piensa, compone la realidad, escribe, trabaja o se pavonea ufano sin anoticiarse del punto de apoyo que sostiene toda su impostura. "¿No viste dónde dejé...?", suelen preguntar cuando buscan el portafolio, los zapatos o los documentos. Para el hombre, el cuerpo de su compañera es un lugar, una patria. Bien ¿pero dónde termina el cuerpo de ella? Una respuesta tradicional diría: en los hijos. La evidencia clínica -y el devenir de la cultura indica que no bastan los hijos para dar cuenta del enigma que encierra la singularidad del cuerpo femenino. El cuerpo de una mujer no termina, no acepta medidas: te duele en todo el cuerpo. Quizás por eso los hombres se afanan por dominarlo, domesticarlo o retratarlo infinitamente.
Esta cuestión dislocada e imprevisible del cuerpo de ella, bien puede expresarse por una insatisfacción permanente o, por el contrario, en ese saber hacer con el enigma que más allá de los estereotipos estéticos abre el horizonte del goce propiamente femenino.
*Psicoanalista. Fragmento de "El porvenir de la diferencia", enviado por el autor. Fundamentos Seminario virtual en Comunidad Russell.
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