Domingo, 11 de enero de 2015 | Hoy
Por Pablo Bilsky
Me indigna. Me da mucha bronca, doctor, cuando escucho a la gente burlarse del coaching ontológico cristiano. A mí me salvó la vida. Y no sólo a mí, sino a muchas personas más. Personas cercanas, personas que yo conozco, doy fe. Hay que ser humildes y reconocer que uno, a veces, no puede manejar solo su vida. Hay que saber reconocerlo, como dicen los pastores coaches, a veces es necesario tercerizar la existencia de uno, como enseñaba Sócrates, a veces es necesario que otros gerencien tu vida y te ayuden a vivirla en plenitud. Yo no estaba conforme con mi vida, con mi cara, con mi aspecto. Me sentía discriminado y eso me generaba odio, resentimiento, depresión. Pero después entendí que aquello, mi cara, mi aspecto exterior, en realidad eran una señal del Señor. Yo necesitaba mucho del Señor, como todos, pero más. Yo lo necesitaba, pero no me daba cuenta. Así como usted me ve ahora, doctor, laburando todo el día, con una familia hermosa, tres hijos que son mi sol, yo estuve en el infierno. Entré al infierno y salí. Pude salir, por suerte. Parece imposible, pero se sale, todo es difícil hasta que te proponés hacerlo. Eso me lo enseñó el coaching ontológico cristiano. De eso se trata el coaching ontológico cristiano. Y ahora, puedo dar testimonio de lo que es el coaching ontológico cristiano, de lo que es de verdad. Ahora doy testimonio con la verdad de mi vida y de mi experiencia. Puedo dar testimonio, por lo que yo pasé. No me lo contaron. Me decían Duracell. Arrancaba temprano, a la mañana, y encaraba directo, me compraba merca, y le daba, y le daba, mientras trabajaba incluso, doctor, y después también. Le daba sin parar, todo el día. Sí doctor, llega uno a un punto en que se aleja de la familia, de los amigos, de todo. Lo único que quería era drogarme. Cuando terminaba de trabajar quería encerrarme, solo, a seguir aspirando. Veía películas pornográficas y me masturbaba, hasta quedar agotado, tirado, como una piltrafa. Y al otro día empezaba de nuevo, siempre igual. Ahora todo cambió, todo es distinto ahora. Toda es más controlado y calmo ahora, gracias al coaching ontológico. Cuando se vive en la luz, todo coopera para el bien. Pero yo estaba en el infierno y no me daba cuenta. En medio de ese infierno, mientras atravesaba esa etapa de confusión y resentimiento, conozco a un tipo que me dice que trabaja en una productora musical internacional. Me dice que yo soy igual a Lenny Kravitz, el cantante. Yo, en realidad, en ese momento ni lo conocía. Me dice que yo podría ser un perfecto doble de ese cantante, "stunt" es la palabra en inglés que después aprendí. Me dice que lo llame, para hacer una prueba. Yo, en ese momento, ni le creí ni tampoco le entendí bien qué me estaba diciendo, para serle sincero, doctor, pero le di mis datos. Al tiempo el tipo me llama y me dice que hay una posibilidad concreta de grabar un video clip musical, y que yo haría de doble del cantante. La cosa fue larga, voy a hacerla corta, doctor. Mandé fotos, me tomaron pruebas en Buenos Aires, hasta que un día me dicen que tengo que viajar a Londres, a filmar. Lo que me pagaron fue mucho, la verdad. Resulta que era el video de una canción de amor y desesperación. La canción narra la historia de un tipo que se da cuenta de que la vida no tiene sentido, que es una mierda, y que va a un puente antiguo que hay en Londres y se tira. Se quiere suicidar, pero después, cuando está en el aire, le crecen alas y se salva. Vuela, las alas del amor lo salvan, la voluntad de vivir, la voluntad de cambiar lo salvan. Ese fue otro mensaje del Señor para mí, pero en ese momento yo no estaba en condiciones de entenderlo, mi corazón estaba cerrado al Señor. Resulta que, se la hago corta doctor, viajé a Londres nomás. Y después de muchos preparativos y pruebas, me llevaron arriba del puente, me ataron con una goma, me colocaron un arnés, y me dijeron que salte al vacío, que salte gritando unas palabras en inglés. Pero cuando llegó la hora de la verdad, no quise saber nada, me dio un ataque de pánico, me quise bajar, quería volver a mi casa, a la cocaína, al barrio. Pero no hubo caso, había un contrato, me dijeron. Estaba aterrorizado. Al final, me