Martes, 10 de marzo de 2015 | Hoy
CIUDAD › OCHO AñOS DE CáRCEL POR VIOLENCIA MACHISTA
Por Luis Bastús
La jueza penal Marcela Canavesio condenó a ocho años de prisión efectiva a un hombre, por haber sometido a sucesivas agresiones físicas y verbales a quien fue su pareja durante doce años, y la hija de ambos, de 11, luego de haber violado una orden judicial de exclusión de hogar y de haberlas amenazado incluso desde la cárcel, cuando estuvo detenido. El fallo resultó aleccionador, según observadores del quehacer en los tribunales provinciales, como mensaje judicial contra la violencia de género.
Los protagonistas son Paola, su ex marido, David G, y la hija de ambos, actualmente de 11 años. De acuerdo al extenso fallo escrito por la titular del juzgado correccional nº 9 --que ya ha sido apelado por la defensa del procesado-- el primer indicio de violencia en esa familia se remontó al año 2009, cuando Paola logró que el Tribunal Colegiado de Familia nº 3 dictara la exclusión del hogar de su esposo, como desenlace de una serie de denuncias por maltrato. David G, que se ganaba la vida como vendedor ambulante por pueblos y ciudades de la región, respetó la orden de mantenerse a distancia durante 7 meses, y luego volvió a residir en la humilde casa que habitan Paola y la niña, en la zona oeste.
Las 38 carillas de la sentencia abundan en crudos relatos sobre amenazas y destratos cotidianos, que Paola llevó a Tribunales en cuatro oportunidades en las que su concubino fue procesado. Le escupía la comida en la cara si no le gustaba, la violaba, la forzaba a examinarle la zona genital por suponer que tenía un amante, irrumpía amenazante en las casas donde Paola trabajaba haciendo limpieza por horas, y la golpeaba hasta en presencia de la hija. La niña, por lo visto, no era una inhibición: a ella llegó a decirle una vez "para vos también hay balas", y "sos puta igual que tu mamá".
El 12 de marzo de 2013, a la tarde, David G. abrió la puerta del hogar a patadas y castigó a la mujer con trompadas y zamarreos, delante de la niña. Habían alcanzado a marcar el 911, por lo que la policía llegó y lo encontró en plena paliza, y se lo llevó detenido. Pese a ser procesado, su defensa había pedido la absolución por considerar que las pruebas eran insuficientes, y que incluso no fueron citados a declarar algunos testigos clave en esa y posteriores denuncias de la víctima. Un detalle que insinúa la calidad del celo con que algunos juzgados asumen investigaciones sobre violencia de género.
Dos semanas después, Paola descendió del colectivo en Salta y España para ir a un trabajo, cuando se percató de que David G. la estaba esperando. "Ahora te voy a matar", le gritó este mientras apuraba el paso detrás suyo. La mujer le pidió ayuda a un barrendero sin detenerse, y acabó por refugiarse en un bar. El agresor entró y la tomó del brazo. "Vamos, mi amor", le dijo y al salir se dirigió a los parroquianos: "Disculpen. Es siempre es lo mismo. Tuvimos una discusión y no me deja ver a la nena". Paola gritó que era mentira y pidió ayuda. En esta causa, la Justicia tampoco citó a declarar a quienes estaban en el bar y presenciaron la escena.
El 10 de abril, a las 6 de la mañana, Paola esperaba el 120 en Provincias Unidas y La Paz cuando su ex --por entonces, alejado del hogar.- la sorprendió. Tras amenazarla de muerte, la derribó de un puñetazo en la espalda, y la zamarreó tomándola del cabello. En uno de los habituales llamados que hacía a la casa, una vez la nena le recordó a su padre que necesitaban dinero para comer. El contestó: "Decile a tu mamá que junte plata para el velorio".
El 26 de julio de ese año, desde la Alcaidía de la Unidad Regional II donde estaba preso, David G. llamó a la casa. Atendió la hija. "Decile a tu mamá que cuando salga, la voy a matar", le espetó. La amenaza saltó en el altavoz del teléfono, y una vecina de Paola alcanzó a grabarla. El diálogo recogido: --Cuando salga papá de acá, te va a ir a ver, ¿sabés? Está jodido papá, no puede salir, pero ya va a salir. ¿Sabés lo que quiere papá? --le dijo en tercera persona-- que me digas que me querés".
La chica respondió que sí, y él arremetió: --Decile a tu mamá que lo que me hizo tarde o temprano lo va a pagar, lo que me hizo no me lo merecía yo, sabés".
--Pero vos le pegaste", se animó ella.
--"La voy a matar cuando la agarre, sabés. Chau, hija", y cortó.
La jueza Canavesio evaluó la historia reconstruida en base a testimonios y peritajes médicos y psicológicos, y dispuso condenar a David G. a 8 años de prisión efectiva por los delitos de amenazas simples, lesiones leves y calificadas, todos en concurso real.
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