Lunes, 21 de junio de 2010 | Hoy
OPINIóN › SIETE DIAS EN LA CIUDAD
La Nación copó los actos centrales, como debía ser en la primera visita de la Presidenta para el 20 de junio. En su discurso, Cristina Fernández la dio carnadura a la figura de Belgrano, como un hombre que supo jugarse por sus convicciones. Ayer, al menos, se dejaron de lado las rencillas entre los distintos niveles del Estado y la gente festejó.
Por Leo Ricciardino
La fiesta que habían soñado la Nación, la Provincia y el Municipio, sin duda, se vivió ayer en el Parque a la Bandera. Todo encajó -hasta el clima para que la ciudad disfrutara a pleno de los festejos por el Día de la Bandera como hacía tiempo no sucedía. Y, se sabe, si el pueblo disfruta, el pueblo está feliz y las autoridades saben de qué manera influye esa felicidad, por más efímera que sea, en la visualización de sus gestiones en los distintos niveles de responsabilidad.
Incluso no hubo pujas porque la Nación copó los actos centrales. Venía la presidenta por primera vez desde que asumió y eso ameritaba que esté rodeada de todos sus ministros y secretarios de Estado para darle otro espesor a su presencia. Hasta la militancia que se movilizó al monumento lo hizo en forma organizada pero pacífica: Esto es, hubo estructura para mover a la gente pero la gente en serio quería estar cerca de Cristina, no empujada por punteros o por el beneficio del refrigerio que acompaña generalmente estas acciones políticas.
Hasta se calculó que lo que pudiera capitalizar políticamente lo hiciera enteramente Cristina, por eso no estuvo Néstor Kirchner como se había especulado en algún momento de la mañana, cuando los aviones oficiales y los helicópteros comenzaban a surcar el cielo límpido de Rosario.
Además, los locales ya tendrían su momento. La inauguración de los muelles y el paseo nuevo del Parque España, junto al desfile cívico militar, eran para la presidenta. Lo de la tarde, la oferta cultural variada y de calidad de que se vivió en cinco escenarios distintos en una suerte de corredor cultural, era para el municipio en gran medida y otro poco para la provincia. Así se dividió el acto desde el punto de vista político, aunque a las familias que ocuparon el lugar central del parque a la bandera, poco les importen estos entretelones.
Para Cristina y el kirchnerismo la "revancha" era evidente: hacer pie y capitalizar el mismo espacio político que mucho meses atrás ocupó el campo y miles de rosarinos para rechazar la política del gobierno nacional en esa coyuntura. Rosario fue esquiva para los Kirchner y ahora esa misma ciudad -por decenas de factores volvía a celebrar la llegada de la presidenta. Aunque sea mayoritario el espíritu crítico de esta sociedad hacia los lineamientos del gobierno nacional, lo que sí desterró en gran medida es ese odio visceral casi impostado, muy difícil de explicar, hacia un gobierno que no le había dado la espalda a esta ciudad, pero que sí había quebrado alianzas fundamentales con amplios sectores medios. Lo de ayer fue un buen paso para empezar a recuperar esa confianza, fue un avance decisivo en ese camino que abrieron los fastos del Bicentenario.
A la hora de los discursos el gobernador Hermes Binner y el intendente Miguel Lifschitz casi transitaron por el mismo panegírico belgraniano, ajustado por el momento, quizás un tanto solemne. Más Binner que leyó su mensaje sin levantar la vista. Ambos hablaron del ejemplo indiscutido del prócer pero no lograron imprimirle dimensión política y humana a su figura señera. Sí lo hizo la presidenta, que recogió los mensajes de solidaridad y generosidad que desarrollaron sus antecesores en el uso del micrófono del palco oficial; pero disparó claramente: "Para lograr que sea efectiva esa solidaridad y esa generosidad con los sectores más desprotegidos de nuestro país, hay que tocar intereses, como los tocó Belgrano. Quiero que como Belgrano los dirigentes políticos de este país nos juguemos para poder estar cada vez más cerca del pueblo". Y agregó, por si fuera necesario recordarlo para alguien: "No ha sido fácil, no me es fácil y sé que no me será fácil" seguir adelante con su línea de gobierno.
Tanto Cristina como Binner evitaron en el contacto informal y desordenado que siempre se da con la prensa en estas oportunidades; salirse de los límites de lo que se estaba celebrando. Por eso Binner eludió de manera elegante y responsable cuando lo azuzaron con los dichos del día anterior del ministro Randazzo que afirmó que "la Nación invierte más en Rosario que la provincia y el municipio". Binner eligió una frase corta y poco ofensiva: "Creo que no está bien informado, pero no es importante hoy". Por su parte, la presidenta se comportó como lo viene haciendo en sus últimas apariciones, sin retos o críticas puntuales a determinados sectores, con una sonrisa, pero destacando firmemente su convicción acerca del rol que debe cumplir el Estado. Un 20 de junio para que se repita.
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