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Es poco conocido que el nombre artístico, o de fantasía, con el que se inmortalizó en la lengua española a Moe, Larry y Curly es una incorrecta traducción del inglés The three stooges, que popularizó como chiflados lo que correspondía a marionetas. En este punto es bien conocido el adagio traduttore, traditore. Puede bien haber esto ocurrido por cuestiones de mercado o de la ignorancia puesta a su servicio.

Esto no hubiera impedido que Los tres chiflados estuvieran menos locos para su público de siempre y es interesante señalar aquí que marionetas podría remitira la historia de estos actores que fueron marionetas -﷓esclavos podríamos decir-- de los rigores de sus contratos, ya que nunca fueron propietarios de sus espectáculos. Eran empleados a sueldo por semana, weeklyworkers. Esto --y no sólo su popularidad-- los habría llevado a mantenerse casi 50 años en el escenario, del que sólo la enfermedad y la vejez los bajó. El amo feroz del capitalismo tomó en la vida privada a estos personajes tanto como en la ficción tomó a Chaplin. ¿Habrá sido sólo el lobo feroz o se habrá colado el goce de cada uno?

Convengamos también que si bien fueron los chiflados más conocidos de occidente, esto no les valió el mismo puesto como los locos más famosos, mucho menos los únicos. Ya se sabe que el mundo está lleno de chiflados. Allí andan los clowns de tantos circos simulando cachetadas y repitiendo equívocos por el carrusel del mundo.

Entonces, ahora que podemos reclamar nuestro propio lugar en el ranking, cada uno con su chifladura, será con un poco de chifladura, no es cuestión de andar exagerando. Tal vez de eso se trate disfrutar de la libertad de renunciar al goce de las marionetas, ni tan cuerdos ni tan chiflados. Después de todo libertad y locura, ya nos advirtió Lacan, no son la misma cosa; ni mucho menos hay un chiflado igual a otro.

*Psicoanalista EOL Santa Fe. Fragmento Enapol Boletín nº 13.