Lunes, 27 de diciembre de 2010 | Hoy
CIUDAD › AL MENOS SIETE TESTIGOS DENUNCIAN LA PARTICIPACIóN DE ZITELLI EN LA REPRESIóN.
Además de los tres testimonios aportados recientemente por la fiscalía, hay otras declaraciones contundentes contra el sacerdote que justificaba la tortura, pero se indignaba por las violaciones, ya que estaban involucradas con la moral.
Por José Maggi
La incorporación de tres nuevos testimonios en el pedido de indagatoria del obispo Eugenio Zitelli, que publicó ayer Rosario/12, se suma a siete testimonios que acusan al sacerdote -entonces capellán de la policía- de participar en la represión ilegal que tuvo como epicentro de la zona al Servicio de Informaciones. Graciela Borda Osella, María Inés Luchetti de Bettanín y Olga Cabrera Hansen son algunas de las ex detenidas que vieron al sacerdote en los lugares de detención, y lo escucharon justificar la tortura como método para obtener información. Ante esta pluralidad de pruebas, el fiscal federal Gonzalo Stara consideró que el religioso debe ser considerado "responsable por casos particulares".
Graciela Borda Osella fue secuestrada el 19 de agosto de 1977, en su lugar de trabajo en la Municipalidad de Rosario, mientras que en su domicilio, de calle Presidente Roca 1339 fueron secuestrados su marido Silvio Félix Paganini y María de las Mercedes Sanfilipo. Luego fueron trasladados al SI, donde permanecieron cautivos, sometidos a un régimen inhumano de vida y en un marco de imposición de tormentos físicos y psíquicos. La víctima declaró que recuperó su libertad el 25 de agosto de ese mismo año junto con su marido y que, cuando estaban siendo liberados, se le acercó un hombre que le "habló amablemente, como un cura", y que le dijo que se olvidara de lo sucedido "porque había sido una confusión". Ante esa situación, ella le pidió verle la cara aduciendo que él había sido el único amable con ella. "Esta persona me bajó las vendas y pude verlo. Años más tarde, por una foto que vi en el diario del padre Zitelli, lo reconocí", declaró la testigo.
Por su parte, una de las testigos que ya declaró en la causa Díaz Bessone, la abogada Olga Cabrera Hansen, fue secuestrada de su domicilio por personal del Ejército, junto con el ingeniero Caraffa, el 19 de noviembre de 1976. Durante su cautiverio permaneció siempre vendada. El 27 de noviembre fue trasladada a la Alcaidía de la Jefatura. Entre sus compañeras de cautiverio en la Alcaidía estuvieron Liliana María Feulliet de Salami, María Inés Luchetti de Bettanín con su bebita, Juana Elba Ferraro de Bettanín, Luisa Marciani de Gómez, su hija Gladis Gómez, Teresa Marciani, Gladis Marciani, María del Carmen Sillato y Tomasa Verdun de Ortiz, que tenía una hemorragia vaginal aguda. En Alcaidía, por presión de sus familiares, se logra que el capellán de Alcaidía preste asistencia espiritual, presentándose el cura Zitelli. El no bautizó a los niños y sólo se indignó por las violaciones. El sacerdote dijo que le habían prometido que eso había terminado; sobre las demás torturas, manifestó que eran "un medio para obtener información".
Uno de los testimonios más contundentes contra Zitelli pertenece a una testigo que ya falleció, María de las Mercedes Sanfilippo. Torturada en varias oportunidades, el 12 de septiembre de 1977 fue trasladada a Alcaidía. Allí solicitó ver a un sacerdote, con la intención de hacer una denuncia. "Vino un sacerdote de apellido Zitelli quien, luego de escuchar mi exposición, poniéndole en conocimiento de la gente desaparecida y de las torturas recibidas, no dio importancia a mis relatos interesándole sólo el hecho de si me habían violado", declaró la víctima en las instancias de instrucción.
También María Inés Luchetti de Bettanín -que ya declaró en la causa Díaz Bessone- tuvo una evidencia directa de la participación de Zitelli. Secuestrada el 2 de enero de 1977, en una vivienda de barrio Gráfico. El propio Agustín Feced, cuando fue indagado el 11 de septiembre de 1984, admitió que Luchetti y su suegra, Elba Juana Ferraro de Bettanín (otra víctima que falleció en los años de impunidad), fueron alojadas en la Alcaidía, donde tuvieron contacto con Zitelli. Bettanín relató con toda claridad que le pidió a Zitelli el secreto de confesión para contarle de las torturas y violaciones. El cura justificó los tormentos, pero se indignó por los abusos sexuales, porque involucraban a la moral.
Otra de las víctimas que acusó a Zitelli fue Darío Castagnani, detenido en noviembre de 1976, en la ruta. Lo llevaron al SI. La suegra de Castagnani, con militancia católica en Casilda, se había movido y había llegado a Zitelli, que era -según los dichos de la víctima- el que podía influir para saber cuál era su paradero. Un día, a los 15 días de haber sido detenido, a Castagnani lo llamaron y lo vendaron. El pensó que ahí no se salvaba de la tortura. Lo subieron, y le indicaron que entrara a un lugar. Allí se encontró con "este personaje llamado padre Zitelli", que él adujo que no conocía de antes. Según dichos de la víctima, el padre Zitelli le dijo "siéntese hijo" y él, aunque no se sintió muy hijo de él, se sentó. Zitelli le explicó que las circunstancias eran muy duras, pero le dijo que aguantara, que esto era una cosa circunstancial en la vida de la república, o la patria, o la nación, que tratara de aguantar, que no le iba a pasar nada y que tratara de leer la Biblia. Castagnani le respondió que lo único que allí había era tortura, palo y nada más, que no había nada que leer. El padre Zitelli le dijo que le haría llegar una Biblia, lo que nunca sucedió. Castagnani consideró que Zitelli debió escuchar los tormentos, ya que se encontraba en el mismo piso.
Por su parte, María Herminia Acevedo de Fernández fue detenida el 29 de noviembre de 1976. Llegó al SI vendada, y la dejaron parada en un pasillo donde fue objeto de todo tipo de vejámenes. El 4 o 5 de enero de 1977 la trasladaron a la Alcaidía, donde no querían recibirla por su pésimo estado físico. "Estábamos completamente incomunicados con nuestros familiares, solamente nos dejaban hablar con nuestra familia si había un permiso especial del Comando o también podíamos salir para hablar con el sacerdote, que era Zitelli. Una vez le conté todo mi drama y me dijo que si a mi hija la habían detenido era por algo, lo único que hacía era escucharme, indudablemente estaba de parte de ellos", relató la testigo. La hija de María Herminia, Gloria Fernández, está desaparecida.
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