Lunes, 26 de febrero de 2007 | Hoy
CIUDAD › EN SAN LORENZO Y VERA MUJICA RECUERDA A MILITANTES FUSILADOS
A metros de la Facultad de Medicina se recuerda a siete militantes montoneros que fueron asesinados por la dictadura.
Por José Maggi
La esquina de San Lorenzo y Vera Mujica luce desde el jueves un nuevo mural que recuerda a siete militantes montoneros asesinados durante la última dictadura. El Colectivo de ex presos políticos y sobrevivintes pintó allí junto a una de las emblemáticas bicicletas de Fernando Traverso, los nombres de Beatriz Aguilera "Bety", Ana Valle, Silvia Fabris, Roberto "Tito" Altamirano, y Juan Carlos "Caco" Morel, quienes fueron acribillados a metros del mural el 17 de febrero de 1977, en el Pasaje Marchena entre San Lorenzo y Urquiza. También se sumaron los nombres de Rodolfo Juan "Indio" Lucero y Claudia González "Sara" que fueron asesinados el 12 de febrero en la casa de Alvarez Thomas 829, el lugar en el que fueron secuestrados los cinco militantes que cinco días después serían eliminados por la Patota. El lugar elegido no fue casual: a metros de la Facultad de Medicina, donde estudiaban y militaban como miembros de la Juventud Universitaria Peronista.
Hugo Papalardo, miembro del Colectivo de ex presos políticos y sobrevivientes, explicó a Rosario/12 que "el 17 de febrero de 1977 estos cinco compañeros más un sexto hombre que aun no está identificado fueron sacados del Servicio de Informaciones y fusilados frente a la casa de pasaje Marchena 525. Se trata de Tito Altamirano y su esposa Silvia Fabris; de Caco Morel, un joven oriundo de Rafaela, Beatriz Aguilera, y Ana Valle, que era de Rufino". Indicó también: "Nosotros incluimos en el mural a Sara González y al Indio Lucero porque eran también estudiantes de Medicina, como los anteriores, y fueron asesinados en la casa de Altamirano, en Alvarez Thomas 829 en el barrio La Florida, desde donde sacaron con vida a Altamirano y su esposa, pero mataron a Lucero y González. Hay una sexta persona que no sabemos quién es. Por eso hay un cuerpo en el cementerio La Piedad, como NN".
La noche del 17 de febrero de 1977 era lluviosa. Según un testimonio que consta en la causa Feced, un vecino escucho que los ejecutores "los bajaron de un camión y les gritaron que el que llegaba a la esquina se salvaba". Pero los ametrallaron sin piedad. Las balas repiquetearon en el asfalto y en las paredes de los frentes de las casas bajas de pasaje Marchena al 500. Varios agujeros se pudieron ver hasta hace poco tiempo en el frente de la propiedad, con el numero 525. Esa noche la sangre se escurrió por las alcantarillas empujada por la lluvia, y rápidamente se borraron las huellas. Lo contrario que ocurrió en el recuerdo de los vecinos del lugar, que no olvidan esa noche, pero prefieren callar.
La excepción es Horacio Llobet, de 75 años, quien desde hace dos décadas vive en el barrio, y si bien no fue testigo del episodio, tuvo el relato directo de un amigo, que vivía en la misma cuadra de Pasaje Marchena al 500. "Llegaron las fuerzas de seguridad y bajaron a los chicos de varios carros, los encolumnaron frente a la casa de él y los fusilaron. Al otro día salió en los diarios que había habido un enfrentamiento, pero por supuesto no hubo nada de eso", relató. Llobet recuerda que su amigo era "un señor de apellido López Maturana, que ya no vive, y cuyos descendientes vendieron la propiedad". Allí se levantarán departamentos donde seguramente se alojarán estudiantes de Medicina. Como los militantes asesinados.
El propio Papalardo ingresó a esa carrera en 1975 y abandonó meses después porque "el aire no se podía respirar. Había patotas por todos lados". La mayoría de sus compañeros hizo lo mismo a lo largo del año, y no pudo retomar los estudios al año siguiente, en el 76. "Pero todos se organizaron clandestinamente haciendo acciones propagandísticas desde afuera, para llegar a los estudiantes. La mayoría de esas acciones no eran violentas, como denunciar a algún profesor que colaborara con la dictadura, o a alguna autoridad también. Y todos estos compañeros eran militantes de Montoneros y seguían en la Resistencia tal como la habíamos planeado en su momento".
En el acto del jueves estuvo presente Luis Mejía, amigo del Indio Lucero. "Yo era también de la JUP pero de Derecho, y por la actividad militante lo conocí al Indio, que era un compañero totalmente jugado por un ideal. Para la fecha en que esto ocurrió muchos militantes habíamos asumido que éramos un blanco móvil, porque la Universidad estaba tomada por los Servicios, y todo aquel que había militado en algo estaba marcado", rememoró. Su relación con el Indio era estrecha. "En un tiempo incluso trabajamos haciendo guardias de telefonista, y de esa época me quedó la imagen de un amigo de 21 años, es decir así quedaron en nuestro recuerdo, y hoy que ya pasamos los cincuenta, nos damos cuenta de la pérdida que ha sido para la sociedad y para el Pueblo, porque todos estos compañeros se jugaban y hacían política sin ninguna otro intención, cosa que hoy es casi imposible de ver", lamentó. El antiguo compañero recordó: "Todo era el encanto de la militancia, que en estos treinta años nos lo hicieron perder. Por eso intentamos rescatar la memoria de tipos como ellos que hacían política en función del bienestar del pueblo", recordó Mejía.
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