OPINIóN › SIETE DIAS EN LA CIUDAD
El socialismo tiene un doble desafío de cara a las próximas elecciones de mayo. Tanto Hermes Binner como Miguel Lifschitz deben transferir sus votos a sus delfines Bonfatti y Fein, respectivamente. La tensión política con Giustiniani y el ingreso a la meseta según las últimas encuestas. También, las remeras de colores de los jóvenes universitarios.
› Por Leo Ricciardino
Cuando faltan poco más de cuarenta días para las internas abiertas y obligatorias en Santa Fe, el socialismo tiene un problema espejo en la provincia y en la ciudad: el candidato a gobernador Antonio Bonfatti necesita tomar prestados los votos de Hermes Binner. Lo mismo que Mónica Fein, que en Rosario necesita los de Miguel Lifschitz. Rubén Giustiniani corre en ese sentido por otro carril, aunque nadie sabe a ciencia cierta hasta dónde podrán diferenciarse a los candidatos del socialismo más allá de los ingentes esfuerzos del gobernador en favor de su preferido.
En rigor, no es una situación nueva en el socialismo, pero tiene variantes que pueden gravitar. Ejemplo, cuando se impulsó la candidatura de Hermes Binner como intendente de Rosario era mayoritariamente desconocido por la gente, a pesar de sobresalir en su desempeño como secretario de Salud Pública. Lo mismo pasó cuando llegó el turno para Lifschitz: tenía un grado de desconocimiento tal entre los ciudadanos que hasta los publicistas se preocuparon por la complejidad de su apellido a la hora de exponerlo para la campaña.
Pero en ese entonces los votos no los tomaban necesariamente de sus mentores políticos sino del partido socialista en su conjunto y de la imagen de las gestiones. Es más, ya en 2003 Binner prefería a Bonfatti para sucederlo en el cargo, pero pesó más la decisión conjunta a favor de Lifschitz. Pero ahora, los candidatos fueron impulsados de manera mucho más personal tanto a nivel provincial como municipal, y esa situación puede presentar alguna dificultad a la hora de cerrar filas y lograr que la militancia se lance de manera concentrada hacia una sola postura cuando haga falta.
Tanto Giustiniani como Bonfatti y Binner prometen públicamente seguir al pie de la letra el viejo axioma peronista que indica que "el que gana conduce y el que pierde acompaña". Para muchos la tensión interna ha llegado a tal grado que habría que empezar a dudar de los acompañamientos.
Como sea, por ahora la imagen más real que se puede ver es a Binner con una gran soga tirando fuerte para traccionar a su candidato. Lo mismo que Lifschitz hace con Fein. Aunque por una cuestión lógica --sigue al frente de la gestión pública provincial - el ministro Bonfatti ha logrado despegar un poco su imagen y cosechar más volumen político para la contienda. La candidata a intendente del socialismo recién empieza con esa faena que se supone irá incrementando en las próximas semanas. Más teniendo en cuenta que los escenarios electorales difieren en cuanto polarizaciones: en la provincia la tensión Bonfatti Giustiniani deja a Mario Barletta en una posición de tercero expectante con intenciones de dar una sorpresa. Aquí en Rosario la polarización de Fein será con Jorge Boasso que, claramente, resulta más peligroso que su correligionario a nivel provincial.
Si bien todavía falta bastante para el 22 de mayo, sobre todo considerando que el electorado entra en calor recién en los últimos 10 días, los precandidatos socialistas a gobernador parecen haber ingresado al terreno que los consultores políticos describen como una meseta. Es ese lapso calmo pero tenso en el que las agujas no se mueven y las encuestas empiezan a repetir los números con escasas diferencias. Por eso poco puede sacarse en limpio de los sondeos de los últimos días. Giustiniani sigue adelante, Bonfatti creció, pero ambos aparecen como detenidos en el tiempo. Una situación que uno imagina exasperante para los principales interesados.
El gobernador trata de dejarle las buenas noticias a su delfín. Así, Bonfatti encabeza los anuncios, corta las cintas y cuenta las obras concluidas y en marcha. Binner se reserva para sí la confrontación política más dura, el choque directo con Giustiniani, la explicación de por qué están hoy en veredas diferentes y qué es lo que le conviene al electorado santafesino que valora cuestiones centrales de la actual gestión. Nada se descuida, y hasta una foto de Fein con la candidata a concejala del GEN Mónica Peralta es puesta bajo la lupa para examinar si de alguna manera ese retrato beneficia al adversario interno.
En la ciudad, Lifschitz es acompañado permanentemente por Mónica Fein, pero no puede delegar en ella anuncios e inauguraciones porque no pertenece a la administración municipal. Se trabaja más en la transferencia por proximidad y por eso también le cuesta más a la candidata adquirir un volumen político que la exponga más nítida y personalmente. Como diputada nacional, Fein tiene la gimnasia y solvencia para cualquier tipo de confrontación pública con sus adversarios. Es estudiosa de los temas, difícilmente se la encuentre con alguna opinión superficial sobre la agenda de rigor y sabe mostrar firmeza sin perder la calma. Se supone que la intención del socialismo será que todo eso aparezca lo más pronto posible en la arena pública.
Universitarios
Ver esta semana a los militantes de las distintas agrupaciones políticas que disputaron las elecciones de centros de estudiantes fue un verdadero impacto visual. Todos volanteaban en el frente de sus facultades con rigurosas remeras de distintos colores identificando a cada una de las agrupaciones. Parecían más promotoras y promotores que futuros dirigentes, pero esa es sólo una visión personalísima que --debo admitir- me entristeció un poco. No podía dejar de ver en esos uniformes a la moda una pizca de las nuevas tendencias políticas más vinculadas al marketing que a la mística.
Nadie pretende ver a jóvenes de barbita y lentes sacando sus volantes partidarios de un morral tejido en Bolivia, pero golpea ver que algunas cosas (que, por ejemplo, inauguró el PRO en la política) se hayan arraigado. Es muy prejuicioso de parte de este cronista y se entiende que lo más destacable de la cuestión es que los jóvenes universitarios se encuentren movilizados, organizados y con ganas de conducir procesos políticos dentro de sus casas de estudios. Pero también es una visión sincera.
El diputado nacional y candidato a gobernador del kirchnerismo, Agustín Rossi, se entusiasma diciendo que estamos en presencia de una "tercera oleada de participación juvenil". La primera fue la de los '70 con el grado de compromiso, sacrificio y costos que todos conocemos. La segunda fue la primavera alfonsinista del 83, donde los jóvenes volvieron a ocupar el centro de la escena política y que se empezó a extinguir con la desmovilización de la Semana Santa de 1987. La tercera empezó con Néstor Kirchner y se potenció con su muerte, que agigantó el mito político que volvió a poner a la juventud en las calles. La descripción es real y entusiasma, sólo pedimos un poco más de cuidado con las remeras de colores. Porque también la estética suele ser una forma de la ética.
(Versión para móviles / versión de escritorio)
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux