Domingo, 26 de mayo de 2013 | Hoy
CIUDAD › LA JUSTICIA CLAUSURó LA ROSA Y APRESó A JUAN CABRERA POR FACILITAR LA PROSTITUCIóN
La jueza Alejandra Rodenas decidió la clausura a raíz de una investigación iniciada en agosto del año pasado. La nueva ley de trata, que dejó de lado la figura del consentimiento de las víctimas, permitió avanzar contra el proxeneta.
Por José Maggi
El sexy bar La Rosa y el hotel alojamiento lindero fueron clausurados ayer tras un operativo liderado por el fiscal Marcelo Vienna y la jueza Alejandra Rodenas junto a la comisaria Mónica Viviani responsable de la División Trata de personas. Su propietario, Juan Cabrera, conocido como el Indio Blanco fue detenido por facilitamiento de la prostitución con fines de lucro y proxenetismo. Un dato más que polémico es que la Dirección de Inspección de la Municipalidad se negó a clausurar, y la jueza Rodenas terminó ordenando el cierre, dejando constancia en el acta. En la wiskería se encontraron 18 mujeres de entre 18 y 49 años, que fueron asistidas por los equipos interdisciplinarios oficiales de la provincia y el municipio local. En el lugar había igual cantidad de clientes prostituyentes. Además, se arrestó a la encargada del hospedaje por la misma causa que al propietario. La secretaria de Prevención e Investigación de Delitos Complejos, Ana Viglione, explicó que "el resultado del allanamiento permite tener indicios suficientes para vincular la wiskería con el hospedaje contiguo". También destacó el respaldo del ministro Raúl Lamberto y la decisión del gobernador Antonio Bonfatti.
El Indio Cabrera durmió anoche en la base de las Tropas de Operaciones Especiales. Este fue, en rigor, el corolario de más diez meses de una investigación que comenzó en agosto de 2012, antes de la absolución de los acusados por el secuestro de Marita Verón, el 11 de diciembre pasado, y de la modificación de la ley de trata, unos días después. Comenzó a partir de una denuncia que ingresó en la fiscalía de causas NN, cuyo titular es Marcelo Vienna quien notificó desde el inicio a la jueza de instrucción Alejandra Rodenas, y trabajó estrechamente con la comisario inspector Mónica Beatriz Viviani, titular de la División de Apoyo y Coordinación para la Prevención y Lucha contra la Trata de Personas, dependiente del Ministerio de Seguridad.
Tanto los actores judiciales como policiales destacaron la decisión del gobierno provincial de avanzar sobre el redituable negocio del Indio Blanco. "Es que a nivel nacional cambió la ley y la provincia suscribió todos los protocolos internacionales de persecución a la trata de personas y explotación de la prostitución. Así, la provincia tomó la decisión política, pero la municipalidad no sumó mucho" confió una fuente de la investigación.
"Cabrera fue un tipo bancado durante diez años por quienes debían controlarlo, pero no es más que buen recaudador de varias cajas: policiales y políticas" razonó una fuente de la investigación. No en vano ni un solo uniformado local --a excepción de las TOE Rosario que fueron convocadas sin saber hacia donde iban-- aparecieron por el lugar. Ni un solo llamado a los funcionarios judiciales a pesar del enorme despliegue de policías traídos desde la capital santafesina por orden de la comisario Viviani, para evitar cualquier filtración.
La falta de información anticipada pudo haber molestado a algunos en el municipio, pero nada explica por qué dos empleados de la Dirección de Inspección que lidera Gregorio Ramírez se negaron clausurar la wiskería, una vez culminado el operativo, argumentando que no tenían órdenes de hacerlo. El dislate consta en el acta de clausura decidida por la jueza Rodenas.
Para sumar bochorno: un empleado de la Dirección de Tránsito, con su uniforme oficial, estaba cuidando celosamente los vehículos estacionados frente al comercio entre ellos el Audi de Cabrera, en la puerta del local.
El operativo del viernes por la noche se explica claramente en el cambio de la legislación de lucha contra la trata. "Esto fue lo que permitió cerrar el sexy bar, que funcionaba en común con el hospedaje, donde se concretaban los encuentros sexuales. Una de las modificaciones de la ley es que se prescinde del consentimiento de la mujeres mayores, antes de la ley de trata para encarcelar a una proxeneta, había que demostrar que no existía el consentimiento de la mujer explotada. La ley modificó este punto y hoy habiendo o no consentimiento de la mujer, se penaliza la figura del proxeneta. Esto es del sujeto que facilita la prostitución, y que obtiene un lucro en ese ejercicio", según explicó una fuente judicial de la investigación.
La misma fuente agregó que "antes un juez debía lograr frente a una intervención judicial, que primero hubiese una menor, sobre el que no importaba si tenían o no consentimiento, y después se debía lograr que una alternadora dijese que estaba en ese lugar contra su voluntad. Esto era muy dificultoso. Sin embargo, el cambio de legislación facilitó el cierre de este tipo de comercios gerenciados por proxenetas. Ahora se puede cerrar aun cuando la mujer que esté en ese lugar reconozca que esta allí con su consentimiento, porque la norma presupone que ese no es un consentimiento libre".
Para los investigadores, con el procedimiento "se demostró que el Indio Blanco es un proxeneta, que el hotel alojamiento y la wiskería son de él, y que ambos están conectados por puertas interiores y la terraza".
Si bien la investigación tiene diez meses, todo se aceleró la última semana: una vez notificada la jueza del caso, la comisaria Viviani armó un operativo antes de que Cabrera ingresara al lugar, y una vez dentro de la wiskería habilitada por la Municipalidad. Sin embargo rato después dos parejas que estaban en ese local, ingresaron al hotel alojamiento. Fue tiempo entonces para que Rodenas diera la orden de entrar para detener a Cabrera, dentro del hotel alojamiento sin haber salido a la calle.
Cuando los policías fueron a franquear la puerta de la habitación de lujo donde estaba alojado, el Indio pretendió escapar semidesnudo. Es más ganó la terraza del inmueble y hasta trató de tirarse por allí. Casi una caricatura del hombre que se jactaba ante propios y extraños de poseer a una mujer que lo acompañaba, y que para demostrarlo, subía su pollera y mostraba a su interlocutor que tenía una rosa tatuada en su entrepierna. El mismo símbolo de su --hasta ayer-- próspero negocio.
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