Lunes, 20 de noviembre de 2006 | Hoy
OPINIóN › 7 DIAS EN LA CIUDAD
Diez minutos bastaron para destrozar la ciudad y cuando pasó la primera
conmoción en los sectores medios por los daños a propiedades y vehículos,
sobrevino la tensión social entre los que -siempre- tienen más para perder. Ahí accionó el gobierno en sus tres niveles, pero también y
sorpresivamente, lo hicieron varios hombres del Concejo Municipal local.
Por Leo Ricciardino
Desde el miércoles a las 17.10 no hubo otra conversación. Sólo las piedras y su impacto en esa tarde que fue noche cerrada por unos 20 minutos. Cuando se vino la noche. Pero la tenue luz de las horas y los días que siguieron, permitieron divisar perfiles más o menos nítidos de estremecimiento, dolor y pérdida; pero también de solidaridad y -cómo no- de política y gestión.
Mucho se ha comentado de la coordinación Municipio, Provincia y Nación en la emergencia de Rosario. Los funcionarios que estuvieron a la altura de las circunstancias y los que quedaron en evidencia como torpes actores de reparto de una película que era para hombres y mujeres de acción. El criterio y la firmeza cuando el temporal daba paso a un creciente reclamo social que hizo recordar a otras épocas más duras en esta ciudad.
Pero más allá de los rápidos movimientos de los hombres del Ejecutivo en sus tres niveles, también llamó la atención el accionar de algunos representrantes del Concejo Municipal de Rosario; un cuerpo del que algunas cosas no se esperaban. Desde allí el presidente Miguel Zamarini y el vicepresidente primero Osvaldo Miatello, tuvieron un amplio, silencioso, y muy efectivo despliegue. No es casualidad, tanto el socialista como el peronista ocuparon años atrás áreas relacionadas con la emergencia social y conocen el territorio y sus tensiones. Zamarini fue nada menos que secretario de Promoción Social en el convulsionado 2001; y Miatello ocupó la cartera de Promoción Comunitaria de la provincia casi para la misma época.
Zamarini fue el que dijo después de visitar algunos de los barrios más afectados: "Señores, hay que estar atentos y organizar la ayuda lo más rápido posible porque en algunos sectores la tensión que pude advertir me hizo acordar a diciembre de 2001". Y claro, fue escuchado, el hombre hablaba con autoridad y experiencia propias. Fue después de estas palabras cuando se tuvo una real dimensión de la crisis; en medio de algunos discursos periodísticos confusos que llamaban a Gendarmería y a un juez para que "desaloje ya los piquetes" que se multiplicaban en reclamo de ayuda por la catástrofe.
Miatello, por su parte, tuvo una acción tan decidida como poco difundida. Su presencia en un sector muy afectado de la zona oeste "levantó" nada menos que el corte de una vía que impedía el paso de un tren. Claro que esto sólo lo pudo lograr por conocer a algunos de los "punteros" de organizaciones sociales y políticas que actuaban en el terreno. La presencia de cualquier otro dirigente desconocedor de esas realidades, quizás hubiera exacerbado los ánimos.
Y fue, precisamente, este movimiento consensuado de "pinzas" el que se repartieron socialistas y peronistas según el conocimiento de "sus" territorios y referentes barriales para evitar que se desatara una crisis que después iba a ser muy difícil de frenar. Lo cual marca dos cosas fundamentales: El consenso alcanzado por estos partidos en la emergencia y el absoluto desinterés en intentar sacar algún rédito político en el río revuleto. Algo que hubiera sido sencillamente suicida.
Otros concejales como Nire Roldán y Carlos Comi del ARI aportaron desde los lugares que conocen bien, como la defensa del consumidor ante los atropellos que empezaban a presentarese con contratos de seguros, precios de los vidrios para autos y viviendas, y la pelea entre propietarios e inquilinos para saber quién pagaría los daños ocasionados por el meteoro. Y seguramente hubo más concejales que hicieron su aporte, como así también otros que -por lo menos- contribuyeron a un clima político saludable optando por el silencio ante la emergencia. Lo mismo que hicieron la mayoría de los precandidatos para distintos cargos en 2007 que supieron rápidamente que tenían mucho más para perder que para ganar ante semejante panorama de bronca generalizada.
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