OPINIóN › SIETE DIAS EN LA CIUDAD
La proliferación de candidaturas municipales en toda la provincia habla a las claras de que ningún sistema electoral podrá devolverle la vida política a los partidos. Si bien las internas abiertas obligatorias mejoran mucho el panorama que trazaba la nefasta Ley de Lemas, hoy también se mezclan verdaderos referentes con lanceros, oportunistas y algún que otro ególatra que cree firmemente y más que nada, en sí mismo.
› Por Leo Ricciardino
La proliferación de candidaturas municipales y comunales -unas 1200 en toda la provincia- de cara a los comicios del 5 de julio, termina por malversar el sistema electoral provincial que se aplicará por segunda vez luego de la derogación de la fatídica Ley de Lemas. Es cierto que las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias son superadoras de aquel pastiche político que permitió verdaderas atrocidades a lo largo y a lo ancho de esta provincia; pero igual no logró disminuir la oferta electoral que en este caso, es claro, derriba aquel slogan de "más es mejor".
Sucede que no habrá sistema electoral que pueda hacer revivir lo que a esta altura parece definitivamente enterrado: la vida de los partidos políticos. Eso que encarnó la figura del extinto ex presidente Raúl Alfonsín y que fue tan saludado por los políticos en su público y masivo velatorio. Hoy para ser candidato, a cualquier nivel, sólo hace falta ser más o menos conocido y -lógicamente- medianamente ponderado por la opinión pública y los medios. No mucho más. A Cleto Cobos le bastó una madrugada de protagonismo en el Senado para ser "perdonado" por el radicalismo que lo había echado de por vida.
La excusa de la "ferocidad" de las internas políticas en Santa Fe fue el preámbulo para la Ley de Lemas. Nadie más quería ver ese vandalismo político que paría candidatos encerrados entre cuatro paredes. La cosa mejoró mucho: Ahora la sangre se hace pública y todos asistimos al espectáculo en vivo y en directo. Pero, ¿quién puede decir que estos nuevos candidatos son mejores que aquellos?
El fenómeno atraviesa a todos los partidos y, quedó demostrado, no hacía falta mantener la Ley de Lemas que era demasiado escandalosa. ¿Para qué?, si ahí está el peronismo embarcado en los neolemas, haciendo piruetas para que Carlos Reutemann y Agustín Rossi puedan convivir. "A la cancha y a contar los porotos", dice el corredor desafiante cuando en realidad no se sabe bien de qué cancha habla ni de qué porotos. Hoy los guapos abundan en política. No hace falta mucho de todos modos.
Cualquier muchachito impaciente que logra convencer de algo a algún referente que pueda financiar su carrera se lanza sin más. ¿Para qué esperar? Para qué iban a pelear para cambiar el partido Elisa Carrió, Ricardo López Murphy o Cleto Cobos. Eso lleva mucho tiempo, esfuerzo, militancia. Es más rápido armar un partido y posicionarlo adentro de algún frente. Total, todos necesitan demostrar amplitud y para eso están las nuevas fuerzas políticas, ¿no?. Igual que los jóvenes, ¿no?, que ya no tienen ninguna necesidad de pasar por alguna juventud política. Ni la afiliación hace falta.
Si se pudiera cotizar la cantidad de gritos y lamentos que se han escuchado en este país contra el bipartidismo, podría igualar el monto de la deuda externa. Ese monstruo bicéfalo que no permitía que crezca nadie, que amañaba elecciones internas, que perpetuaba dirigentes en el poder. Incluso, partidos nuevos que nacieron para romper con ese sistema bifronte y que crecieron a ritmo acelerado se fueron consumiendo rápidamente. Todos quedaron "viejos" y demodé en muy poco tiempo. Y vinieron nuevas formas. "Más democracia", dicen siempre los que alientan la multiplicación de las opciones políticas como si sólo eso bastara para mejorar a los dirigentes que crecen con ellas.
Es cierto que los partidos fueron en un momento tan rígidos que era imposible operar un cambio dentro de ellos, ya sea ideológico o generacional. Pero de ahí al todo vale hay un trecho realmente muy importante que es preciso destacar. Hace unos días el humorista Miguel Del Sel a quien el PRO de Mauricio Macri le ofreció una candidatura a diputado por Santa Fe; decía muy suelto de cuerpo que había estado reunido con "Marcelo Muniagurria, que me estuvo explicando un poco esto de qué es la política". Nadie duda de las buenas intenciones sociales que pueda tener el señor Del Sel, pero sería bueno que él mismo dude de quienes le proponen una candidatura para el Congreso de la Nación. Que se pregunte por qué lo hacen. Quizás ahí encuentre una respuesta para resolver su dilema. Pero este es sólo un ejemplo extremo, en una provincia donde personas que llevan 20 años en la política siguen siendo vistos como "invitados" a participar de ese sucio espectáculo del que sin embargo son protagonistas, creando la ilusión de que son capaces de salir limpitos.
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