OPINIóN
› Por Pablo Feldman
La siesta santafesina se vio inundada de banderas rojas que surcaron las calles y los bulevares capitalinos, desde la Legislatura hasta la Casa Gris primero, y desde allí al Teatro Municipal en la peatonal San Martín. Pasando frente a la Corte Suprema, el Arzobispado y al Club del Progreso, los militantes socialistas --en su mayoría llegados desde Rosario-- acompañaron a Hermes Binner en su histórico periplo de asunción. Desde los balcones caían papelitos y saludaban los vecinos, en las veredas se cuadraban los policías y los parroquianos del Bar López --casi una "básica"-- fingían indiferencia ante el paso de multitud. Realmente una fiesta. "De visitante", dijo un ministro apretado en su traje, que más tarde juraría por la patria, su honor y la Constitución, como la mayoría del staff gubernamental.
Hubo cantidad de imágenes y gestos que a lo largo de los próximos días merecerían ser analizados: La presencia del Jefe de Gabinete Alberto Fernández, la del ex-Intendente de Montevideo y actual ministro de Medio Ambiente del Uruguay, Mariano Arana, dirigentes del partido de Lula de Brasil, la alcaldesa de Zacatecas del partido de Manuel López Obrador, las palabras de Jorge Obeid al dejar el cargo, las diferentes formulas utilizadas para jurar por parte del gabinete, la ovación como en sus tiempo de teatro para Chiqui González, el compromiso "por la patria y la Constitución" que sellaron Binner y Tessio frente a la mirada fija de los obispos de Rosario y de Santa Fe.
Apenas prestó juramento Binner habló de "cambio". Y tal vez pueda parecer exagerado, pero los actos de ayer en la capital provincial fueron diferentes. Flotaba la sensación de que algo nuevo está por empezar, y no se trata únicamente de inaugurar otro período constitucional. El discurso medido del Gobernador --fiel a su estilo-- contrastó con la euforia de los invitados, en un ambiente parecido al de las colaciones de grado, que todos y cada uno de los integrantes del gabinete alguna vez han vivido. Los familiares, los amigos, los militantes, los curiosos, y los que no pudieron evitar estar allí.
Como escribió Pablo Neruda "y el pueblo llene las calles vacías con sus frescas y simples dimensiones, aquí está mi ternura para entonces, la conocéis, no tengo otra bandera...".
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