Nuestro cine dio a conocer algunos títulos que quedaron empalidecidos frente a la multipremiada, aplaudida y sobrevalorada Aniceto, de Leonardo Favio, un realizador al que muy pocos nos atrevemos a cuestionar. Este Aniceto me llevó a añorar aquel otro de fines de los 60, cuando Favio no había hecho tantas concesiones al populismo.

Sí destaco dos films que en este momento no figuran en ninguna lista: La cámara oscura, de María Victoria Menis, sobre cuento de Angélica Gorodischer, que nos lleva a principios del siglo XX, a la estancia de un terrateniente de Entre Ríos, a una historia de inmigrantes y a una puesta en acto de un concepto diferente de la belleza. Igualmente La león de Santiago Otheguy, editada en DVD a diferencia de la primera, nos lleva a una historia muy descarnada que se proyecta al crimen en la zona del Delta, desde un personaje que se asume como homosexual. En cambio sí tuvo una gran recepción de público y de crítica el notable film de Daniel Burman, El nido vacío, una historia en la que el paso del tiempo, las separaciones y partidas, el mundo de los afectos, se asumen como los principales protagonistas.

No considero que el film Los crímenes de Oxford de Alex de la Iglesia se ubique, como algunos señalaron, tras las huellas del policial clásico. La trasposición de la novela homónima de Guillermo Martínez queda ahí, donde le verbalismo continuo y explicativo se adueña de cada escena. Sobre el final de este párrafo necesito mencionar el film de Paula Hernández, Lluvia, una historia que parte de un encuentro ocasional, y que va abriendo las compuertas del pasado de ambos intérpretes: ella, Alma, una mujer separada, rol que interpreta la muy reconocida Valeria Bertuccelli (aunque por Un novio para mi mujer, de Juan Taratuto) y él, un argentino radicado en España desde muy chico que ha llegado a Buenos Aires para completar unos trámites, personaje que compone Ernesto Alterio.