Viernes, 26 de julio de 2013 | Hoy
Por Silvia Lilian Ferro*
En el padrón electoral de la provincia de Santa Fe casi el 52 por ciento de sus electores son mujeres. En similares porcentajes, las mujeres son la mayoría de afiliados en los partidos políticos. Esta situación no es nueva, es una tendencia consolidada que se originó con la misma obtención de una parte de los derechos electorales que es el sufragio. Entre los antecedentes históricos, el caso más precoz de medidas voluntarias para cerrar las brechas de inequidad de género en la integración parlamentaria se dio en el Partido Justicialista, quien para las elecciones generales legislativas incorporó mujeres en las listas de candidatos al Parlamento Nacional y a elecciones legislativas provinciales de 1952.
Varias décadas mas tarde, en el plano internacional, los movimientos sociales por la igualdad entre varones y mujeres en todos los ámbitos de la actividad humana logran que en la Asamblea General de Naciones Unidas se apruebe la Convención para la Eliminación de toda forma de discriminación contra la Mujer (CEDAW). A partir de allí, en efecto cascada, en la Argentina se sancionó la Ley de Cuotas Mínimas 24.012 en 1991 y nuevamente en oleadas las legislaturas provinciales sancionan normas de distinto tenor como por ejemplo la Provincia de Santa Fe sanciona en 1992 la ley de Cupo Mínimo. Posteriormente, la Constitución Reformada de 1994 incorporó las medidas de discriminación positiva.
Estas medidas surgen del reconocimiento de que los sistemas políticos de los Estados Nación de Occidente no superan su conformación androcéntrica y excluyente de la participación de las mujeres, cuya matriz es la misma Revolución Francesa de 1789.
Se comprobó con los siglos transcurridos que las brechas de inequidad de género en la representación política y en los planos de decisión no iban a disminuir por la mera "evolución" cultural de la sociedad y mucho menos por el gradualismo en sentido positivo del sistema político occidental, incluyendo al argentino, mayoritariamente integrado y controlado por varones. El retorno a la Democracia no trajo una mayor apertura a compartir los espacios político institucionales entre varones y mujeres, aunque éstas participaron activa y heroicamente en la lucha por su recuperación en las décadas previas así como en cada agenda emancipatoria en todas las etapas de la Historia de la Argentina.
La interpretación minimalista de los cupos/cuotas mínimas es particularmente fuerte en algunas jurisdicciones y en eso se observa una transversalidad partidaria, a la vez que muestra la hostilidad del sistema político a compartir los espacios de poder y decisión con las mujeres.
Las provincias de Río Negro, Santiago del Estero y Córdoba subsanaron de plano los conflictos de interpretación con la participación equivalente de varones y mujeres de forma alternada en las listas, alcanzando la paridad de género. Es el paso posible para evitar los retrocesos fácticos en términos de equidad de derechos políticos.
*Doctora en Ciencias Sociales, autora del libro "Ser, Estar y Actuar. Mujeres y participación política en la provincia de Santa Fe" (2004).
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