Sábado, 25 de abril de 2015 | Hoy
Por Gerardo Rico *
Con su habitual cara de piedra, y rompiendo su proverbial parquedad, en los últimos días se lo escuchó decir que Néstor y Cristina Kirchner serán recordados "por el enriquecimiento que tuvieron los amigos del poder".
Después de haber depredado las entrañas del peronismo santafesino, asumiendo el rol de comandante de una fuerza de ocupación, desarticulando la militancia, despreciando la participación, renunciando a la movilización, negando las banderas que Juan y Eva Perón pusieron en manos del Pueblo, hace poco se mostró en una foto con el jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri, sellando un acuerdo que lo muestra tal cual es, un representante de la derecha oligárquica que históricamente enfrentó al peronismo.
En las elecciones primarias abiertas, simultáneas y obligatorias del domingo pasado, y sin ser siquiera candidato del PRO, celebró junto al cómico Miguel Del Sel y su nuevo jefe político un dudoso triunfo, a expensas del movimiento que lo consagrara dos veces gobernador y lo sentara en su actual banca de senador mudo y nada propenso al trabajo parlamentario.
Que hable de amigos del poder que se enriquecieron gracias a los Kirchner al mismo tiempo que se une a la fuerza política que lidera uno de los empresarios que más se benefició con las privatizaciones del menemismo, que hizo negocios antes y después de ser gobernante, es un nuevo insulto a la inteligencia del Pueblo.
Este personaje nunca fue peronista. Lo más cerca que estuvo del peronismo fue cuando estrechó la mano del General Perón tras el Gran Premio de la Argentina de Fórmula 1 en 1974.
Como gobernador llegó a designar a su masajista como juez de paz, permitió que muchos parientes y amigos se enriquecieran vergonzosamente, y habilitó jugosas tajadas a los empresarios que se quedaron con la empresa de aguas y el Banco Provincial de Santa Fe, que privatizó sin piedad.
Usa la técnica de hacerse entender desde el silencio. Se expresa con la parquedad del ignorante guionado por terceros y lanza consignas y opiniones básicas que no lo comprometen ante el núcleo duro de su electorado y a la vez le permite cautivar a algún "independiente".
Considera que haber llegado a la política luego de ser exitoso en otras lides es un mérito en sí mismo. Dice o insinúa que odia a la política, pero se vale y saca provecho personal de lo peor de ella. La única política que realmente rechaza es la que distribuye la riqueza nacional, propugna la inclusión y la justicia social y no se arrodilla frente a la angurria de las corporaciones.
La falta de coraje político fue notoria en 2003, cuando la posibilidad de una candidatura presidencial estuvo al alcance de su mano. Arrugó cobardemente.
Nunca, con Néstor vivo, se animó a criticarlo, y mucho menos tratarlo de ladrón. Su cobardía lo lleva ahora a envalentonarse, de la mano de Alí Babá y de un despreciable candidato que calificó a la Presidenta de "conchuda" y "vieja chota", se excusó ante un posible votante que lo invitó a un asado y le dijo que no esperara que él "llevara las putas", y aseguró que las adolescentes "se embarazan para cobrar la Asignación Universal por Hijo".
Fracasado en su deseo de ser campeón de Fórmula 1, fracasado en su afán por llegar a ser presidente de la Argentina, el peor de sus fracasos, paradójicamente, se inscribe en el marco de su mayor logro: habrá llegado a ser gobernador, pero jamás podrá decir que fue un gobernador amado por el Pueblo. Tal vez sea eso lo que motiva su infame acusación a Néstor y a Cristina, de quienes no hace falta recordar cuántas demostraciones de afecto recibieron y reciben de parte de las grandes mayorías.
Carlos Reutemann no es un traidor, es un miserable.
* Diputado provincial. Miembro de la mesa nacional del Movimiento Evita.
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