OPINIóN
› Por Carlos Del Frade y Majo Gerez*
Hace unos días atrás, hubo un encuentro en la Casa Rosada liderado por el jefe de Gabinete junto a presidentes/a de distintos partidos políticos para discutir la reforma electoral. Entre los distintos puntos del debate, el Partido Socialista coló el pedido para que sea obligatorio el 50 por ciento de los cargos para las mujeres. Algo no menor cuando la foto de dicha reunión muestra que de los 19 representantes de los partidos que se reunieron, sólo una era mujer (Graciela Camaño, de Tercera Posición).
Entendemos que sería un necesario e importante avance que se implemente la paridad de género en los distintos niveles de participación política. Porque sigue siendo uno de los espacios más relevantes de la vida pública, por ende uno de los espacios más favorable para los varones. Históricamente los varones se han encargado de mantener a las mujeres lejos de los espacios de toma de decisiones, confinándolas a lo privado y a las tareas domésticas y de reproducción. El acceso a los derechos sociales y civiles fueron logros de las mujeres movilizadas tras duras luchas por la igualdad. Sin ir más lejos, pasaron casi dos siglos desde el momento en que se declaró que los hombres tienen todos los mismos derechos hasta que las mujeres pudieron tener acceso al voto.
Sin ir tan lejos en la historia, si revisamos las "cabezas" de listas de las elecciones provinciales pasadas o la actual composición de la gestión del gobernador Miguel Lifschitz, nos encontramos con números que nos muestran que el Gabinete está compuesto por 2 mujeres de 17 (y vienen de la gestión anterior). Las candidatas a Gobernador/a en las primarias fueron ninguna de 9, las candidatas a Vice-Gobernador/a en las primarias fueron 4 de 9 (44 por ciento), mientras que de las 26 listas de diputadxs sólo 4 fueron encabezadas por mujeres (15 por ciento).
Romper con las lógicas patriarcales exige que estos lugares sean puestos en debate. En el país que generó el Ni Una Menos, el conjunto de nuestro pueblo salió a manifestarse en contra de la violencia de género. Por eso, es importante poder visibilizar los otros tipos de violencias que se ejercen sobre las mujeres. Violencia también es cuando se las trata como ciudadanas de segunda, donde su palabra e ideas tienen menos peso que la de los varones de la política, donde para algunos siguen siendo ese cupo incómodo que cumplir y no son reconocidas como mujeres empoderadas con capacidad de hacer política a la par de sus compañeros.
El fondo de la cuestión va más allá de la necesaria paridad, que significaría un avance más en la democratización de nuestras sociedades. Pero es necesario explicar por qué no sería la respuesta final para romper con las relaciones de poder asimétricas entre varones y mujeres.
Es necesario poner la mirada en las formas en que se da la división de las tareas hacia adentro de las organizaciones políticas. La integración de la mujer en el mundo del trabajo, y su correlato en las organizaciones, en su mayoría sigue apareciendo como una extensión de sus labores domésticas o vinculado a tareas del "cuidado". Existe la tendencia a la ocupación de la mujer en tareas que representan roles considerados como "femeninos"; como las tareas administrativas, de logística, de formación. Mientras que los varones se ocupan de las áreas de producción política, relaciones políticas, elaboración teórica y referencia pública. Se sigue reproduciendo ese "hacia adentro" para las mujeres y ese "hacia afuera" para los varones, bajo la falsa idea de la condición "natural", sin analizar que esta condición en realidad está generizada.
Es necesario que las fuerzas políticas que luchamos para vivir por fuera de las lógicas machistas podamos entender que esto no es sólo cuestión de sumar más compañeras sino de cuestionar las lógicas de poder excluyentes, autorreferenciales y violentas que reproducimos.
Apostaremos a dar este debate en el marco de la reforma electoral, como al interior de nuestras organizaciones, en el compromiso de seguir avanzando en la conquista de los derechos de las mujeres. Así como fuimos el primer país del mundo en obtener el cupo femenino, ahora es momento de ganar la paridad. Las mujeres son la mitad de la población, y la paridad real no significa otra cosa que el reconocimiento del lugar les corresponde. Tal vez así también sigamos apostando a una vida libre de opresiones y violencias para las mujeres.
*Diputado provincial del Frente Social y Popular y secretaria de género CTA-A Rosario
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