OPINIóN › PANORAMA POLíTICO
› Por Pablo Feldman
El año se cierra como empezó, sólo que en 2010 no habrá elecciones. Sin embargo esta situación que debería facilitar el funcionamiento de la gestión no parece que vaya a presentarse. Muchas de las posiciones asumidas por el peronismo especialmente en la Legislatura se explicaban durante 2009 a partir de "el año electoral" y si bien hasta eso es objetable, no se apartaba de lo que comúnmente ha ocurrido entre gobierno y oposición sin depender de quien se que ostente uno u otro rol. Las tres instancias electorales que se sucedieron durante el año que termina, permitieron observar un comportamiento reflexivo de la ciudadanía que acabó agobiada por tanta campaña, vencedores y vencidos. En ese contexto el gobierno provincial apenas si hizo lo que pudo que seguramente ha sido bastante menos de lo que quiso, en parte por sus propias limitaciones, pero sin dudas el dique que se instaló en el Senado provincial se encargó del resto, y hasta el último día del año. De poco le sirvió a Hermes Binner explicar lo difícil que resulta gobernar no ya sin el acompañamiento legislativo sino con una mayoría especial en contra.
Tampoco le va a servir en adelante, porque las cosas sólo podrán empeorar entre gobierno y oposición a medida que se acerquen las horas de las definiciones para el lejano 2011. Hasta ahora Carlos Reutemann tiró la piedra y escondió la mano. Un poco porque le gusta la intriga es su pista preferida y otro porque calculó como siempre de qué lado soplaba el viento. Ni falta hacía que se expresara sobre cuestiones de la provincia. Su lugarteniente, Juan Carlos Mercier sabe desde el primer día cuál es el trabajo que debe hacer y responde al pie de la letra alineando a sus colegas reutemenemistas. Y a tenor de lo ocurrrido la semana pasada con los proyectos que tuvieron media sanción en Diputados, el "freno de mano" va a seguir puesto por orden del piloto.
Frente a esto, Binner no tiene demasiadas alternativas: Negociar, lo que conlleva ir a un terreno en el que el PJ le saca ventaja, no sólo por la impericia de los operadores socialistas o confrontar, para lo cual debe rodearse de sus hombres más confiables, y tirar el lastre de los recién llegados que hacen y deshacen en su nombre. Ninguno de los escenarios es sencillo. El primero resulta infructuoso en la medida en que "la orden" es poner palos en la rueda y lo que apenas se podrá conseguir es que los palos sean más chicos, y seguramente a un costo desproporcionado. El segundo escenario tampoco es cómodo, pero sí más propicio, sobre todo para poder sostener aquello de "buenos tiempos" y sobre todo "tiempos de cambio". Y no es otra cosa que gobernar con la opinión pública, para lo cual no sólo hay que estar libre de culpas y cargos, sino convencido de la necesidad de avanzar confiando en el electorado que depositó su confianza en la primavera del 2007 y convocarlo a defender ese proyecto.
La Constitución de Santa Fe que el peronismo también se opone a reformar prevé instancias de participación directa de la ciudadanía. El hecho de que las consultas sean "no vinculantes" resta efecto inmediato, pero de ninguna manera las hace estériles. Nadie con sentido común y deseos de seguir viviendo en la provincia iría en contra de lo que dispongan las mayorías. Y no se trata únicamente de destrabar el cepo económico que pretende paralizar la gestión y que tiene la marca del mismo hombre que le escamoteó el 13 % de su salario a los trabajadores bajo su órbita, sino que podría aplicarse a un importante número de decisiones que por ahora parecen postergadas y hacen a la convivencia, a la igualdad de derechos y oportunidades.
Optar por ese camino significa tomar riesgos. La alternativa se le presenta al socialista Hermes Binner. Ya tiene un lugar en la historia por haber sido el primero. Ahora tiene la chance de adornar ese lugar demostrando que además ha sido bueno. La decisión está en sus manos, lo que es seguro es que otro año con "jaque perpetuo" del Senado reutemista terminaría con sus aspiraciones políticas, y lo que es peor con la esperanza de aquellos que confían en que haya clases desde el primer día, hospitales funcionando como desde que el socialismo llegó a la Intendencia de Rosario, y estándares de seguridad que tengan más que ver con tareas sociales que con inundar las calles de uniformados. La otra opción es seguir explicando lo que hubiera querido hacer y el peronismo no lo deja. Probablemente sea cierto, pero inservible, porque mejor que decir es hacer.
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