Dom 18.05.2008
rosario

SANTA FE

Cuando prima el desprecio por la reflexión

› Por Alicia Simeoni

Las palabras de los jueces, en este caso del fuero de la minoridad, aparecen como indiscutibles, por lo menos para un gran sector de la población que ya tiene una postura ideológica y una expresión verbal por la que pide mayores penalizaciones, un trato más duro y también la baja de la edad en la punibilidad respecto de los delitos que cometen. Es cierto que en la sociedad hay víctimas de aquellos chicos que han sido victimizados desde que nacieron, pero la pereza intelectual y el desprecio por la reflexión también pertenecen a quienes vociferan por mayor castigo, no sólo contra jóvenes sino contra niños. El reclamo estigmatiza y pone a los niños y adolescentes en conflicto con la ley penal como aquellos contra quienes deben encararse todas las medidas represivas. Sin embargo no existe referencia a la actitud a tomar respecto de los responsables de que no tengan comida y sí hambre y frío, del no﷓acceso a la educación y sí del que pasen todo el día en la calle sin proyectos ni mañana, de la falta de atención de salud y de que estén expuestos a todas las pestes, de la desintegración familiar y a menudo de una identidad desdibujada, perdida entre tantos golpes recibidos.

Se habla de n-i-ñ-o-s, invisibles cuando tanto Estado como sociedad cómplice, prejuiciosa y discriminadora no los quiere ver, pero con cuya existencia es fácil chocarse todos los días cuando el sentido sólo decide verlos. La baja de la edad de punibilidad será la cuarta o quinta pena que reciban desde que nacieron y el Estado que decide descubrirlos como sujetos de derechos los tiene allí, al alcance de la mano. Por eso es tan duro escuchar la propuesta desde los jueces, porque las palabras vertidas, aunque estén contextual izadas en el pedido de políticas públicas, se escuchan parcializadas y queda sólo lo de la baja de edad. Es obvio que los otros conceptos se pierden socialmente. Si no fuera así la sociedad que pide más castigos para los chicos saldría a "cacerolear" para que no se nieguen sus derechos. ¿O acaso hubo alguna marcha con pancartas que reclamen la aplicación de la Ley de Protección de Niñas, Niños y Adolescentes?. Por el contrario, produce escalofríos acordarse de las propuestas acerca del espantoso y criminal robo a la pobreza enunciado en la acción de sacarle los hijos no bien nacen para que no se reproduzcan las costumbres. Las palabras de los jueces deben ser otras, siempre destinadas a sensibilizar, a humanizar, algo posible con el objetivo de mentes más abiertas.

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