CIUDAD › LA PRIMERA Y LA úLTIMA VEZ QUE ESTUVO POR ACá
La primera vez que Néstor Kirchner vino a Rosario fue el 20 de Junio de 2003 y se estrenaba como presidente. Hacía por lo menos cuatro años que un primer mandatario no venía a la fiesta de la bandera y los rosarinos se lo reconocieron concurriendo masivamente -hubo más de 50 mil personas ese día-; querían ver al flamante titular de la Casa Rosada y escuchar su mensaje de cambio que ya había comenzado a repicar en sus declaraciones en los medios nacionales. Circunspectos, lo flanqueaban Carlos Reutemann como gobernador y Hermes Binner como intendente. Ese día Kirchner se comportó como lo había hecho el día de su asunción: Se mezcló entre la gente, firmó autógrafos, fotografías, y recibió cientos de cartas con pedidos de distinto tipo.
Aquell jornada, desde que bajó del jeep militar con el que pasó revista a las tropas alineadas sobre avenida Belgrano -con el jefe de Estado Mayor del Ejército general de ese momento Roberto Bendini, el entonces ministro de Defensa José Pampuro, Reutemann y Binner-- el ex presidente dio una muestra de cuál sería el tono y el color que le iba a dar a su visita. Estiró las manos, estrechó todas las que pudo y a duras penas llegó -con su comitiva-, hasta el palco oficial ubicado frente al Monumento. Ese fue un adelanto de cómo continuaría el presidente Kirchner la jornada en Rosario.
Pero, a pesar de ese inicio, la relación de Kirchner con Santa Fe fue más bien esquiva y distante. El ex presidente nunca logró hacer pie definitivamente entre los dirigentes de primer nivel del peronismo provincial y -por el contrario- durante la famosa transversalidad se acercó más a Binner que a cualquier otro dirigente. Después vendría el espacio abierto por Agustín Rossi que se transformó en un hombre de confianza y en el jefe del bloque de Diputados. Hay que decirlo: Tanto Kirchner como obeidistas y reutemistas, tenían desconfianzas mutuas. Y el tiempo, parece, confirmó estas presunciones.
Por otro lado, esta misma ciudad que en 2003 lo recibió cálidamente, años después se transformó en la capital del antikirchnerismo con esa masiva marcha del campo durante las batallas por la 125.
Kirchner nunca decidió confrontar abiertamente en esta provincia y no apoyó candidatos propios en ninguna elección. Es más, nunca criticó directamente ni a Reutemann ni a Obeid. Casi con la única excepción de su última presencia en la región, cuando en el acto de Pérez lanzó claros dardos contra ellos aunque sin nombrarlos.
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