Lunes, 18 de enero de 2016 | Hoy
CIUDAD › SIETE DíAS EN LA CIUDAD.
Las autoridades provinciales pasaron de la euforia por la recaptura de los célebres prófugos, a la pelea con el gobierno nacional y los violentos cruces con Carrió. El sugestivo silencio de los radicales santafesinos de Cambiemos. Sabbatella juntó mucho más gente que el Dakar en Rosario.
Por Leo Ricciardino
Por tratarse de enero, la semana que pasó fue demasiado agitada para el gobierno de la provincia de Santa Fe. Pareció que de nada le sirvió salir bien parado del cuestionado operativo de recaptura de los célebres hermanos Lanatta y Víctor Schillaci que -en medio de la vorágine informativa- ya pasaron al olvido en sus oscuras celdas de Ezeiza hasta que alguna necesidad política o novedad policial los vuelva a rescatar. Por el contrario, la actuación de la policía santafesina que logró atrapar al trío más buscado en la historia criminal del país puso al gobierno del Frente Progresista en medio de la disputa con el gobierno nacional y con Cambiemos en su conjunto. Si bien los cruces fueron graves, da toda la sensación de que no serán los únicos entre la administración que conduce Mauricio Macri y la que comanda Miguel Lifschitz.
Fiel a su estilo, Elisa Carrió tiró kerosene con ganas al fuego que ya se había iniciado entre los ministros de seguridad bonaerense y santafesino, Cristian Ritondo y Maximiliano Pullaro. Atacó directamente al ex gobernador Antonio Bonfatti al que acusó de pergeñar una maniobra por la que habría retenido a dos de los prófugos para soltarlos después con el solo fin de perjudicar al gobierno de Macri y obtener la renuncia de la ministra Patricia Bullrich.
La cosa fue grave porque para hacer creíble su declaración, rodeó a Bonfatti de "personajes extraños" entre los que incluyó a policías provinciales acusados de connivencia con el delito, jefes narco sin especificar y hasta al "Rey de la Efedrina" Mario Segovia, preso también en Ezeiza.
Pero el "delirio" de Carrió no es ninguna locura. Es un meditado ataque político para ocultar la estupidez del gobierno que -en su desesperación política por el papelón de la fuga a unos días de haber iniciado la gestión- se apuró a festejar la captura de los tres asesinos. Y se apuró también a difundir públicamente sus felicitaciones alrededor de una faena que aún no había terminado y que todavía depararía papelones varios para goce de los medios televisivos que quedaron fuera del blindaje mediático ofrecido al nuevo gobierno nacional.
Uno de esos papelones se conoció pocos días después y fue Rosario/12 y Página/12 los que publicaron de manera destacada la información confirmada por altas fuentes vinculadas al operativo: el segundo tiroteo con los prófugos, a la altura de San Carlos Sud, en realidad nunca se dio como lo contaron. Hubo balacera, sí. Pero entre los propios efectivos de la Gendarmería totalmente confundidos, desorientados y descoordinados. El entrevero terminó con un gendarme malherido al que ya le habrán ordenado que evite cualquier contacto con la prensa y que jamás cuente lo que vivió en medio de ese calor abrasador en la espesura pampeana.
Pero a esta acción hay que leerla también como un "vuelto" de Carrió hacia la actitud timorata del socialismo cuando había que jugársela contra el kirchnerismo a cualquier costo. Cuando había que poner el departamento de uno -si era necesario- para que se graben ahí los testimonios de los maleantes y asesinos que iban a involucrar al entonces candidato Aníbal Fernández en las más oscuras tramas de la narcopolítica. El sacrificio constaba también de mantener el FAUnen para ponerlo al servicio de Macri. Hermes Binner vió pronto esa jugada violenta de Carrió y Ernesto Sanz y se salió de la coalición "progresista" que serviría a los intereses de un candidato conservador.
Por eso esta semana la diputada Alicia Ciciliani -la más antikirchnerista de todos los socialistas- comparó los ataques de Carrió con aquellos del Cuervo Larroque, cuando acuñó la palabra "narcosocialismo" en medio de una sesión del Congreso. Como se ve, la pretendida neutralidad o tercera posición del PS no es gratis en materia de costos políticos.
Nace una estrella
Con todo, hubo un hombre que sobresalió en medio de este infierno vivido en torno a la captura: el ministro Pullaro pasó a otra liga al desfilar por los canales de TV nacionales para mostrar su mesura en torno a los ataques de Carrió, Bullrich y Ritondo. El radical sabía que la opinión pública ya había tomado partido y lo aprovechó para darle una enorme palmada en la espalda a la desprestigiada policía santafesina. Hasta se "filtró" un video casero en el que Pullaro da una sentida arenga a los uniformados. Se anotó varios porotos de su lado y subió notablemente su cotización política. Esta crisis lo afirmó en su cargo y comprobó que haber tomado el riesgo de ser el responsable de la seguridad de una de las provincias más violentas y estigmatizadas con el narcotráfico del país era el camino correcto.
En paralelo, los radicales que más trataron de impedir la llegada de Pullaro a ese puesto que le ofreció Lifschitz fueron los más callados en estas jornadas aciagas. Mario Barletta y José Corral no abrieron la boca para emitir ni una sola declaración, cuando todo el país estaba hablando de Santa Fe como escenario de la fuga más impresionante y cinematográfica de las últimas décadas en la Argentina.
Los dos encumbrados dirigentes de la UCR fueron los más fervientes militantes radicales del macrismo en la provincia. Se apuraron a tratar de subsumir al Frente Progresista dentro de Cambiemos y se preparan para dar la batalla en el 2019. Claro que todo ese armado y entusiasmo radical dependerá de la suerte del gobierno nacional para ese año. Por la marcha actual, con poco más de un mes de rodaje, nada ni nadie puede garantizar cómo llegará la administración macrista para esas épocas.
Una fiesta se apaga
El dicho ayer era muy simple e ilustrativo: Martín Sabbatella juntó más gente en Rosario que el Dakar. Y fue así. El titular del Afsca habló a la vera del río Paraná ante más de 20 mil personas en otra de las "Plazas del Pueblo" que un sector de la población ya eligió como escenario de resistencia a mitad de camino entre el estilo de los indignados europeos y lo que queda de la vieja conducción kirchnerista. Los dirigentes más experimentados saben que no hay conducción política ahí ni estrategia sólida hacia el futuro. Pero es un comienzo, una mística de la resistencia que al peronismo le mueve las fibras más íntimas. No había barrio en esa multitud desbordada de sectores medios y con más independientes espantados con Macri de lo que nadie podía imaginar. Pero sólo es el principio.
Por otro lado, los bólidos del Dakar llegaron a la ciudad con un marco más que discreto en cuanto a público. Y vuelve a llamar la atención la celebración que las autoridades hacen de esta competencia que suma desprestigio en el mundo entero. Obviamente, Lifschitz y Mónica Fein poco interés tienen en los "fierros" pero sí en la repercusión internacional de la ciudad en cada oportunidad que el Dakar pasa por aquí. Están convencidos de que es una gran vidriera y no se pierden la oportunidad de estar al lado de los pilotos triunfadores aunque la postal resulte un poco contradictoria con la participación de Rosario en distintos foros internacionales en defensa del medioambiente.
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