agarraron entre dos tipos grandotes, y me tiraron al vacío. Caí gritando, pero no las palabras en inglés, sino insultándolos, diciendo cosas que ahora me da vergüenza recordar. Fue terrorífico, la goma con la que me habían atado me hizo rebotar, quedé colgando en el aire, pensé que me moría. Los tipos me pescaron, y me subieron. El movimiento de los labios parece que lo arreglaron, el video quedó bien, según me dijeron. Tengo una copia, la canción se llama "Las alas del amor". Me pagaron bien. Con esa plata en el bolsillo, me compré un pasaje de ida al infierno, cada vez peor, cada vez peor, más hundido. Pero por suerte salí, alabado sea Dios. Salí porque fui a buscar el coaching ontológico del Espíritu Santo, que te fortalece, te renueva, te hace perder el miedo, te da fuerzas para seguir. Siempre recuerdo todo aquello, el infierno, y quiero dar testimonio, porque yo sé que mucha gente está en ese infierno, por no escuchar a Dios. Por no atender a sus palabras, por no aceptar el amor que Dios nos ofrece mucha gente sufre angustia, dolor, violencia. Mucha gente se encuentra perdida, arrastrándose por el mundo, lejos del Señor. Volví de Londres, seguí con la droga, cada vez más, cada vez más en las garras de Satanás. Resulta que yo tengo una tía, Jennifer, hermana de mi madre, que por esa época tenía una rotisería. Me empecé a obsesionar con ella. El demonio me dominaba por completo, me metía ideas raras en la cabeza, me dominaba. Jennifer cocinaba bien, y le iba bien con su negocio. A mí se me puso en la cabeza que era malvada, que era bruja, y que quería hacernos un daño a mí y a mi mamá, que quería destruirnos. Jennifer empezó a ganar mucho dinero. A mí se me puso que hacia magia negra, y que gracias a eso elaboraba toneladas de milanesas, que eran su especialidad, con un poquito de carne. Con un poco de carne, de la peor calidad, toneladas y toneladas de milanesas. Eso me puso Satanás en la cabeza. En mi delirio, pensé que eso probaba que era bruja, y que tarde o temprano nos destruiría, a mí y a mi madre. Jennifer se separó del marido, después de veinte años de casada. Empezó a salir de noche, empezó a ir a bailar, y se hizo adicta al champán con frutilla. Yo veía el rostro de Satán en el Fresitas. Pero en realidad, ahora lo sé, alabado sea Dios, era yo el que estaba en las garras de Satanás, y era Satanás el que me hacía ver cosas que no existían. Bueno, en medio de esa locura, hice una barbaridad. La quemé, la quemé viva. A mi tía, sí doctor, la quemé viva. Ya pagué por eso, ya pagué por ese error. Alabado sea Dios. Dios y el coaching ontológico cristiano me ayudaron. Dios fue misericordioso conmigo, y me dieron una pena menor, porque estaba loco, porque no era yo el que hizo lo que hizo. Fue el Demonio a través de mí. Yo era su esclavo. Jennifer salvó su vida, y hoy es como una madre para mí. Vamos juntos al templo de coaching, hacemos coaching ontológico juntos, todos los días. Sí, juntos agradecemos a Dios, todos los días. Jennifer me perdonó, alabado sea el Señor. Es como una segunda madre para mí. Ella me presentó al coach. Ella me hizo comprender que para salir del infierno tenía que perder el miedo y confiar en Dios y en el coaching. Yo llegué al fondo del abismo, yo conocí el infierno, y ella, Jennifer, pobrecita, ella, que lleva en su cuerpo los estigmas, que lleva las marcas de ese infierno que fue mío. Y yo no creía, cuando me invitaron a hacer coaching, yo decía que eran unos chantas que te querían sacar dinero. Yo pensaba que esa gente no valía nada, que eran unos giles los que iban allí, que eran unos ignorantes. Yo me reía de ellos. Sí, doctor, me reía, los despreciaba. Era soberbio, estaba en las tinieblas, me negaba a reconocer el amor que Dios me ofrecía con su infinita generosidad a través del coaching ontológico cristiano. Pero ahora soy un testimonio vivo de lo que puede hacer el coaching ontológico cristiano, sus pastores, sus enseñanzas, la fe en Dios. Ahora sé que las dificultades son oportunidades para aprender a defender la fe y lo que uno es. Y lo que uno quiere ser pero no sabe cómo conseguirlo. Ahora yo puedo ayudar a otra gente que está en el infierno. Todos queremos cambiar de vida, todos, no importa cuál