Lun 14.05.2007
rosario

CIUDAD

Relevamiento patrimonial para hacer más visible al barrio Saladillo

Un grupo de investigadores realizó el inventario a pedido de
la Secretaría de Cultura provincial. Un punto de partida para
acciones de preservación en el relegado sudeste rosarino.

› Por Guillermo Lanfranco

"No se concibe un panorama tan hermoso como el del barrio Saladillo, conjunto caprichoso y artístico de planicies y quebradas, de valles y de bosques, de hondonadas resguardadas de los rayos del sol y de cúspides que permiten la admiración de la belleza". Propia de un folleto turístico, la descripción data de principios del siglo XIX y más allá de que así se viera el lugar, el autor respondía también otros intereses. Eran argumentos de ventas de la sociedad anónima "El Saladillo", que había encarado la urbanización de las tierras al norte del arroyo del mismo nombre, un territorio por entonces separado del entramado urbano de Rosario. Aquel paisaje ha cambiado, enriqueciéndose con más de un siglo de historia. Desde la burguesía que en los orígenes tomó a la zona como centro de esparcimiento hasta los obreros de la carne que le dieron su carácter popular desde la década del `30. El resultado de esas ricas capas de historia urbana forma parte del "Inventario y catálogo del patrimonio inmueble integral" del barrio Saladillo que acaba de finalizar un equipo de investigadores, a pedido de la Secretaría de Cultura de la provincia de Santa Fe y con financiamiento del Consejo Federal de Inversiones (CFI). El trabajo constituye un punto de partida para encarar acciones de preservación en el relegado sudeste rosarino, una demanda intensa de los mismos vecinos que debería ser registrada por las autoridades.

Unas 180 manzanas formaron parte del relevamiento que llevó adelante el equipo encabezado por la arquitecta Ana María Sánchez, con el objetivo de identificar, valorar, registrar y difundir el patrimonio del barrio Saladillo, con una particularidad: no se trató solamente de inventariar inmuebles; también se incorporó el "patrimonio intangible", como eventos y tradiciones; y el "patrimonio viviente", esos personajes que son reconocidos por todos o ganan protagonismo más allá de los límites del barrio. "Muchas veces una casa por si misma no dice nada, pero adquiere valor patrimonial por lo que significa para los vecinos", explica Sánchez. Además de un exhaustivo recorrido fotográfico casa por casa, se realizaron talleres con la participación de los vecinos, con una concurrencia que superó las expectativas. "Esperábamos veinte personas, pero se llegaron más de sesenta, aportando historias y testimonios de gran valor para el trabajo", señala Carolina Rainero, otra arquitecta del equipo que también integran Analía Brarda, Roberto De Gregorio, Elina Heredia, Viviana Mesanich, Ricardo Miranda y Graciela Schmidt.

Del inventario de inmuebles, surgen características singulares vinculadas a la rica historia del barrio. Así, aun sobrevive un puñado de las "villas" de arquitectura italiana que se corresponden al período urbanizador fundacional del Saladillo, cuando Manuel Arijón vio la oportunidad de realizar un loteo sobre terrenos prácticamente vírgenes, de los que él era absoluto propietario y que -en su afán de venderlos- llegaba a comparar con Suiza. De esa época sobreviven las más antiguas construcciones y otra característica singular del barrio: las manzanas de 200 metros de largo, como no las hay en toda la ciudad. Arijón también fundó los "baños del Saladillo", a partir de las supuestas cualidades curativas de las aguas del arroyo, inaugurando una serie de emprendimientos que fueron un centro de esparcimiento para los rosarinos hasta bien entrado el siglo XX.

El sesgo burgués del Saladillo sufre un giro a partir de la década del `20, particularmente con la radicación del frigorífico Swift, que implicará la llegada al barrio de una vigorosa clase obrera industrial. Estos sectores se afianzarán a partir de la década del `40 con el advenimiento del peronismo. "De esta época datan las llamadas `casas compactas' del Plan Eva Perón", precisa Sánchez respecto a las viviendas de los trabajadores que pasaban a ser propietarios gracias a la asistencia del Estado, encargado -por ejemplo- de subvencionar los horarios de los arquitectos. También se ven muchos chalets californianos de los `40 y `50 y casas reformadas en los `70 y los `80, adefesios irreversibles e imposibles de subsanar. También hay obras singulares y muy significativas como la Iglesia Nuestra Señora de la Merced, el Colegio del Santísimo Rosario, Villa Regina y la Casa de la Cultura Arijón,

Más allá de los estilos variados de arquitectura, el Saladillo tiene una personalidad que sus vecinos valoran y están decididos a defender. "Es un paisaje, como tal tenemos que verlo, y resulta un paisaje homogéneo -dice la arquitecta Sánchez-. Hay muy pocas casas de más de un piso, todas tienen receso de jardín al frente, hay olores particulares, como de los tilos y los naranjos que están plantados en las veredas. Excepto en las calles San Martín y Ayacucho, hay muy pocos comercios. Y los vecinos no quieren depósitos o supermercados, están decididos a mantener ese paisaje, más suburbano que urbano".

Todos los datos arrojados por el relevamiento (disponible en www.ipatriomonio.com.ar) apuntan a generar políticas de preservación, tanto desde la provincia como desde la municipalidad, destinadas a salvar los elementos tangibles e intangibles de la memoria colectiva del barrio. "No es un problema de nromativa, porque hay leyes suficientes que alientan la preservación -concluye Sánchez-. Hasta la misma Constitución Nacional en su artículo 41 habla de la preservación del patrimonio cultural. Y en el caso particular del Saladillo, debe superarse una postergación que lleva años, como si el sur de la ciudad no importara".

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