Jueves, 28 de diciembre de 2006 | Hoy
La excusa fue despedir el año. Así, El Cairo fue epicentro de un reencuentro especial entre viejos amigos que, desde hace años, y según el propio dibujante, establecieron cierto pacto de lealtad.
Por Edgardo Pérez Castillo
"El cariño de la gente es mi terapia", ha dicho Roberto Fontanarrosa en algunas de las entrevistas que le realizaran cuando ya su enfermedad lo obligaba a trasladarse en silla de ruedas. En ese contexto, la de anoche fue otra demostración de afecto que tuvo como motor a algunos de los galanes de antaño, quienes meses atrás ya lo habían sorprendido cuando organizaron una marcha para celebrar el premio que le otorgaran en el Hay Festival de Cartagena de Indias por su labor literaria. Esta vez, la excusa fue la de despedir el año con un regreso colectivo al mítico espacio de encuentro: La Mesa de los Galanes retornó, en pleno, a El Cairo.
Un espacio hoy aggiornado a las normativas de lo fashion, algo que poco le importó al séquito que conformaron viejos y nuevos galanes, mediáticos y poco afines a las luces. Así, entre Chiquito Marturell, el Negro Postiglione, el Chelo Molina, el Negro Centurión, Manuel Martínez y el Pitu Fernández se mezclaban el cineasta Rodrigo Grande, Pablo Javkin, Jorge Brisaboa, Chiquito Reyes y muchos otros que se fundían en efusivos abrazos, esquivando a la numerosa comitiva periodística que esperaba por el otro Negro, Fontanarrosa.
Esa llegada se concretó con una moderada puntualidad, y pasados diez minutos de las 20 --la hora pactada para el encuentro--, el escritor hizo su ingreso generando los aplausos, tímidos, de aquellos que desde las mesas miraban intrigados el despliegue de cámaras y flashes. Desde ese momento, y por un lapso que superó la media hora, el Negro fue el centro de todas las miradas, de los saludos y pedidos fotográficos de parte de fans ocasionales, de aquellos que llegaron hasta la esquina de Sarmiento y Santa Fe con la intención de registrar ese encuentro entre viejos amigos que, desde hace años, y según el propio dibujante, han establecido cierto pacto de lealtad.
"Se trata de la fidelidad a una cita que es no establecida, que es tácita y que se viene manteniendo desde hace tanto tiempo supongo que en base pura y exclusivamente a la amistad que va aportando con el paso del tiempo, nada más", explicaba entonces el Negro a los micrófonos, para de inmediato minimizar las temáticas tratadas en la célebre Mesa de los Galanes: "En general son temas livianos, no se profundiza en temas personales porque eso molesta, yo creo, a lo que es la ligazón general de la Mesa. Para hablar de temas personales uno se aparta en otro lado. Tampoco se habla de filosofía, ni de esas cosas".
Esa liviandad fue la que acompañó a la construcción de un grupo nacido décadas atrás, según detallaba a Rosario/12 Gustavo Soboelosky, apuntado como uno de los fundadores del clan: "Fui de los primeros en participar de la mesa, porque lamentablemente soy el mayor. La Mesa se formalizó en los 80, pero años atrás veníamos y había distintas mesas. Era una cosa muy rara, se charlaba de mesa a mesa, se intercambiaba, había mesas de políticos, de estudiantes, de profesores de la Universidad, y estábamos nosotros, los vagos, digamos. La hemos pasado muy bien, eran momentos realmente de relaje, de relax, y se conversaba de muchas cosas. Eso se ha perdido, porque hemos perdido algunos camaradas que realmente eran importantes, entonces hubo como una especie de estampida, en un momento dado, y se comenzó a ir a otros lugares, y también El Cairo dejó de ser lo que había sido, lo dejaron caer mucho y al final se cerró. Por suerte unos chicos amigos, un par de La Mesa, tuvieron los cojones de recuperarlo".
Difícil de comparar con el ámbito que viera nacer a La Mesa de los Galanes --ésa que supiera alimentar numerosos cuentos del Negro--, el renovado ámbito de El Cairo fue el marco donde, a sólo veinte minutos de las 21, los comensales se reunieron para la foto colectiva que dio paso a la llegada de los primeros platos de la noche. Desde ese momento, y en una intimidad carente de cronistas, comenzaron a dispararse las conversaciones livianas. "Se hablan boludeces", detallarían algunos. Es cierto, boludeces de galanes.
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