sea la situación, y Dios puede sacarnos de donde uno se encuentra. Dios puede hacerlo, pero siempre se necesita ayudar a Dios, siempre se necesita una actitud de tu parte. Y eso te lo enseña el coaching ontológico cristiano. Cuando un hombre no se aferra a Dios, el Demonio hace lo que sea para atraparlo, y lo atrapa, y no lo suelta. El coaching ontológico me cambió la vida, y ahora yo soy el que con mi testimonio y mi trabajo ayudo a los que todavía no lograron salir de las garras del Demonio. Ahora yo me encamino a ser coach. Porque cuando yo empecé a participar en el coaching, cuando empecé a colaborar con los pastores coaches, se empezaron a abrir las puertas. Es de fe en fe el camino, como dicen los coaches cristianos. De ofrenda en ofrenda es, con generosidad, que Dios recompensa, y supera siempre nuestras expectativas. En el grupo de coaching tenemos varios grupos de ayuda para gente con problemas. Todo tipo de problemas. Vicios, enfermedades, violencia, miedo, juego, gula, intemperancia, insomnio, malicia, envidia, ansiedad, constipación crónica, escorbuto. Desde hace un par de años vengo colaborando, coordinando grupos. Aprendí mucho. Y aprendí a valorarme. La teología de la prosperidad me cambió la vida. Hoy mi familia es una bendición. La paz que tenemos. Gracias a Dios. Gracias al coaching, gracias a la voluntad, y gracias a la oración fuerte del Espíritu Santo. Empecé coordinando Alcohonón, que es para ayudar a gente con problemas con la bebida. Es increíble lo que el Demonio puede hacer con un ser humano, tomar alcohol de quemar, nafta, orina, Bardahl. También trabajé con personas violentas, que golpean. Hace poco se creó otro grupo de ayuda, para sacar a la gente del vicio de la masturbación y la pornografía. Una persona que hacía coaching, ya hacía un tiempo, tenía ese problema. Un muchacho joven, bueno, amable. Había coordinado un tiempo el grupo de ayuda a los violentos, hasta que nos confesó que él mismo, lo confesó llorando, él mismo estaba en las manos del Demonio. Había propuesto al coach coordinar además otro grupo de ayuda, sobre el placer, los placeres de la vida, algo así. Los coaches estaban analizando su propuesta, cuando de golpe se quiebra y confiesa que él es presa del sexo y la masturbación. Durante años se lo había guardado. Me lo confesó en un mar de lágrimas, después de una crisis en la que llegó a darse martillazos en la mano. Mientras veía una de esas películas que lo enviciaban observó, en medio de ese infierno, en medio del barro, un crucifijo. Una de las actrices llevaba un crucifico y dice que, de golpe, se dio cuenta, sintió una gran conmoción y entonces confesó, e intensificó su compromiso con el coaching ontológico cristiano. Y hoy está curado. Ahora se encarga de los que tienen el vicio del fuego, los que se desesperan ante los fósforos, las hornallas, los encendedores. Es increíble como la fe le salva la vida a la gente. Un vecino de mi barrio, el Ardiancito, ya había quemado la casa, su casa, donde vivía con su mujer y sus hijos, como tres veces. Pero un día lo convencí y fue a buscar al Espíritu Santo a través del coaching. Hay que perder el miedo, hay que confiar en Dios, que es el gran coach, El Coach, el que hizo coaches a todos los demás coaches. No importa cuál sea tu situación. No importa cuál sea tu vicio, el fuego, el agua, las drogas, la comida, el vino, la mojiganga, los balnearios. Las dificultades son oportunidades para aprender a defender la fe. Nunca hay que abandonar la confianza en las promesas de Dios. En cuantito dudás, ya sos presa fácil del Demonio. Hoy me alejaré del fuego, repetía el Ardiancito, y rezaba, y rezaba, de las hornallas y los encendedores hoy, mi Dios, me alejaré, decía. Primero sin estar muy convencido, pero después sí, porque la oración fuerte y el coaching actúan, y Dios siempre te encuentra y te saca de donde vos estés, droga, sexo, pornografía, banquetes, juego, té, violencia. Cuando uno pasa a vivir en la luz, todo coopera para el bien. Yo soy un testimonio vivo del poder de Dios y de la oración fuerte del coaching. El Ardiancito hoy vive en la luz, pero no la luz del fuego del infierno. Vive en paz, con su familia, participa en todas las campañas, y es muy