Lun 02.04.2007
rosario

SANTA FE

Autoevacuados, repetida historia de abandonos

Muchos santafesinos decidieron dejar sus viviendas ante el avance del agua pero, al no concurrir a centros de evacuados, carecen de ayuda y deben arreglárselas como pueden. "Estamos abandonados a nuestra suerte".

› Por Juan Carlos Tizziani

Desde Santa Fe

Miles de santafesinos afectados por la inundación del cordón oeste de la ciudad vuelven a sufrir el desamparo oficial. Son los autoevacuados. Los que decidieron dejar su vivienda, pero no irse muy lejos para estar a mano y protegerla de robos y saqueos. Ellos salieron por sus propios medios. Muchos, encontraron asilo entre parientes y amigos, en Santa Fe o en poblaciones vecinas como Santo Tome o San José del Rincón. Otros armaron su bendito de chapas en los terraplenes ferroviarios o improvisaron carpas con mantas y plásticos, en el campamento cercano al hospital de Niños. Y otros se refugiaron donde pudieron. Hoy unas veinte familias -unas cien personas- viven en un edificio en construcción y en un local comercial en desuso en Iturraspe al 3800, aunque los mayores -que tampoco tienen lugar allí- pasan días y noches en la vereda, bajo el toldo de una fábrica de alfajores, en la esquina de Iturraspe y Brasil. La misma historia del abandono que vuelve a repetirse cuatro años después de la catástrofe de 2003.

"Estamos acá porque no tenemos donde ir", dijo Lidia Rodríguez a Rosario/12. Ella es referente de un edificio de planta baja y dos pisos, donde viven diecisiete familias: diez en la planta baja, tres en el primer piso y cuatro en el segundo. Están allí desde la semana pasada, en una construcción sin terminar -los pisos altos no tienen ni ventanas-, sin luz, sin agua y sin baño. "Estamos abandonados a nuestra suerte porque parece que aquí no hubiera evacuados. Si queremos tener asistencia debemos ir a un centro oficial, pero acá estamos cerca de nuestra casa, podemos evitar que nos roben", señaló Lidia. "Y hasta ahora no recibimos asistencia del gobierno. Hace falta leche y pañales para los bebés porque tenemos cuatro bebés. Sólo una vecina nos trajo cuatro litros de leche y los repartimos entre todas las familias. Por eso queremos agradecer la solidaridad de la gente".

Otra de las mujeres que comparte penurias es María Valdez. "No nos queremos ir de acá porque todos los días nos turnamos para vigilar nuestras casas porque de noche nos roban, se sienten tiros y todas esas cosas. La policía anda, pero sólo por la avenida Perón, nadie llega al fondo del barrio", dijo.

Cada noche, Barranquitas, como los otras barriadas inundadas, es una boca de lobo, sin luz. "El ministro de Gobierno (Roberto Rosúa) prometió que íbamos a tener seguridad de noche, pero hasta ahora vimos muy pocas veces al helicóptero. Y la gente de Gendarmería está un rato y después se va", agregó Valdez, que hace cuatro años perdió a uno de sus hijos, Jorge Luis Miranda, en la catástrofe del río Salado. "Los vecinos son muy solidarios, nos trajeron pan, leche para los chicos y un poco de guiso. Eso lo repartimos entre todos. Pero el gobierno se olvidó de nosotros, estamos abandonados. Ya pasamos la inundación de 2003 y ahora nos toca esta", insistió María.

Unos metros al oeste, también sobre Iturraspe al 3800, un local comercial deshabitado se pobló de otras diez familias, pero como el lugar es estrecho, los mayores decidieron trasladarse a la esquina, bajo el toldo de la fábrica de alfajores "La Sin Bombo". "Somos todos vecinos de Barranquitas. Y nos tuvimos que meter acá porque no teníamos donde ir. Sacamos algunas cosas, las llevamos a la casa de unos parientes pero como no había lugar para que estemos todos, entonces nos guarecimos acá. Y esta gente de la fábrica nos brindó ayuda", dijo uno de los refugiados.

La demanda es la misma. "No apareció nadie, ni del gobierno ni de la Municipalidad de Santa Fe. Nos cansamos de pedir vehículos (oficiales) para sacar nuestras cosas del barrio, pero todavía los estamos esperando. Al grupo se agrega Florinda Reynoso, una mujer mayor, con su hijo discapacitado. Ella es diabética, pero la dosis diaria de insulina que necesita hace rato que rompió la cadena de frío. "No tenemos nada, mis nietos andan descalzos. Y mire como ando yo, no me puedo ni lavar", dice Florinda al borde del llanto. Sus palabras transmiten una angustia que enmudecen a los demás. "Escuchamos tanto al gobernador (Jorge Obeid) y al intendente (Martín Balbarrey) hablar de la asistencia a los evacuados, pero aquí no vino nadie", se queja Florinda. Claro, ellos son autoevacuados.

González insiste en que resistirán allí, a la intemperie, para salvar sus pertenencias. "Lo que pasa en este barrio es de terror. Encima de noche no hay luz. Esta avenida Perón es de terror, si dejás una bicicleta en la puerta te la llevan. Por eso mucha gente no quiere salir de su casa, porque te roban".

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