Domingo, 15 de septiembre de 2013 | Hoy
UNIVERSIDAD › UNA MIRADA FILOSóFICA DESDE LA BIOéTICA SOBRE LA MUERTE DIGNA Y LA EUTANASIA
Las leyes sancionadas en 2012 plantean que el enfermo o su familia puedan pedir que no se prolongue la vida con recursos artificiales. La investigadora de la UNR Elisa Dibárbora promueve como necesaria una nueva mirada médica.
Por Rodrigo López Sclauzero *
A partir de diversos casos resonantes, el debate sobre la muerte digna en Argentina cobró notoriedad. Las leyes sancionadas en 2012 no promueven la eutanasia, una práctica concreta para causar la muerte de un paciente en agonía, sino que el enfermo o su familia puedan pedir que no se prolongue la vida con recursos artificiales en la última fase de la enfermedad o en un cuadro vegetativo irreversible. Sin embargo, la discusión es permanente en la sociedad, y también en la comunidad médica. En los últimos años, Elisa Dibárbora, doctora en Filosofía y experta en bioética, investiga el avance de conceptos relacionados a la muerte digna a partir del análisis de las leyes sancionadas, y que refieren fundamentalmente a la discusión entre eutanasia y muerte digna y la atención de la salud en la etapa final de una enfermedad incurable. En su trabajo, la docente e investigadora de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) e integrante del Comité de Bioética del Colegio de Médicos de Rosario, incorpora otra perspectiva a partir de la nueva legislación, que contiene una mirada más filosófica en el marco de la bioética como ciencia multidisciplinaria y pluralista que agrupa las vertientes médicas, legales y éticas.
El planteo es claro: "Dejar que la muerte acontezca". Para lo que se recurre al principio de autonomía -entre otros- que obliga a la comunidad médica a respetar la voluntad del paciente como la de sus familiares a través de las llamadas directivas anticipadas, que para determinadas circunstancias limitan el uso de soportes vitales.
-¿Cuál es la diferencia entre que acontezca la muerte y permitir que una persona muera?
-La tesis doctoral que presenté en el 2004, "La muerte como experiencia cultural. Aportes a la bioética", plantea una profunda reflexión sobre el tema empezando por la aclaración terminológica. Desde 1968 la medicina toma como criterio de muerte a la muerte cerebral. A partir de ahí se incorporan un conjunto de soportes vitales, que se denominan vitales pero que en realidad son artificiales, porque si la persona no los tuviera ya hubiera muerto. Por eso el planteo filosófico no es lo que la gente tiene en el imaginario que la muerte digna es algo parecido a la eutanasia.
-¿Cuál es entonces el planteo?
-Lo que se plantea es que en determinadas circunstancias puntuales que la ley señala, en una persona que se sabe de pronóstico irreversible, simplemente permitir que la muerte acontezca. No como una cuestión de permitir que muera o dejar morir. Es entender lo innecesario de prolongar algo biológico que en algún momento se va a terminar igual. Y mientras más se prolongue caeríamos en lo que se llama encarnizamiento terapéutico, pero a mi me gusta denominarlo "obstinación médica". No por el médico como persona, sino por toda la aparatología que se obstinan en seguir utilizando cuando ya no es necesario o ya no tiene fines terapéuticos.
-¿Esto modifica el criterio de muerte que se tenía?
-Justamente ése es el aporte que se puede dar desde la formación filosófica y de bioética, donde muchos trabajadores de la salud no tienen bien claro lo que es la muerte y cuáles son los criterios. Es un aporte que sólo se puede hacer desde la reflexión filosófica. El tema de la muerte es netamente filosófico, porque no hay una definición de muerte. Y mi objetivo es mostrar que el tema de la muerte es absolutamente amplio y está condicionado -si no determinado- por una cultura. En el mundo occidental es un tema tabú, donde la propia comunidad médica no quiere hablar de muerte.
-¿Eso se debe a la formación de los médicos?
-Ese es el problema. Los médicos sufren la muerte. Es muy común escuchar la frase: "se me murió el paciente", como si la muerte no hubiera sido algo que le acontece al paciente, sino que a él se le murió. Las nuevas miradas tratan de aliviar eso y entender que la muerte es mucho más que eso; la muerte también significa el fin de todas las manifestaciones de una persona. Y eso es algo que tiene que acontecer, es tener la conciencia de que nos vamos a morir todos.... todos. Lo importante es conocer el derecho de una persona a morir cuando se siente condenada a una vida que no considera digna. Porque en realidad no está pidiendo la muerte, sino que su vida sea digna hasta el último minuto.
-¿Por qué existe este tabú para pensar la muerte o en realidad para no pensarla?
-Claro, porque la forma de pensarla es negarla. Es una característica de la condición humana que refiere a no tener conciencia de nuestra finitud. Es un tema muy bien trabajado por la filosofía existencial desde 1920 a 1950 que nos lleva a la certeza total y única en este mundo que es la muerte. Y eso nos lleva a querer negarla.
-¿A partir de la sanción de la ley de muerte digna, se puede pensar en una evolución de ese pensamiento?
-Ese es nuestro objetivo. Tratar de hablar un poco más e incorporar esa conciencia de la finitud, sobre todo en la comunidad médica que son quienes lo sienten, y lo mal que lo sienten. Es entender que la muerte digna significa dejar que acontezca el final de la vida como algo irreversible. Y en ese sentido tengo muchas esperanzas en las nuevas generaciones de médicos que toman a la muerte desde otro enfoque.
-¿Por qué algo natural e inevitable como la muerte digna es resistida por algunos sectores?
-Muchas doctrinas religiosas no están a favor de los tratamientos desproporcionados y entonces ahí juegan los motivos económicos. Por eso en bioética hablamos de la dignidad del caso. En la ley se habla de directivas anticipadas que forman parte de los derechos de autoprotección del paciente, que pueden hacerse ante escribano público pero también es un trámite que puede realizarse en Tribunales y no es nada complejo. Y lo que dice es que teniendo conocimiento de estos temas y sabiendo que ahora estoy bien pero que puedo tener un accidente o una enfermedad que provoque la inconsciencia, puedo dejar constancia legal de que no quiero que se me someta a determinados tratamientos, que quiero que limiten a lo proporcionado la utilización de soportes vitales. Es algo que va a costar instalar en la sociedad, pero desde lo académico es lo que queremos promover.
-¿Cómo toma la ciencia médica esta posibilidad de muerte digna?
-Hace años al médico se le decía: "Haga todo lo que pueda". Hoy, desde una obligación bioética y casi ética, le decimos no: "Haga lo que deba, no lo que pueda". Sin dudas que cuesta mucho, pero la esperanza de las nuevas generaciones de médicos que ya se están formando con estos temas, es importante. Al menos es algo que se habla. Hace unos 20 años, esto ni siquiera se pensaba.
*Integrante de la Dirección de Comunicación de la Ciencia UNR.
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