Martes, 23 de noviembre de 2010 | Hoy
CIUDAD › LOS CONSORCIOS CLOACALES DE ROSARIO EN UNA CHARLA EN BRUSELAS.
El autor de la nota participó en Bélgica en el seminario "Agua Bien Común". Allí planteó también el ejemplo de participación ciudadana que se dio con los consorcios de servicios sanitarios en Rosario en los años 1991 y 1992.
Por Aníbal Ignacio Faccendini*
En los próximos días, habrá una nueva oportunidad de tratar los temas de energía y calentamiento global, cuando se celebre la Conferencia del Cambio Climático de Naciones Unidas en Cancún (México). El "Manifiesto de Rosario Sobre el Agua", se difundirá allí. Este documento que he realizado junto al prestigioso ambientalista, el doctor Leonardo Boff, potenciará la posición latinoamericana y africana, respecto a que el agua no puede ser "vampirizada" ni "subalternizada" por la energía. La cuestión hídrica debe ocupar un lugar agendal propio, autónomo y prioritario en Naciones Unidas. No hay clima sin agua. Y, que como derecho humano universal reconocido el 21 de julio se debería respetar efectivamente en todos los países de la Tierra. Por ello, el agua es un bien común universal de toda vida, con una conditio sine quanon: su dominialidad pública nacional se debe dar en un contexto de solidaridad, cooperación y respeto entre las naciones con y sin recursos hídricos. Con vocación pacífica en la resolución de conflictos. El agua no tiene mapas pero sí realidades nacionales y regionales. Se debe evitar y erradicar todo neocolonialismo subalterno entre naciones con recursos económicos pero con escasa agua y regiones con abundante agua pero pobres económicamente para poder acceder a ella. El Acuífero Guaraní de América Latina, tiene posibilidades de dar agua a casi toda América, esto es a 720 millones de personas. Sin embargo, más de 70 millones de latinoamericanos no acceden a ella por carecer sus respectivos países de recursos económicos para inversiones extractivas, de potabilización y distribución. El agua es un bien común de toda vida, que no viene a convertir a los países pobres económicamente, pero ricos en agua en custodios y depositarios de sus propios recursos. Pues, no corresponde naturalizar la ajenidad de lo propio. El bien común no es la pobreza endémica de muchos y la apropiación indebida de pocos. Es la vida para todos. La soberanía sobre los recursos hídricos se debe complementar con la solidaridad internacional reciprocal. Las regiones desarrolladas con las zonas pobres. No hay bien común ambiental sin gobernabilidad del agua.
En Bruselas y Amberes (Bélgica), hace pocos días, participé y diserté en un seminario internacional de especialistas de agua y ambiente "Agua Bien Común". Allí, plantee los problemas de la gobernabilidad hídrica en aguas transnacionales. Este concepto viene a dar cuenta de la trama relacional de los estados nacionales, regionales y organismos supranacionales con los distintos actores en su vinculación y gestión hídrica. Esta innovación en el abordaje nos permite detectar dificultades en cuanto a la intervención ciudadana que hacen a la gobernabilidad de este preciado elemento. Así, en las represas de Yacyretá sobre el río Paraná, como la de Salto Grande sobre el río Uruguay y en el Tratado de 1975 de dicho río (Comisión Administradora) sumado al conflicto con la pastera ex Botnia. Ponen al descubierto las ausencias de mecanismos que prevean la intervención ciudadana sistémica institucional que hagan a la gobernabilidad de aguas transnacionales, para el bien común. Resulta paradojal, que en un tema de tanta vida se excluya la participación efectiva de la gente. El bien común se debe pensar en forma universal con un actuar regional. La instrumentalidad de dicha participación ciudadana, se podría tomar como camino indiciario a los consorcios de servicios sanitarios (cloacales) que en Rosario, en los años 91 y 92, lograron una intervención efectiva de los habitantes. Gestionaron y decidieron sobre las obras de saneamientos en distintos barrios de la ciudad de Rosario.
Fue una participación efectiva. Hubo falencias, pero el saldo fue positivo. Pocas veces, en nuestra ciudad se pudo detectar una participación y decisión ciudadana en forma institucional y simultánea. Walter Benjamin, planteaba "que no hay bien que de mal no venga", me refiero a que producto del intencional proceso de desinversión del ente estatal sanitario Dipos, surgieron los Consorcios sanitarios barriales (1) (cloacal y pluvial). Era una conjunción del esfuerzo ciudadano, el estado Municipal y la Dipos. Jurídicamente se constituían por ordenanza. Y, en tal sentido se confeccionaron treinta y tres. Pero, en el período 92 93 quedaron en obras solo tres. Eran asociaciones de hecho reconocidas por la municipalidad de Rosario. Generalmente abarcaban mil quinientos frentistas con un impacto sobre seis mil personas. Los vecinos administraban y gestionaban la obra con la supervisión administrativa municipal y técnica de la provincia.
La ordenanza 5340/91 a modo de ejemplo, establecía el modo de organización del consorcio sanitario del barrio Las Delicias. Como este sistema se basaba en el aporte económico del ciudadano frentista, generaba conflictos respecto a familias que no podían abonar. Por ello se criticaba que fijaba un régimen de oposición. Esto es que para empezar la obra cloacal los vecinos que no estaban de acuerdo con la obra tenían que manifestar su oposición. Cuando tendría que haber sido un régimen de adhesión: los vecinos deberían participar para apoyar la obra. Todo ello habida cuenta, insisto, que quienes sufragaban económicamente la obra en su totalidad eran los ciudadanos. Se lograron cloacas cuyos costos por frentistas eran de $770 se redujeran con los consorcios a $540.
Por falta de apoyo estatal, estos consorcios, novedosos por cierto, declinaron. Dejando muchas enseñanzas a saber: de que la ciudadanía podía organizarse, gestionar y decidir sobre obras sanitarias de alta envergadura, coadyuvar con la gobernabilidad hídrica y erradicar el concepto que los problemas de acueductos y alcantarillados, eran materia solamente de técnicos. Este sistema se podría aplicar para lograr dispositivos institucionales de intervención ciudadana en aguas transnacionales. Hegel planteaba que en lo particular se da lo universal, así la actividad que tuvieron estos consorcios locales, podrían marcar de alguna manera un camino hacia la gobernabilidad hídrica universal. Porque, es desde lo local que se da lo global. Nuestra América Latina, es una gran zona de cuencas y acuíferos, que tiene para dar no solo agua sino también ideas. Es de buena memoria acordarse de recordar lo que le decía el pedagogo Simón Rodríguez a Bolívar, que si no crea se erra y nuestra región está convocada para crear: Una nueva gobernabilidad hídrica y ambiental para el bien común universal.
(1) Derecho, ciudadanía y estado. Ed. UNR Colección Académica. 2007.Págs. 109,110,111 y 112.
* Disertante en el Seminario "Agua Bien Común" Parlamento Belga. Bruselas (octubre /10). Doctor en Ciencias Jurídicas y Sociales. Licenciado en Ciencias Sociales y HH. Director Cátedra del Agua y docente UNR. Abogado.
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