Martes, 5 de abril de 2011 | Hoy
CIUDAD › SóLO LA MITAD DE LAS VíCTIMAS DE LOS SURGENTES SON PARTE DE LA CAUSA
Por Sonia Tessa
Sergio Jalil tenía 20 años cuando una patota lo interceptó en Juan José Paso y Provincias Unidas, el 15 de octubre de 1976, en una cita cantada a la que el Turco había llegado igual para proteger a su compañera, Lala, Stella Miguel. A ella la acribillaron en el lugar. El corrió un par de cuadras para zafar del secuestro, pero lo atraparon en la República 3536, donde lo maniataron y vendaron, antes de llevarlo al Servicio de Informaciones. Sergio es uno de los siete militantes de la Juventud Peronista que el 17 de octubre de 1976 fueron retirados del centro clandestino de detención y fusilados en Los Surgentes, en el suroeste de Córdoba. Antes de partir hacia la muerte, Sergio gritó: "Viva Perón, hasta la victoria siempre". Su caso fue excluído de la causa Díaz Bessone y por eso, el juez Jorge Venegas Echagüe interrumpió ayer a Marcelo Jalil cuando trataba de contar lo que había pasado con su hermano.
"Me parece totalmente ilógico que hayan desmembrado la causa de Los Surgentes no sé por qué cuestión procedimental. Es inexplicable. Los siete cayeron más o menos en la misma semana y el 17 de octubre los sacaron a los siete, los llevaron a Los Surgentes, los fusilaron, los llevaron al cementerio San Vicente de Córdoba, los enterraron en una fosa común, los desenterraron en 1984 y quemaron sus restos", argumentó Marcelo Jalil, con una lógica implacable, su impotencia ante la decisión del Tribunal.
La historia de la familia Jalil sufrió un profundo quiebre el 14 de octubre de 1976. Primero fue el allanamiento a la casa familiar, adonde llegaron unos 15 hombres, comandados por Raúl Guzmán Alfaro. Allí, al no encontrar a Sergio, encañonaron a un bebé, Juan Pablo --hijo de la hermana del joven buscado--, que entonces tenía cuatro meses. Al día siguiente cayó Sergio. La desaparición de su hijo lanzó a Nelma a buscarlo. Una vez, en la Jefatura de Policía --entonces en San Lorenzo y Dorrego-- esperó muchas horas. Entonces, se metió de prepo. Llegó a ver a cómo Guzmán Alfaro interrogaba a un joven esposado. Un guardia quiso echarla y Nelma se plantó: no se iría de allí sin entrevistarse con el jefe del SI. Y lo consiguió. El represor la maltrató, le mostró una foto de Lala y la echó, le dijo que no volviera allí. Nelma no se dio por vencida, se entrevistó con el sacerdote Raúl García, que, en el colmo de la perversidad, se hizo regalar un bolso de cuero, y le hizo preparar ropa y comida para Navidad, con la promesa de que pasarían las fiestas junto su hijo. Les dijo que Sergio estaba trabajando en el campo.
Nelma Jalil fue la primera madre que dio vueltas alrededor de la plaza 25 de mayo, con Esperanza Labrador, en plena dictadura militar. Murió el 10 de septiembre de 2008, sin haber visto a ninguno de los represores rosarinos en el banquillo de los acusados. En la casa de Marcelo, de 57 años, con tres hijos y cuatro nietos, hay tres fotos siempre presentes: el Che Guevara, Nelma y Sergio.
Aunque no pudo leerla por las restricciones que planteó el Tribunal, Marcelo había llevado ayer un texto que escribió su hija Ana Paula, en 1997, cuando tenía 17 años. "Para Sergio, un tío que aunque nunca tuve, me legó miles de cosas", era la dedicatoria, y decía: "Pienso mucho en vos, creo mucho en vos, lo que fuiste, pero no me puedo imaginar qué harías si estuvieras aquí, cómo verías lo que yo veo y cómo vivirías lo que yo vivo, quizás estarías igual que yo, un poco desorientado y haciendo poco y nada, intentando solucionarlo todo", dice el texto de Ana Paula, que su padre muestra emocionado. "Tal vez estarías rendido como muchos que yo veo, también podrías estar muy atrasado, detenido en el tiempo, podrías estar vendido, haciendo cosas que en tu pasado no te hubieses permitido, pero queda una posibilidad, si estuvieras acá, conmigo, con todos, la historia habría sido tan distinta, que ahora no te preguntaría, no me preguntarías, sólo te abrazaría", termina el texto.
Marcelo quiso dar testimonio por su hermano, pero también en memoria de su madre. Por eso, llevó el cuaderno donde Nelma había escrito el itinerario de su incansable búsqueda. Sólo lo dejaron leer la mitad. Cuando Venegas Echague lo interrumpió, sus abogadas Gabriela Durruty, Jesica Pellegrini y Daniela Asinari, del equipo jurídico de Familiares de Detenidos y Desaparecidos por Razones Políticas, le hicieron preguntas para que se atuviera al relato de los Surgentes. "Hay un vericueto legal que sigo sin entender. Dividieron, entraron cuatro víctimas en esta etapa y dicen que en la próxima entrarán los otros tres, como yo empecé a relatar el secuestro y desaparición de mi hermano, me interrumpieron", explicó Jalil más tarde.
Por toda la historia familiar marcada por la tragedia de su hermano, Marcelo dejó sentada la queja. "Esta declaración debió hacerla mi vieja, pero la justicia tan lenta, y las políticas que negaban la reparación de los derechos humanos impidieron que ella llegara con vida", afirmó.
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