Jueves, 1 de agosto de 2013 | Hoy
PSICOLOGíA › LAS IMPLICANCIAS SUBJETIVAS DEL APRENDIZAJE EN LA PELíCULA PROFESOR LAZHAR
Enseñar o psicoanalizarse requiere de la presencia de los cuerpos y del amor. Así lo muestra el film dirigido por Philip Falardeau. La historia se recorta en una escuela donde un hecho dramático trata de ser silenciado por los directivos.
Por Graciela Giraldi*
Si bien diferenciamos el saber escolar que adquiere el alumno en su aprendizaje del saber del inconsciente que se pone en juego en la experiencia del sujeto analizante, ambas experiencias subjetivas no son sin el amor del niño, sin sus sentimientos, sin sus palabras y silencios, sus angustias y preocupaciones, sus gustos y disgustos.
Y si aprender o psicoanalizarse son experiencias subjetivas es porque no son etéreas ni internáuticas, sino que hay presencia de los cuerpos. Es decir, que tanto la relación del alumno con su maestro como el lazo del analizante con su analista están mediatizados por el amor de transferencia, por el amor al saber que el niño le supone a su maestro de carne y hueso como también a su analista. Ahora bien, no hay reciprocidad en la respuesta del maestro al amor de su alumno en tanto que con su acto el docente lo educa, así como la respuesta del analista a la transferencia de su paciente no es amarlo sino psicoanalizar.
Observamos en nuestra época que el amor al saber en los niños resulta en ocasiones no sólo sofocado por el mercado de la técnica informática, sino que el mismo lazo del alumno con su maestro resulta muchas veces cortocircuitado por el pretendido control higienista de los afectos que invade la vida en el aula.
Esta problemática es tratada en el film canadiense titulado Profesor Lazhar, dirigida por Philip Falardeau. La historia se recorta en una escuela donde ocurre un hecho dramático: el suicidio de una maestra en el aula donde daba sus clases. Un alumno de ella la encuentra ahorcada y queda shockeado, como así también sus compañeros.
¿Qué hace el cuerpo directivo de esa escuela? En un abrir y cerrar de ojos pinta el aula con otros colores y todo sigue igual que antes, es decir que los alumnos continúan yendo a clase normalmente. Aunque, movilizada por un fantasma de control afectivo, la Directora da lugar a los servicios de un psicólogo para que no se desborden los alumnos huérfanos de su maestra, y les pone un maestro reemplazante cuyo nombre es el Profesor Lazhar, a quien se le aclara de entrada que las normas escolares prohíben abrazar a los chicos, y que debe conservar la distancia física estricta con sus alumnos.
Esta pretensión aséptica también se extiende a no alojar la elaboración del duelo que cada alumno tiene derecho a hacer por la pérdida de su maestra, idea que no sólo es sostenida por esa institución escolar sino que es compartida por los padres, lo que no hace más que inflacionar la problemática del dolor subjetivo ante un duelo que se congela en su silenciamiento. Dicha política del avestruz provoca la desorientación, la soledad y la angustia de los chicos, pero también del cuerpo docente.
Hay una escena en la película donde una pareja de padres le exige al maestro que se dedique a enseñar y no a educar a su hija hablándole de los valores de la vida porque para educarla están ellos.
Interpreto que esos padres pedían un imposible al maestro al demandarle que no sea maestro sino un mero robot cumpliendo con el programa de enseñanza curricular, que no le pusiera el cuerpo a lo que enseñaba, que se remitiera sólo a dar conocimientos a sus alumnos y que silenciara el violento episodio del suicidio de su colega en el aula.
Por fortuna, el llamado profesor Lazhar se subvertirá a la demanda de mirar para otro lado, orientándose por su deseo de educar y apostando mediante su acto docente a la subjetividad de sus alumnos, y dará lugar a la elaboración del duelo por la pérdida de la querida maestra, alojando los temores y culpas de los chicos, y alentando a sus alumnos a ponerle palabras al dolor de cada uno por lo que no tiene explicación: la muerte de los seres queridos.
Esta película enseña que los niños tienen derecho a aprender el saber escolar pero también a ser escuchados como sujetos por sus maestros.
La diferencia con el psicoanálisis es que cuando un niño que sufre llega a lo del psicoanalista es el niño el que sabe sin saber lo que sabe. Al analista le cabe interpretar o enseñarle a leer al analizante el texto de su deseo inconsciente.
*Psicoanalista. Miembro ERINDA, EOL y AMP.
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