Si bien su vínculo con la reducida compañía beatlesca --entre los que se encontraban otras figuras del momento, como el cantante de los Beach Boys o la bellísima Mia Farrow-- era de cordial amistad, fue con George Harrison con quien Saltzman logró una conexión que lo marcaría de por vida, y que se gestaría luego de que el guitarrista le ofreciera una sesión íntima de sítara que se prolongó por unos veinte o cuarenta minutos. "El tiempo voló, y cuando terminó de tocar, abrí los ojos y fue como si hubiera fumado marihuana, había una energía en el aire que podía tocarse, una energía divina. Allí sentados empezamos a hablar de la vida y la meditación y me dijo dos cosas que me marcaron. `Con la meditación logro elevarme más que con las drogas`, fue una de ellas. La otra cosa que George, que era un tipo muy humilde, dijo fue: `Somos los Beatles, tenemos todo el dinero que hubiéramos soñado, toda la fama que hubiéramos deseado. Pero no se trata de amor, salud o paz interior, ¿o sí?`. Ahí tenía a uno de mis héroes diciéndome que la fama y la fortuna son geniales, pero que no es lo que realmente importa. Nunca olvidé eso y siempre me ayudó a mantener la perspectiva".