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Miércoles, 25 de febrero de 2009

CULTURA / ESPECTáCULOS

Las miradas del niño

 Por Sergio Delgado *

"El niño solía frecuentar ese museo, algunas veces en visitas organizadas por el colegio, pero por lo general acompañado por su padre. Si acaso iban al parque o volvían de él por la calle Veinticinco, el camino que llamaban el más corto, era imposible no pasar frente a su puerta, de ida o de vuelta, y si esta puerta estaba abierta, no entrar. En general, como ya se dijo, al niño no le agradaba mucho ese lugar, casi siempre en penumbras, pero le gustaba en cambio visitar una sala pequeña, que estaba a la izquierda de la entrada, donde se había armado una suerte de pequeño decorado gauchesco. En el centro había un enorme caballo de color gris claro, casi amarillento (bayo, supo después que se llamaba ese tipo de pelaje), tan bien embalsamado que parecía reposar, manso e inmóvil, a la espera de una orden de su amo. Lucía un apero de plata y cuero, muy llamativo, pero era su inmenso ojo de vidrio lo que fascinaba al niño. A su lado había un muñeco de cera, vestido muy prolijamente de gaucho (bombacha, poncho, rastra, botas de potro, etc.) pero éste no le llamaba en absoluto la atención. Era la mirada de vidrio del animal lo que buscaba. Esta sala ya no es la misma, es lo único que cambió en el museo. Ahora está ocupada, le dijeron, por la biblioteca. El cronista desconoce la suerte del animal, su ojo incluido, y prefiere no saber adónde han ido a parar las miradas del niño".

* Fragmento de Parque del sur.

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