Jueves, 24 de noviembre de 2005 | Hoy
Por Fabio Gentili *
En una nota publicada en Rosario/12, el representante del Colegio de Arquitectos eleva sus protestas en forma vehemente ante lo que interpreta como medidas del Gobierno Municipal que impiden la continuidad y ampliación de las inversiones inmobiliarias en Rosario, y en el barrio "Pichincha" en particular.
En realidad, sería muy importante que tanto el propio arquitecto Farruggia como los demás involucrados en el tema, se pusieran a analizar mucho más profundamente sobre el particular modo en el que se ha desarrollado la construcción edilicia en nuestra ciudad, especialmente en cuanto a lo anárquico de su implantación, basando las inversiones en las entendibles pero peligrosas ansias de rentabilidad rápida y alta.
Quienes invierten en construcción en cualquier país organizado del mundo, saben que tienen que atenerse a lo ordenado por las instituciones representativas del Poder Popular; en nuestro caso, la Municipalidad.
Lo ordenado y decretado, lo está porque los representantes de todo el Pueblo de la Ciudad recibieron esa potestad, ese mandato, y por lo tanto, no pueden algunos intereses particulares primar por sobre los del resto de los conciudadanos.
Es verdad que la inversión inmobiliaria trae aparejado un movimiento económico importante que sin dudas genera beneficios para la ciudad. Pero a la par de ello, debe comprenderse que la misma está conformada por hombres y mujeres que desarrollan y producen una determinada cultura, la cual es heredera de anteriores y gestora de las por venir.
Nuestra historia cultural ha sido generadora de especiales manifestaciones arquitectónicas y urbanísticas, entre las que las del Barrio de "Pichincha" se destaca no por la belleza de lujosas residencias (como en bulevar Oroño), sino por un particular entrelazamiento de sus construcciones, y especialmente por los usos que en ellas hubo.
Por supuesto que no puede pretenderse impedir cualquier tipo de cambios morfológicos o de uso, porque como toda manifestación cultural, la arquitectura y el urbanismo conllevan consigo el sentido del cambio.
Pero la regulación y profundidad de esos posibles cambios deben estudiarse, no basándose en las necesidades de rápidas y pingües ganancias de las empresas constructoras e inversores inmobiliarios, sino en un Plan que marque claramente los objetivos que como ciudad se pretende alcanzar.
Las diversas formas constructivas y de uso, combinadas con la preservación de las más importantes manifestaciones de la "historia construida", permitirá que vayamos hacia una ciudad mejor.
* Concejal del PJ.
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