generoso con el altar de los coaches. Conocí otro caso, triste, un pobre hombre que tenía también problemas con el fuego. Tenía miedo de morir de la misma forma en que habían muerto su mujer y sus hijos, por combustión espontánea. Es una enfermedad que la ciencia no puede explicar. No se sabe cómo se produce. Pero Dios sí sabe. Hay científicos que se niegan a abrirse a la fe. Por eso no entienden. Dicen que hay personas que, de golpe, en forma espontánea, se queman, se queman por completo con un fuego que les viene desde el interior. Le llaman combustión espontánea, por darle un nombre, pero no saben qué es. Pero Dios sí entiende, y un buen coach sabe escuchar a Dios. Este pobre hombre vivió años torturado por ese temor. No quería salir a la calle. No podía dormir. Tenía miedo de que, al quedarse dormido, se produjera la combustión. Así, de esa manera, había muerto toda su familia. Mientras dormían, en minutos, convertidos en cenizas, sin explicación. Su vida era un infierno. El hombre dudaba, no tenía fe, se negaba a entender que esas llamas eran las llamas del infierno y que sólo Dios, el coaching, y el Espíritu Santo, lo iban a salvar. Pero no, no había caso. Se vestía con telas raras, ropas pesadas, capas de metal, andaba con extinguidores, cargaba baldes, conectaba mangueras, se pasaba días enteros bajo el agua, una tortura. Pero no hubo caso. Le supliqué que se acercara a nuestro templo para hacer coaching, pero no, seguía dudando, se resistía. No supimos más de él, doctor. Desapareció del barrio, de un día para otro, desapareció. En el barrio, los vecinos, por maldad, dijeron que se murió por combustión espontánea. Cuando desapareció, cuando todo el mundo empezó a preguntarse dónde estaba, salieron a decir eso, incluso mostraron un montículo quemado, todo mentira. Era un poco de basura y hojas quemadas en la vereda, nada más, pero a los vecinos se les puso que eso era lo que había quedado del pobre hombre. Lo decían por maldad. Porque no tienen fe. La oración fuerte cura todo tipo de enfermedades, Dios y el coaching cristiano curan lo que la ciencia no puede curar. Dios cura el cuerpo y el alma, y siempre nos otorga muchísimo más. Lo que dejamos en el altar, lo multiplica. Son muchos, son muchos los casos de curas de enfermedades graves por la fe y la oración fuerte. Enfermedades que los médicos no pueden curar. Se logra con fe en uno mismo, y en nuestras potencialidades, con confianza en Dios, con ofrendas para el altar. Los objetos sacramentales son los vehículos, como dicen los coaches pastores, son los vehículos de la presencia de Dios y de la fortaleza interior que cada uno de nosotros tiene para alcanzar sus objetivos. Aceite del Jordán, rosas de Jericó, pan de Abdera, cebollines de Ramalá, sal de Jarash son todos vehículos que transportan la gracia de Dios y la llevan a cada uno de nuestros hogares. Recuerdo cuando falleció mi abuela. Nos habíamos quedado cortos con el aceite del Jordán. Estaba muy mal esos últimos días, muy dolorida. Jennifer y yo nos pasábamos noches enteras ungiéndola con aceite, y rezando. Una madrugada se nos terminó el aceite, y ella empeoraba. Me acuerdo cómo nos desesperamos y cómo nos salvó el Espíritu Santo. Llamé al celular de un coach pastor, a esa hora, a la madrugada, desesperado. Y me atendió. Me dijo que saliera del sanatorio y que comprara aceite, cualquier aceite, de cocina, cualquiera. Me dijo que él rezaría fuerte, y que de esa manera el aceite quedaría bendecido. A partir de eso que pasó, se puso un servicio de coaching telefónico, las 24 horas, para emergencias. Acercando cualquier objeto al teléfono, al recibir la oración a través del teléfono, el objeto queda bendecido y se convierte en un objeto sacramental que al ser llevado a tu casa, al hospital, o donde sea, transporta la presencia de Dios. A mi abuelita se la llevó Dios. Se fue en paz, llegamos a ungirle la frente con aceite bendecido, y paró de sufrir. Se fue con una sonrisa, en paz. Por eso me indigna tanto escuchar las mentiras que se dicen sobre el coaching ontológico cristiano, usted me entiende, doctor. ¿Me permite doctor? ¿Aquí, sobre su escritorio? ¿Sí? Gracias. ¿Peino dos?
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