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Jueves, 4 de octubre de 2012

PSICOLOGíA › UNA MIRADA ACERCA DE LA VIOLENCIA FAMILIAR DIRIGIDA A LOS NIñOS

Las razones de un maltrato perverso

El autor sostiene que "cuando nace un hijo, es inevitable que el padre, además del amor y el deseo de paternidad, sienta celos del hijo que durante un tiempo prolongado monopolizará el amor de su compañera". Entre Tánatos y Eros.

 Por Domingo Caratozzolo*

El asesinato de un niño es un hecho que siempre causa conmoción, sobre todo si quien termina con su vida es un familiar que debería protegerlo. No son hechos inusuales, cualquier pediatra de un centro asistencial podría dar cuenta de casos que le tocó atender, y en muchas oportunidades nos enteramos a través de la crónica policial de los malos tratos a los que son sometidos niños y bebés, de un sadismo tal, que si no fueran registrados no podríamos imaginarlos. Chicos que son fracturados por castigos corporales, quemados con cigarrillos, golpeados brutalmente o finalmente asesinados por sus progenitores u otros cuidadores. Como docente de Violencia Familiar, tengo un extenso registro de ellos. Ante tales circunstancias, además del asombro nos invaden los interrogantes ¿cuáles son los motivos de esta conducta perversa?

Hace unos años en nuestra ciudad, Pintos, en un ataque de furia incontrolable arrojó a su hijo de 3 meses contra la cuna, causándole la muerte. Transcribo parte de una entrevista televisiva entre Beatriz, la madre del bebé asesinado y un periodista:

--Me dijo: andá con mi hermanita que está preguntando si vas a ir, pero no llevés al nene, mirá como está el tiempo, sobre que está apestado, lo podés apestar más. Yo daba vueltas pero no lo quería dejar.

--No lo quería dejar solo con él.

--Claro, porque a él le molestaba que llorara. El va a la casa de la mamá, cuando vuelve, yo lo estaba terminando de cambiar y el bebé estaba llorando. El viene y dice: "bueno negro, está bien que estés enfermo, pero eso no es para que estés llorando" y lo cazó de la ropita y me lo azotó contra la cama, lo volvió a cazar y lo tiró de la cama a la cunita, lo agarró de un bracito y de una patita y lo azotó contra la cunita. Como el nene seguía llorando lo agarró de nuevo y lo azotó contra la cama. Como yo intenté alzarlo me empujó y caí sentada, yo no decía absolutamente nada. "A ver, me dijo, vas a ver cómo lo voy a hacer callar". Lo levantó y lo cazó de la cabeza, y lo apretaba, le temblaba la mandíbula y en la mano se veía bien la fuerza que hacía. Me dijo: "querés ver como te mato este guacho, así vos vas a dejar de estar todo el día sobre él", y agarró y me lo apretó fuerte y me lo tiró de vuelta contra la cama, y me dice "más vale que lo hagas callar ahora". Entonces yo me levanté rápido y alcé al bebé, pero lo que menos me esperaba era esto.

--¿El ya le había pegado antes al chiquito?

--Sí, unos días antes.

Los celos son un compañero inseparable de la relación con las personas que queremos, por ello cuando nace un hijo, es inevitable que el padre, además del amor y el deseo de paternidad, sienta celos del hijo que durante un tiempo prolongado monopolizará el amor de su compañera. En la mayor parte de los casos, los componentes de la pareja toleran las frustraciones que causa la criatura y pueden gozar de este producto de la unión y el afecto. Pero cuando los celos y la posesividad tienen características patológicas y no permiten una aceptación de la nueva situación, el conflicto emergente puede dañar de manera duradera al vínculo. El padre, excluido de esta relación tan especial que se desarrolla entre madre e hijo, puede ofrecer una resistencia celosa a la misma y provocar una serie de conflictos que irán creciendo con el paso del tiempo. O puede abandonar a su pareja para así reiniciar otro ciclo de paternidad y abandono.

Los celos que todos compartimos, pueden estar exageradamente dimensionados (celotipia) en algunos sujetos inmaduros para los cuales los hijos son vivenciados como rivales equiparados a un amante de su compañera, despertando su rencor y maltrato.

Si a las condiciones mencionadas más arriba, le agregamos la impulsividad causante de violencia física intrafamiliar, tenemos configurado un cuadro de suma gravedad que es el que ocupa las columnas policiales.

La visibilización del maltrato infantil puede lograr que estemos alerta ante el mismo y pueda ser penalizado, pero sabemos que las tendencias Tanáticas forman parte de la naturaleza humana. Hagamos votos para que Eros contribuya a mitigarlas y podamos vivir en una sociedad menos violenta.

*Psicoanalista. www.dcaratozzolo.com.ar.

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A través de la crónica policial se difunden maltratos de un sadismo tal que no podríamos imaginarlos.
 
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