CIUDAD › TESTIMONIO DE LILIANA GóMEZ
› Por Sonia Tessa
Con una sala repleta de jóvenes en el público, la profesora universitaria y licenciada en física Liliana Gómez declaró ayer contra los represores que comandaban el Servicio de Informaciones, el centro clandestino de detención que funcionaba en la Jefatura de Rosario. El 9 de julio de 1976, en la primera salida de su casa después de una infección pulmonar que la obligó a hacer reposo por varios días, Gómez fue secuestrada y llevada al SI. Allí, "la diferencia entre el día y la noche era el ensañamiento con la tortura, los gritos de los que iban llegando. La sensación era que la patota salía de cacería", rememoró la testigo, quien contó que le vendaron los ojos con una tela adhesiva apenas llegó al centro clandestino. Le sacaron la venda en varias oportunidades. Para que viera a un compañero torturado, Pedro Galeano. "En otro momento me sacaron la venda y me hicieron firmar una declaración", relató. La fotografiaron, y cree que no fue la única. "Tengo la idea de que nos hacían pasar a todos", recordó. Casi al final, la abogada del equipo de Familiares de Detenidos y Desaparecidos por Razones Políticas, Gabriela Durruty, preguntó sobre las condiciones de esa declaración. "Salías de la tortura y firmabas ahí", recordó la sobreviviente.
Gómez era militante de la JUP. Después de seis días en el lugar destinado a los recién llegados -lindante con la sala de torturas fue llevada al sótano. "Para nosotros, el sótano era una liberación, créanme", dijo, dirigiéndose al Tribunal. "Era estar un poco más lejos, o mejor dicho, un poco menos cerca, de la muerte", recordó. De su paso por el Servicio de Informaciones, hay dos olores que Gómez no olvidará: el de la creolina y el de la adrenalina. "Cada vez que entro a un edificio público y hay olor a creolina, a mí me lleva al SI", dijo. Los otros sentidos se agudizaban porque tenía la visión obstruida.
"En otro momento que me sacan la venda, me dicen que íbamos frente a un Tribunal Militar. A Tu Sam (Carlos Brunato) le reconozco la voz. También lo veo a (José Rubén) Lofiego, que en ese momento era El Ciego o Mengele. Lo identifico después", relató. Ese "tribunal" decidió una condena de cuatro años. Entre los torturadores, además, recordó a la Pirincha (César Peralta), a Raúl Guzmán Alfaro y a Rommel (Ramón Ibarra).
Gómez relató también cuando fue pasada a la Alcaidía, donde habría unas 30 mujeres. La llegada de Dolores Aguirre quedó marcada en su recuerdo. "Tenía unos ojos claros y lindos, y el pelo teñido de rojo, cortito. Estaba permanentemente preguntando por sus hijas", apuntó. Un día la llamaron, y ella volvió muy mal. Dijo que iban a sacarla del lugar. "En ese momento, uno graba las voces. Cuando la llevan, yo reconozco las mismas voces que en el SI. Ellos sabían para qué la sacaban, y nosotros también", contó. Era setiembre de 1976. En Devoto supo que se trataba de Ruth González.
Un punto en el que se detuvo fueron las amenazas que recibieron un día que se veían pasar cajones mortuorios por las ventanas altas que tenía la alcaidía, ubicada en un subsuelo. Un jefe policial les dijo que eligieran a 30. Nadie dudó que la intención era matarlas, como venganza por un atentado sufrido por el entonces interventor de la policía rosarina, Agustín Feced, que habían alcanzado a su custodia. "Esa noche no dormimos, pensando que podían matarnos", contó Gómez.
La testigo expresó también que entonces, el juez federal le dio la misma condena que el Tribunal Militar, revocada más tarde por la Cámara Federal. Gómez tuvo palabras para su defensora de oficio, Laura Cosidoy, que fue dos veces a Devoto. "Su trato no era el de un abogado defensor. Nosotras sentíamos que nos interrogaba, que retomábamos lo vivido en el SI", indicó. Fue liberada el 24 de diciembre de 1978.
Sobre el final, Gómez dijo: "Estoy acá por lo compañeros que no pueden estar, por mis hijos". Sentada en ese lugar, rindió su "homenaje personal". "Existió un presidente que se asumió como parte de una generación devastada e impuso como política de Estado la memoria", distinguió a Néstor Kirchner. Cuando Liliana salió de declarar, el aplauso fue una ovación. La vereda de Oroño al 900 bullía de jóvenes.
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