Domingo, 30 de agosto de 2009 | Hoy
SOCIEDAD
Por Alicia Simeoni
Convertir una pena en una medida socioeducativa aparece como una alternativa muy interesante. Dieciocho chicos están en el programa. Es difícil saber todavía cuál será el resultado, cuando transcurran los siete meses que contemplan los tres módulos con la pasantía laboral incluida. Tal vez el mayor desafío respecto de este primer grupo que ingresó al Programa Oportunidad sea buscar las formas de seguir en contacto con ellos, cuando la propuesta original haya concluido. Es posible que algunos logren una inserción laboral y otros no. Para estos últimos la experiencia puede resultar difícil en un contexto estigmatizante, poco sensible ante esas historias marcadas a fuego en cada una de las experiencias de Eduardos o Diegos. Siete meses de Oportunidad aportan algunos elementos para intentar una historia distinta, pero los registros vividos en las brutales existencias personales necesitan que se los retrabaje, que haya otras continuidades para el programa por el que ahora transitan.
Eduardo y Diego estuvieron en el IRAR. Ambos señalan que allí la pasaron muy mal. Las marcas quedan en el cuerpo pero sobre todo en el ánimo, tanto que si hay algo que llama la atención es cómo ellos mismos son reproductores de temores sociales y del discurso cotidiano que los medios de comunicación reflejan, sin más explicaciones o búsqueda de razones, acerca de la inseguridad.
La autoestima, la valoración personal, el pensar que tal vez haya una endija por la cual colarse para erguirse de otra forma, o desde otro lugar en la vida, está tan depreciada en ellos que el trabajo deberá continuar. El estado de fragilidad es extrema y el fortalecimiento una tarea en la que debería estar involucrada la sociedad que los juzga pero que, en líneas generales, no interroga ni pide explicaciones por los tantos Eduardos o Diegos que no tienen las más mínimas oportunidades. Justamente la sensibilización y formación social en otros valores, mucho más humanistas, es una tarea pendiente para que las oportunidades se multipliquen, sean rodeadas y cuidadas por quienes sólo piden castigo. De todos los que lo hacen, con seguridad, habrá quienes puedan alcanzar un nuevo entendimiento.
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