Domingo, 24 de agosto de 2014 | Hoy
OPINIóN › PANORAMA POLITICO
Por Pablo Feldman
La masiva movilización del jueves frente al Monumento a la Bandera obligó a funcionarios, dirigentes y referentes sociales a retomar un tema que si bien no había cedido en cuanto a su permanencia en la agenda cotidiana, había dejado lugar a otras cuestiones también importantes pero no determinantes.
El crímen del jóven Mariano Bertini, en la casa de la familia de barrio Echesortu, generó una reacción que fue creciendo hasta desembocar en una manifestación de miles de personas reclamando a las autoridades soluciones al flagelo.
El componente social de la manifestación del jueves provocó respuestas que suelen demorarse cuando las víctimas no pertencen a ese estrato, ya sea porque no aparece la exigencia televisada o viralizada por las redes sociales, o porque en algunos casos se apela al "ajuste de cuentas" como causa inevitable, o simplemente porque se minimiza la repercusión.
Pero cerca de 10 mil personas frente al Monumento, expresiones genuinas de dolor, jóvenes y adultos que daban cuenta del suceso, no permitían que esta vez no hubiera -al menos en el discurso- declaraciones oficiales. Y no está mal, si cuando ocurra otra tragedia como lo es tronchar la muerte de un joven de 22 años, o un adulto, o cualquier persona, la reacción es la misma. "Mataron a uno de los nuestros" repitió por varios medios una mujer triste y enojada, en un reduccionismo comprensible por el momento que se atravesaba pero peligroso como exlicación. El mismo pensamiento que lleva al error a la hora de escuchar "mientras se maten entre ellos" cuando se conocen las crónicas de balaceras entre jovenes de sectores marginales.
Lo más preocupante no son las declaraciones o exabruptos de quienes están inmersos en el dolor de una muerte cercana y reciente, sino la manera que la clase política metaboliza esos mensajes. Y es allí cuando surge una competencia de opiniones que no hacen más que enunicar el problema como si con eso se solucionara.
Desde los despachos más empidados, de la nación, provinicia y municipio se alzaron las voces de repudio al crímen como no podía ser de otra manera y en algún caso se avanzó desatanidamente en proponer soluciones, que no son tales.
Hace diez años era asesinado Axel Blumberg, y su muerte provocó una reacción en la opinión pública que se tranformó en marchas con cientos de miles de personas y emergió de la tragedia la figuura de su padre, Juan Carlos, que fue rodeado de sectores de la vida política proclibes a la simplificación que supone la "mano dura" como política de seguridad.
Se votaron a los apurones una serie de leyes que así como fueron sancionadas dejaron de aplicarse. Una por ejempo, entregar DNI a la hora de comprar un chip para celulares de modo de identificar al usuario. Esa, por citar una de las tantas que nunca se apicaron. Además, como es lógico el endurecimiento de penas, que una década después se volvió a plantear con la reforma del código penal, y dotar de mayores atribuciones a la policía y fuerzas de seguridad.
Podría decirse que fueron emergentes de una crisis. Y que Rosario, con más de 165 crimenes en el año está expuesta este tipo de simplficaciones.
Desde abril hasta ahora las estadísticas del Ministerio de Seguridad sostienen que se ha reducido el delito en un 40%, las del Poder Judicial no son tan generosas y hablan de unn 30%
En cualquier caso los números son alentadores, y producto del desembarco de las fuerzas fedeales el 9 de abril. El ánimo de la población fue mejorando a la luz del accionar de gendarmes y prefectos y la evidente reducción de episodios callejeros permitió recuperar parte de la vida cotidiana que se había perdido en los últimos años.
A la par, el gobierno finalmente comenzó a poner en marcha la tan mentada reforma policial, que supondría la depuración de una fuerza que como en ninguna otra provincia tiene denunciados comisarios por enriquecimiento ilícito, procesados agentes y oficiales por acciones delicitivas y preso a un jefe por sus vinculaciones con el narcotráfico.
Este panorama es el que rodea el accionar de los funcionarios provinciales.
El Poder Judicilal, lento y prezoso, acumuló durane años expedientes con denuncias y una manifiesta decisión de no hacer nada. Desde hace un año, condicionados también por la impronta personal de fiscales propios y federales sobre todo, ha comenzado a sacudirse la modorrra e impulsar algunas causas. De todos modos, es bajísimo el nivel de esclarecimiento de delitos, incluídos crimenes, el ataque a la casa del Gobernador, el asesinato del Comsario Morgan, la persecusión al auto del vice Ministro Matías Drivet en la autopista a santa Fe, para citar algunos emblemáticos. Esto es revelador de las limitaciones en el combate contra el delito.
Está claro que se actuó sobre la emergencia, que la decisión política del Gobernador fue modificar drásticamente el escenario. En principio, y utilzando una figura de la medicina, se lograr bajar la fiebre. Los gendarmes y prefectos y parte de la policía hicieron su trabajo, comandados por Sergio Berni, quien más allá de algunos ribetes cinematográficos, sabe lo que tiene que hacer y lo hace. Casualmente el militar Berni también es médico así que, siguiendo con la metáfora, conoce al paciente. Y ese es un tema central en cualquier área de la gestión. Un mapa del delito, como lo tienen las grandes capitales del mundo. Saber dónde está uno parado. No un mapa al estilo "indec" que sirva para intentar hacerle creer a la ciudadanía que las cosas no están tan mal. Con ese mapa, intérpretes, profesionales, capacitados, expertos, como se hace en los Hospitales, que hay médicos y enfermeros, no dibujantes ni relacionistas públicos. Y para eso hay que capacitar, generar cuadros, levantar la mirada y salir de la urgencia permanente. Y por supuesto, adecentar la policía. Para eso la ejemplaridad es vital, más en una fuerza de estructura vertical.
Con marchas y contramarchas, la mayoría de las cuestiones enumeradas en el párrafo anterior el gobierno intenta ponerlas en funcionamiento. Carente de recurso humano apto, intenta suplirlo con gente de su confianza y de gran dedicación. No está mal pero no es insuficiente.
De todos modos el vector parece trazado. Lo que falta es profundizar los cambios estructurales, sostener la decisión política y evitar caer en las simplificaciones que se proponen -en muchos casos de buena fe- solo atendiendo las consecuencias de los hechos y no las causas que los generan. El "cliche" de "más policía" para combatir el delito, al menos en Santa Fe deberia dar lugar a otro más elaborado, que contemple otros actores y que podríamos resumir en "mejor policía, jueces laboriosos, funcionarios capaces y responsabilidad social de la ciudania".
Este es sin dudas el tema fundamental para todos los santafecinos.
Su abordaje debería permitir recnocer propuestas y maneras de llevarlas adelante. El año que viene habrá elecciones, y el programa de seguridad, o como se quiera llamarlo, estará en la agenda de los candidatos. Sería conveniente, más que eso, necesario, interpelarlos para que digan qué hacer y sobre todo cómo hacerlo. Las consignas que atronaron estos días nos pusieron en el lugar donde estamos. Ninguna frase hecha o los lugares comunes de la protesta están bien para los familiares de las víctimas y la cuidadanía atemorizada. Nunca para quienes piden el voto para conducir los destinos de una provinicia que merece un futuro diferente.
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